lunes, 31 de diciembre de 2018

"Compare', tengo un sueño": Martin Luther King Jr. con esencia peruana



Por Luis R. Carrera

Como cada mañana, el reverendo Martín Lutero Rey salía a supervisar que las cosas marchen correctamente en la iglesia bautista que había inaugurado a la espalda del Parque Universitario. Desde allí había empezado a alzar su voz de protesta contra la exclusión y a predicar por la igualdad y tolerancia entre todos los peruanos, un sueño que traía consigo desde el día en que no dejaron a sus padres inscribirlo en Los Reyes Rojos bajo el pretexto de las vacantes limitadas. Y es justo a esta hora del día en que empiezan las dificultades para este luchador social, pues siempre tiene que esperar a tomar el cuarto o quinto carro de su línea pues los primeros carros siempre les cierran la puerta (por si acaso según los cobradores). Pero esto no bajonea al buen Lutero Rey ya que tiene la certeza que algún día esto va a cambiar.

En su iglesia siempre alienta a sus fieles a reclamar por sus derechos y exigir un trato igualitario, haciendo énfasis sobre aquellos que al igual que él, recibieron 30 apodos por año debido a su color de piel, fueron impedidos de entrar a las jugueterías de Ripley cuando niños y a la fuerza se les intentó poner una camiseta de Alianza. Es con esta parte de su congregación con quienes logró hacer un trabajo más articulado pues notó como todos se esmeraban por reivindicar otros sectores sociales del país, pero se hacían los tercios cuando él exigía que también colaboren con la población afroperuana. Por tal motivo vio que era necesario sumar todas las fuerzas posibles para la lucha que venía emprendiendo y decidió recorrer distintas zonas del Perú para difundir su mensaje contra la segregación.

Su recorrido por el país tuvo resultados algo dispares. Tuvo éxito en el norte del país pues la gentita de Yapatera, Zaña y Cayaltí no dudó en sumarse a las filas del Dr. Lutero pero a medida que fue bajando a las demás regiones las cosas se le complicaron. En Huaraz fue interceptado por Pepe Mallqui, quien aparte de no tener la mínima intención de oír sus arengas, le propuso sumarse a la filas del Sport Ancash para hacer una dupla maldita con “Drogba” Carillo pues el dirigente le veía condiciones innatas, algo que el buen Martin rechazó y en respuesta convenció a Carillo y de yapa  Víctor Cartagena de unirse a la lucha. Encabezó una marcha en Huancayo, la misma que tuvo que interrumpir cuando la población local en vez de apoyar la causa le pedía que se cante una del Chivillo de los Andes. Intentó reclutar a unos haitianos instalados en Puerto Maldonado, pero tuvo que huir cuando Migraciones creyó que él también era un ilegal del país caribeño y ni porque les mostraba su DNI recién actualizado creyeron en su nacionalidad peruana.

Y fue entonces que cuando creía que su lucha era inútil y le venían a la mente sus recuerdos de juventud (aquellos que le hacían rememorar las veces que le cerraron las puertas de Gótica y Agustín Merino lo cabeceó con el sueldo), llegó a un lugar en el que se sintió más cómodo que nunca. Luego de un arduo viaje por el país, Martín Lutero Rey había llegado a Chincha y no podía estar más feliz. En esta ciudad, la mayor parte de los vecinos comprendían su reclamo y los motivos de las protestas que había estado liderando y poco a poco todo el pueblo chinchano se unió con él en una sola fuerza y decidieron apoyarlo en todo, aunque no supiera bailar panalivio. Fue así que pudo unir a todo El Guayabo, Sunampe, Grocio Prado, El Carmen, Tambo de Mora, etc. en busca de la reivindicación total y una búsqueda del respeto a la igualdad y los derechos civiles que tanto habían reclamado entre cada tonada de Don Amador. Lutero Rey, con el espíritu renovado, subió con todo Chincha a su lado y hacia el vecino Cañete, donde tuvo similar éxito, salvo por un sector de Imperial que le guardó cierto recelo tras haber rechazado una porción de curruñau. Fue aquí que, inspirado en todos aquellos que lo venían siguiendo y los muchos otros a los que faltaba transmitir el mensaje, proclamó su famoso discurso “Yo tengo un sueño” frente a la imagen de Santa Efigenia. Todo el sur chico estaba con él y la movida pintaba para algo más grande.

Lamentablemente, en su afán de lograr una revolución en tiempo record cometió una acción osada y al mismo tiempo apresurada: Volver a Lima. Lutero creyó que su resistencia pacífica tendría el mismo efecto que en otras ciudades pero como nadie es profeta en su tierra, sus acciones no tuvieron las repercusiones esperadas. Al ser ya una figura influyente del país, fue invitado a distintas entrevistas en los medios, donde los resultados volvieron a ser dispares. En las instalaciones de Latina pudo trolear a Mijael y Aldito, quien intentó hablarle en yoruba, pero no tuvo la misma suerte en otros canales. En América, Sol Carreño no dejó que termine sus intervenciones porque aparte de insinuar un posible vínculo suyo con Boko Haram, le preguntó unas 3 veces si podía hacer una fuente de ranfañote para una transmisión en vivo. En los pasillos del mismo canal, tuvo la desgracia de encontrarse con Gisela, de la que tuvo que escapar como pudo antes de que lo ponga a bailar con Angie Arizaga o animar al lado de Choca, quienes en todo momento mostraron un total desconocimiento de la lucha del Dr. Rey pues no había aparecido en Esto es Guerra.

Ante tamaña injuria, el buen Martín decidió ir a las calles como lo había hecho antes pero las repercusiones no fueron las deseadas. Marchó con su contingente por las calles del centro de Lima donde inicialmente la población capitalina parecía mostrarle su apoyo, más cuando Lutero les dijo que la manifestación no era para un festival de cajoneo, fue abandonado en el acto. Lograba percibir con cierta indignación algunos comentarios que aunque lejanos, fueron percibidos por el reverendo: “Negro por las huevas” decían unos, “yara no nos vayan a cuadrar" decían otros, "ni parece de Chincha este gil”, a lo que Martin respondía: “Soy barranquino, huevonazo”.

Pero este gran activista no se rendía y continuaba emprendiendo su lucha contra la discriminación. Luego de tener relativo éxito en el Rimac, La Victoria y Barrios Altos, fue alcanzado por un colectivo que se decía progresista y que ofrecía apoyar la causa del reverendo Lutero Rey, quien se sintió halagado por tal iniciativa hasta que sus allegados le dijeron que “los blanquiñosos estos ya están diciendo en sus redes que la lucha ahora es de ellos porque conocen todo sobre la lucha social y no sé qué tanta vaina. Mira cómo ya están tuiteando esos huevas en vez de ayudarnos con las banderolas”, por lo que rápidamente la batuta la tomaron quienes realmente debían hacerlo y a nombre del reverendo Lutero, dejaron a un lado a los integrantes del colectivo con una reverenda sacada de mierda.

No pasó mucho tiempo para que sus reclamos se expongan con mayor fuerza, situación que solo puede conducir a una cosa en esta villa (ya ni interesa cuantas veces) coronada: El encasillamiento al por mayor. Al cabo de unos meses, Martín Lutero Rey y toda su gente era tildados de resentidos sociales, rojetes, vagos y terrucos, siendo caseritos en todas las portadas del Grupo El Comercio. Y así volvieron los calificativos, desde “¿estos vagos no tiene otra cosa que hacer?”, pasando por “ya que los contraten en un equipo pa’ que  jodan” hasta el sentenciante “son negros porque quieren”. Y como si no bastara con estas contrariedades, al poco tiempo surgió un grupo extremista que ya venía gestando de tiempo atrás su aparición y ahora con estas protestas vio el momento oportuno para entrar a la escena. Fue así como la resistencia del gran Lutero Rey se vio muchas veces boicoteada por los atentados del Ku Klux Markham, agrupación extremista y segregacionista financiada por hijos de hacendados expropiados durante la Reforma Agraria que se propuso eliminarlo luego de ver cómo el Dr. Lutero salió airoso de una confrontación con tuvo con Jaime Bayli en la puerta de Latina, donde el periodista insistía en preguntarle por los presidentes de distintos países.

Pero para tristeza de muchos, un integrante de Ku Klux Markham logró infiltrase en una manifestación suya en el Cono Sur y le disparó desde el Puente Atocongo acabando así con la vida de este gran luchador social. El hecho repercutió en todos los medios, los cuales ahora le rendían homenajes tanto al reverendo como a su congregación la que actualmente, al mismo tiempo que enaltece la imagen del reverendo, trata de hacer todo lo posible porque no se llegue a dar una desgracia mayor al atentado del doctor: Tondero Producciones ya tiene todo listo para rodar la película en homenaje a Martín Lutero Rey con Giovanni Ciccia como protagonista. Hasta el momento, la iglesia bautista ha logrado frenar todos los intentos de la productora por grabar el filme pero tendrán que redoblar esfuerzos si quieren ponerle fin a la jugada. Una nueva lucha había comenzado.


viernes, 30 de noviembre de 2018

Patriarca de los múridos



Por Luis R. Carrera

Desde que empecé a tomar conciencia de este mundo y, muy en especial, del país en el que me había tocado anclar, supe que no eras un personaje notable ni mucho menos un ejemplo a seguir. Aquellos días de otoño del ’93 en el que percibía cómo iba mi entorno a través de los pocos medios que andaban a mi alcance por esos años, aprendí a tenerte animadversión, rechazo, repudio y todo aquello que se asemeje. Y no era para menos. Hacía tan solo 3 años atrás había concluido quizá un gobierno que en lo referente a lo económico y social hacía que los inicios del Primer Militarismo sean vistos como un modelo de estabilidad. Para el momento en que aprehendía esas nociones de tu persona, tú ya andabas por tierras colombianas salvaguardado en tu primer asilo político, ese que ahora intentas repetir.



Fueron pasando los años y cada vez aprendía más de tu pasado. Ya me había enterado de las colas que mis familiares se vieron obligados a hacer por obra y gracia de tus medidas económicas, había recibido ya noticias de los dólares MUC y ya sabía quien iba en el billete de 500 intis y aprendí a tenerte más rechazo que el que ya había generado en mi pre-infancia. Por estos días eras comparado al mismo nivel de Carlos Manrique y jugarme con tu nombre y tu legado se volvía parte de mis pasatiempos de niñez, pues cuando no te maldecía la gente, aparecía el gobierno de tu futuro vecino de celda a través de sus noticias compradas y hacía recordar al pueblo peruano lo desastroso que había sigo tu periodo de mando. Y cuando ni los Winter ni los Crousillat podían convencerme de tu satánica imagen, lo hacía ese tren que veía cada vez que visitaba el Cono Sur. El ir y venir de ese tren vacío y de tramo inconcluso era la evidencia suficiente para comprender la clase de gobierno que hubo previo a mi aparición en esta vida.





Era ya el nuevo milenio y tú seguías fuera del territorio nacional, ahora amparado bajo la sombra de la Torre Eiffel, y empezaba a conocer una faceta hasta ese entonces desconocida por mí: Tu palabreo. Se me había notificado acerca de tu poder de convencimiento y convocatoria a través de esa oratoria que aprendiste en el semillero aprista cuando Víctor Raúl, Armando y demás viejas glorias trataban de enmendar los decepcionantes giros políticos de los 50 y al mismo tiempo formar a los nuevos cuadros del partido, de los cuales tú eras el más destacado. Esa misma oratoria que en tus primeros años de gobierno te hacían ganar al pueblo en aquellos balconazos nocturnos antes de la estatización de la banca y que amenazabas emplear en tu regreso. Porque sí, desde el invierno de 1999 habían empezado a circular en las calles disque anónimas publicidades anunciando tu retorno, cosa que no podía creer tras haber tenido las nociones básicas de ese tu primer gobierno. Para ese momento, Los No sé quién y los No se cuántos ya te habían dedicado una canción que no hacía más que confirmar lo que ya pensaba de ti.



Y un día volviste. Era enero del 2001 y yo te veía en vivo por primera vez. Estabas frente a un mar de fieles seguidores que coreaban tu nombre a voz en cuello, con una pasión que ya hubiesen querido Roger Waters o Emmanuel. Veía cómo esos miles de fanboys con una estrella sobre sus sienes te idolatraban como si hubieses dejado las bases para una economía nacional solvente o por lo menos hubieras acabado con el terrorismo. Pero no, habías dejado al Perú en la bancarrota, tus ministros no tenían la mas mínima idea de cómo frenar la debacle que habías generado a mitad de mandato, al punto que uno de ellos se encomendó a Dios a nivel nacional, con precios que variaban del día a la noche y volvían a cambiar a la mañana siguiente mientras la cúpula aprista se hacía de todo beneficio habido y por haber pero ahí estaba tu público, esperando a que empieces a hacer gala de tu verborrea interminable que los engatusaba y hacía olvidar que alguna vez nos llevaste a ocupar los rankings de pobreza a nivel mundial.




Por aquellos días, el país comenzaba a asimilar que estaba otra vez en democracia y Valentín Paniagua se erigía, pese a la calumnia más sinsentido de la historia nacional a cargo de Nicolás Lúcar, como el mejor presidente de los últimos 40 años. Este fue el escenario que escogiste para intentar volver al poder tras una campaña donde un cover a dúo con el "Zambo" Cavero importó más que tu plan de gobierno (cositas de nuestro Perú querido). Más allá de tu derrota final frente a un Alejandro Toledo libre de Ecotevas y aviones parranderos, tu lugar en el podio de aquellas elecciones nos enseñó que un palabreo apasionado y una cantada con mediano financiamiento son suficientes para hacer olvidar 5 años de gobierno autodestructivo.


Si hay algo que te caracterizó aparte de tu capacidad para "mecer" al pueblo con un floro tantito mejor que el de Leonidas Carbajal, fue tu ímpetu por querer ser siempre el centro de la jugada. Es algo que llevas desde tus épocas de "pulpín", cuando empezabas a dar rienda suelta a tu egocentrismo en el Aula Magna bajo la anuencia de Víctor Raúl. Fue ese egocentrismo el que impulsó a amenazar con pagar solo el 10% de la deuda externa en el 86 y fue ese mismo egocentrismo el que te hizo patear al buen Lora en el invierno del 2004 por atreverse a adelantarte el paso en una marcha en la que intentabas ser el protagonista sin merecerlo. Aquel día nos demostraste que los rumores de tu adicción al litio en tu juventud no eran del todo falsos.


Para suerte tuya, te tocó vivir en el Perú, la tierra piadosa que perdona al que la destruye y le da segundas y hasta terceras oportunidades a quien la corrompe. Y este suelo tan generoso no iba a hacer la excepción contigo. Fue así como en aquel año 2006, el destino, y muchos votos fanáticos del "mal menor", te dieron esa segunda oportunidad que ya hubieran querido "Nalo" Barquero o "Piticlín" Palacios y volviste a la presidencia. Sí, aquel que como mandatario devaluó la moneda en beneficio de un selecto grupo de poder, aquel que dejó a miles de familias con la angustia de no saber el precio de alimentos básicos, aquel que no hizo el menor intento por evitar abusos contra comunidades campesinas durante la lucha contra el terrorismo y que avaló el saqueo de ministerios y las arcas nacionales a manos de compañeros apristas, ahora volvía a ser presidente. Un triunfo electoral tan inverosímil que un "Viva el Perú generoso" parecía escucharse desde las almas del Combate de Iquique al momento que "Caballo loco" asumía el mando por segunda vez. La cosa no estuvo tan difícil en esta ocasión, bastó el miedo difundido por un sector de la prensa respecto a tu contendor, le Ollanta Humala de polo rojo, sumado a un movimiento de pectorales que no hacía otra cosa que degradar aún más tu persona. Todo vale al momento de ganar, al parecer, incluso la dignidad





Para ese entonces ya había aprendido más sobre tu decadente persona. Entre recuentos y lecturas iba descubriendo sucesos tu primer gobierno que probablemente anhelas con toda el alma que el Perú olvide, como aquel 1986 cuando autorizaste al Comando "Rodrigo Franco" a exterminar presidiarios en Lurigancho y El Frontón bajo la excusa de frenar el terrorismo de Sendero Luminoso (al parecer esto era más productivo que proteger a la población de Ayacucho) y que a tus espaldas traías la muerte del dirigente minero Saúl Cantoral, pero tú segundo gobierno me traerían más sorpresas.



La primera de ellas vendría luego del terremoto del 2007 con la creación de Forsur, organismo que sería encargado de recepcionar los fondos y donaciones recibídas para reconstruir Cañete y el departamento de Ica, lugares que al día de hoy siguen esperando el dinero recaudado y que el ministro Garrido Lecca rinda cuentas al respecto, mientras quedaba como el recuerdo más bizarro aquel pisco que parecía burlarse de la desgracia acontecida. La otra sorpresa vendría 1 año más tarde. Mientras quedabas en ridículo frente a Ju Jin Tao y su delegación al intentar hablar en chino en la APEC, se descubría que personajes vinculados a tu gobierno entregaba por lo bajo lotes petroleros a una empresa noruega. Surgía la figura de Alberto Quimper, a la vez que tu compadre Rómulo León volvía a la fama casi 20 años después de aquel incidente en el congreso frente a tu némesis “Popy” Olivera. Ambos personajes, Don Bieto y Romulito, serían los personajes principales de aquellos recordados "Petroaudios" de la corrupción, auduos en los cuales el término "faenón" quedó como el nuevo sustantivo del diccionario peruano. Serían justamente estos nefastos personajes a quienes negaste y deploraste públicamente para salir librado del entuerto.

Pero si para ese momento se creía que Alan Damián (otro apodo de antaño) había llegado al colmo del cinismo con un segundo gobierno que robó a damnificados y señalaba a traición a quienes afianzaron el carácter corrupto de este periodo, con la bendición del máximo líder, agárrense para lo que viene. Corría el mes de junio del 2009 y el pueblo awajun defendía en la ciudad de Bagua su derecho a proteger su territorio luego de que las fuerzas policiales salieran en apoyo de Perú Petro en su intento de tomar posesión de terreno manejado por la población nativa mencionada con todo menos con dialogo. Por supuesto que el presidente no iba a quedarse sin hacer nada. Tenía que dar muestras de su presencia, y fue allí que, en un intento de apaciguar la situación pero que finalmente acabó por mostrar el verdadero sentir de Alan García frente la multiculturalidad, expresando muy cómodamente ante cámaras que el pueblo amazónico era conformado por personas de segunda categoría. Estas palabras bastaron para que cada vez más peruanos descubran su verdadero sentir acerca de la integración nacional.




Y mientras tú bramabas esas palabras tan esperanzadoras, tu legado seguía cruzándose en mi camino. Seguía viendo como ese único vagón del tren eléctrico continuaba desplazándose por la vía a medio hacer del Cono Sur como tratando de justificar de alguna forma su creación. Mientras tanto, los medios hacían recordar tu enriquecimiento ilícito a través del Banco de Crédito y Comercio Internacional (BCCI) (otra joyita de tu primer gobierno) y la liberación de narcotraficantes bajo el pretexto de evitar el hacinamiento en cárceles (joyita de tu segundo gobierno). Hasta que un día del 2011, el Ministerio de Educación autorizaba la remodelación de las otrora Grandes Unidades Escolares, entre ellas el gran colegio Ricardo Bentín. Fue en ese momento que por un instante estuve a punto de darte una oportunidad, de creer que tus gestiones, más allá de casi borrar al país de los mapas políticos y beneficiar solo a tu partido, ahora intentaban redimirse. Pero lamentablemente no hay que olvidar que quien encabezó estas reconstrucciones fue Alan García y su marca registrada no tardó mucho en hacerse notar. El Ministerio encargado y hasta el inefable Rodolfo Orellana y su delincuencial cooperativa Coopex estuvieron involucrados en las contrataciones sin supervisión que se llevaron a cabo para finalizar las remodelaciones antes de que termine el mandato de este presidente que cada mía tomaba una mayor similitud con las ratas y demás integrantes de la familia taxonómica de los múridos.




Tu gobierno culminaría con la que quizá ha sido la construcción más inútil del Perú contemporáneo. Aquel Cristo del Pacífico que mandaste a colocar en el Morro Solar quedó más fuera de lugar que Darío Muchotrigo trabajando para la “U”, pero al mismo tiempo termino siendo un reflejo de tu gobierno y de tu persona: Una cosa de gran dimensión que solo sirve para ocupar espacio y hacer creer que su presencia ha servido o sirve para algo. Así se ha ido desenvolviendo tu figura en todo este tiempo. Pero la cosa no acaba aquí. En los siguientes años anduviste impartiendo (o al menos lo intentaste) cátedra de cómo manejar de la menor manera la política al servicio de la ciudadanía, tanto en las aulas de la Universidad San Martín así como en cuanta conferencia te sea posible participar, hechos que no son más que un equivalente a pedirle consejos al “Pompo” Cordero sobre cómo tener una carrera futbolística responsable y exitosa.




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Todo era felicidad para ti, más allá de las acusaciones en tu contra formuladas por la Fiscalía de la Nación desde mediados de los 90, hasta que estas recobraron fuerzas pues ahora venían cargadas de Jogo bonito, pues desde Brasil empezaban a llegar noticias de vínculos tuyos con Marcelo Odebretch, quien se convirtiera en el hombre más temido por los gobiernos sudacas, su empresa constructora y las coimas ‘esta desembolsó en tus dos periodos de gobierno para ampliar sus dominios continentales. Aún así, esto no impidió que pongas en marcha tu cuarta candidatura a la presidencia en el 2015, aprovechando la desazón popular por la decepcionante gestión de Ollanta Humala, ahora con polo blanco y mandil por delante de su banda presidencial. Entraría a tallar nuevamente aquel ego que te persiguió durante toda tu existencia y te hizo creer que eras la figura más célebre de la historia peruana, característica tuya que se acrecentó en la CADE del 2015 cuando todos los empresarios esperanzados en aumentar sus ganancias como sea y al mismo tiempo temerosos de algún cambio político se rindieron ante ti luego de tu intervención. Este clamor que tú creíste popular fue lo que te hizo confiar en un posible triunfo electoral. De más está decirte que el Perú da oportunidades, pero no hay que abusar de ello.


Era el 2016 y era yo uno de los más convencidos de la nocividad que cargas contigo y que no tenía que volver a infectar a esta patria querida. Esta idea terminó de reafirmarse cuando, en tu afán de reforzarte como sea, juntaste al APRA con el PPC en una misma agrupación, creando de esta manera una fusión peor que el Aurich - Cañaña y el Estudiantes - Grau jugando un mismo torneo. Comenzabas a confrontar tu realidad y buscabas aliados de donde sea, tal como lo venía haciendo tu bancada en el Parlamento, la cual había estrechado vínculos y encubrimientos con Fuerza Popular, el tercer y más sólido intento de reflotar el fujimorismo en la política peruana. Muy pronto este aberrante cruce tendría un destino más trágico que el de las fusiones mencionadas.



Cómo habría estado de mal direccionada este nuevo intento de gobernar que, en vez de reforzar tu campaña, reviviste muertos. Fue así que en el debate presidencial se demostró que ni la suerte quería estar a tu lado, pues te tocó enfrentar a quien menos querías. Sí, lo enfrentaste a él, a tu yunta, tu adú, tu causa de toda la vida, aquel que esperó pacientemente todos estos años para decirte en la cara lo que realmente eras. El destino te puso en frente de gran Popy Olivera, quien en menos de 10 minutos terminó de destruirte de distintas formas en horario estelar. Y así como el Aurich - Cañaña y el Estudiantes - Grau terminaron en la mayor intrascendencia así acabó tu último intento de alimentar tu ego y tus ansias de volver a destruir a la nación, como en los “buenos” tiempos.




Ya con el tiempo pasando y Pedro Pablo Kuczynski en el poder ofreciendo el indulto a Alberto Fujimori, seguías sin siquiera ser buscado por la justicia, pese a que los apuntes y declaraciones de Marcelito desde Brasil eran más que evidentes: tus campañas, tus gobiernos y hasta la lonchera de Federico Dantón tenían el auspicio de Odebretch. Pero tú seguías sin caer y cada vez te parecías más al Alianza Atlético de los tiempos modernos, aquel que nadie quería, pero aun así se mantenía en Primera. Esto probablemente haya hecho que tu soberbia alcance límites insospechados. Quizá haya sido por eso que con todo y gobierno truncado, fiscales detenidos, Keiko en prisión y Albertito haciendo la finta para no volver a la Base Naval tuviste el descaro de tildar de imbéciles a aquellos que te acusaban. Pero no contaste con la aparición de las nuevas figuras del momento. Richard Concepción Carhuancho y José Domingo Pérez se han convertido al día de hoy en una dupla en el plano judicial se ha ido asemejando a la de Cruzado y Chale o Sotil y Cubillas. Serían ellos los que ahora se encargarían de juzgarte en lugar de tus allegados en el Poder Judicial.





De esta manera, tras la orden de impedimento de salida del país a cargo de Concepción Carhuancho, el ex presidente que valientemente decía que “El que no la debe no la teme”, huyó cobardemente para pedir asilo político en la Embajada de Uruguay, asilo que estuviste a punto de obtener d no ser por toda la evidencia en tu contra que afortunadamente el país de Obdulio Varela descubrió acerca de tu roedora humanidad. Mientras eso ocurría, en el Congreso la alianza no oficializada, pero sí evidenciada, APRA – Fuerza Popular (que deja al APRA – UNO como un juego de niños) aprobaba proyectos de ley para proteger el financiamiento ilícito de los partidos políticos, acción que los partidos involucrados creían efectiva y sobre todo, inteligente, pero que no hacía otra cosa que poner al descubierto el apoyo, mutuo entre las agrupaciones más corruptas del Perú en estos tiempos. Para este momento la situación se hacía tan insostenible para ellos que el apoyo mutuo entre apristas y fujimoristas indigna tanto o más que el penal de Cueva.



https://diariocorreo.pe/politica/congreso-aprueba-ley-para-bajar-penas-investigados-por-financiamiento-ilegal-de-partidos-857298/


A la fecha, te encuentras sin asilo político, sin una bancada independiente ni fuerte ni auténtica, con una credibilidad nula que se ha visto reflejada en los comicios municipales en donde tu APRA querido no ganó ni una opción a repechaje y, lo que nos importa a todos, con una acusación de lavado de activos que te deben estar dando ganas de ir a Trujillo a enterrarte junto a Víctor Raúl hasta que tus informantes en la Fiscalía (los cuales tú mismo dijiste tener en un probable ataque de desesperación por salvarte) te digan que ya todo esta controlado, aunque con la nueva dupla judicial al mando, dudo que tus entripados y cochinadas vuelvan a taparse como antes.  Hoy no te queda más que afrontar los cargos en tu contra y al mismo tiempo, a la etiqueta que ser el patriarca de los múridos, el papa de todas las ratas habidas y por haber pues en estos tiempos no hay otro animal que te refleje tanto como aquellos roedores. ¿Qué dices que eres inocente y que todos te persiguen y chuponean solo por un odio infundado? Demuéstralo pues, imbécil.



sábado, 6 de octubre de 2018

Verso Amplio



Por Luis R. Carrera

Qué está pasando con mi villa, 
cada día más fregada, 
que parece manejada, 
por pura pandilla. 

Me roban noche y día, 
mientras en una mejora yo dudo, 
y cuando digo "mi alcalde qué haría", 
me acuerdo que es el Mudo. 

Pa' colmo de males, 
me invade puro candidato,
que con su floro y arrebato, 
quedan como animales. 

Pero entre tanto floreo, 
alguien dejó el cojudeo, 
y nos muestra con sinceridad, 
sus propuestas de verdad. 

Es mi tío Cochero, 
un ciudadano como cualquiera, 
que confía en tomar la delantera, 
por un cambio verdadero. 

Por eso este domingo 7, 
dejémonos de paseos y firuletes,
y apoyemos a un candidato sincero, 
como lo es el gran Cochero.





martes, 25 de septiembre de 2018

Cuando el discurso transgrede límites pre-establecidos. El caso de la izquierda peruana.


Por Luis R. Carrera

En julio del 2014 me propuse continuar con las reflexiones acerca de esos curiosos seres que a inicios de la década se decían de izquierda y pretendían liderar toda lucha emprendida principalmente en la capital, único espacio en el que se sintieron realmente ubicados y hasta comprendidos. En esta ocasión intenté elucubrar un esbozo de análisis del discurso que arengaban (ya que pocas veces proponían algo en serio) pero sobre todas las cosas, comprobar si la etiqueta de 'caviar' de la que hasta el día de hoy no han podido despegarse es válida para definir el desenvolvimiento de estos extraños y apacibles especímenes políticos. Para ellos realicé una retrospección, y posterior comparación, hacia personajes que antaño enarbolaron banderas de lucha similares, con más criterio y consecuencia, y que recibieron el bendito calificativo. De esa manera intenté encontrar posibles vínculos que enlacen a aquellos izquierdistas de antaño que por cuestiones sociales y económicas fueron carimbeados* como 'caviares', con los activistas  'progres' (otra palabrita producto del devenir politiquero) de los años 2010. Aquí la exposición de la cuestión planteada 4 años atrás.

*El término carimbear no existe en ningún diccionario, tan solo salió como un novel juego de palabras basándome en el concepto de carimba, aquella marca que se hacía a esclavos africanos en nuestros años de oscurantismo (1532-1824), para aplicarla a la idea de etiquetar o calificar a terceros.

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Desde la aparición de los primeros partidos denominados de izquierda en nuestro país, se ha tratado de forjar un pensamiento que busque el beneficio de los sectores menos favorecidos de nuestra sociedad y por ende, diversas agrupaciones han tratado de tender puentes entre el partido y los sectores populares de la ciudad, al mismo tiempo que con el espacio rural. Con el paso del tiempo eran ya representantes de estos sectores quienes ya activaban dentro de agrupaciones que mantenían la tradición desarrollada y el discurso de los partidos de izquierda iba de la mano con sectores populares y grupos marginales de nuestra sociedad. 
Entre las décadas de 1960 y 1970, dentro de agrupaciones políticas como Vanguardia Revolucionaria y desde agrupaciones estudiantiles de izquierda comenzaron a surgir personajes que compartían los postulados referentes a la lucha por el bienestar de los sectores marginados pero que acarrearían consigo características que de alguna forma los marcarían a ellos y a quienes reprodujeran sus experiencias en el futuro.

Cuando la posición social fue un determinante en la política

Por los años 70 aparecieron nuevas figuras en el ámbito político dentro de la izquierda entre los que se destacaron nombres como Javier Diez Canseco, Henry Pease, Alfonso Barrantes e incluso Susana Villarán. Algunos de estos personajes ya venían activando desde años anteriores pero es en estos años en los que empiezan a destacar individualmente. Desde sus respectivas agrupaciones iniciaron un trabajo que iba dirigido hacia los sectores históricamente marginados, primeramente en Lima para después aventurarse al interior del país (esto último se planteaba como proyecto a futuro). Muchos de ellos por su juventud, se mostraban como las nuevas caras de la izquierda y su accionar generaba la aprobación de aquellos que se veían beneficiados con la colaboración brindada, pues de alguna forma se le buscaba solución a la crisis de representatividad que por aquel entonces los partidos afines ya tenían.
Sin embargo, pese al surgimiento de estas nuevas figuras que, debido a un trabajo en conjunto con distintos frentes, lograron forjar acciones partidarias concretas que ayudarían a dar mayor estabilidad a la izquierda nacional, para la década de 1980 las personalidades mencionada y sus respectivos allegados empezaron a recibir críticas y calificativos que buscaban minimizar los avances logrados, como la formación de la Izquierda Unida y su triunfo electoral. Las críticas que este sector recibía se dirigían a un aspecto específico que caracterizaba a muchos militantes o personas cercanas a estos nuevos grupos: su posición social y económica. Para entender mejor esta situación es necesario recordar los orígenes de algunas de las personalidades criticadas: Diez Canseco fue hijo de Luis Diez Canseco Maguil, gerente del Banco Popular y descendiente directo del general Manuel Diez Canseco y Corbacho. Su infancia y adolescencia las vivió entre Miraflores y San Isidro en colegios como Santa María Marianistas. Es ya en los espacios universitarios en que decide dejar de lado las comodidades para aprender más de la desigualdad que mostraba la sociedad peruana. Henry Pease, por su parte, estudió en el colegio La Inmaculada y fue hijo de un almirante. Susana Villarán hizo lo propio en el Colegio Franco-Peruano de Miraflores y tuvo la oportunidad de estudiar en la Universidad de Chile.
Todos estos aspectos hicieron que debido a la posición social de personajes como los mencionados, entre otros, genere un sentimiento de rechazo por parte de aquellos que se consideraban verdaderos representantes de las clases populares. Incluso se llega a plantear que aquellos militantes no debían ser parte de los procesos de cambio social por acarrear a sus espaldas el peso de sus respectivas historias familiares y su propia posición dentro de nuestros estratos sociales, lo que generó una división dentro del espacio de izquierda (una de las tantas) y que posteriormente decaería en calificativos empleados por aquellas posiciones progresistas opuestas a este tipo de militancia y los sectores antagónicos.

El origen del término 'caviar'

Como ya se mencionó, estas nuevas agrupaciones, como Izquierda Unida, no fueron vistas con agrado por todos los sectores denominados progresistas o hasta socialistas. La crítica hacia estos nuevos grupos señalaba que sus integrantes no tenían un vínculo directo con el pueblo por haber nacido en ambientes ajenos a los sectores populares y por tal motivo no encajaban en las luchas populares. Algunos críticos más acérrimos plantearon que aquellos frentes eran más bien parte del ala izquierda de la burguesía, pues el origen acomodado de quienes activaban en aquellos grupos era innegable. Esta desunión dentro de los espacios llamados de izquierda fue bien aprovechado por sectores opuestos a la dinámica de la izquierda y fue así como ya entrada la década se inserta el término de “izquierda caviar” para las nuevas agrupaciones.
Tal término tuvo su origen en la política francesa cuando sindicalistas y comunistas franceses empezaron a ver con sospecha y desconfianza que jóvenes intelectuales de origen burgués llegaran a considerarse de izquierda. Por tal motivo, se les acusó de atribuirse a sí mismo una consciencia política que para la visión de aquellos sindicalistas no les pertenecía y sospechaban que a pesar de la responsabilidad social que se adjudicaban aún sigan tratando con desdén al proletariado. Es en estos términos que se les empieza a calificar en base al entorno de estos intelectuales y las costumbres que tenían en su esfera social y por tal motivo, al estar sus reuniones envueltas de elementos como el champagne y el caviar (productos considerados como exclusivos de los sectores acomodados), es que se escoge lo último para definir a esta nueva izquierda. Así es como nace el término Gauche Caviar que se empleó para denominar a estos sujetos. La idea fue reproduciéndose por muchos países hasta llegar a nuestro continente y es así como es que llega a nuestro país y termina siendo empleada para nuestra izquierda con orígenes también burgueses.

Confrontación contra lo establecido

Esta nueva izquierda venía con propuestas para la época diferentes y que normalmente no eran vinculadas con la izquierda tradicional de aquel entonces. Esta nueva izquierda discrepaba con el radicalismo mostrado por agrupaciones que se hallaban más apegadas a viejas coyunturas como la guerra de guerrillas o la centralización de la organización dentro de la dirección del partido. Esta nueva izquierda, por su parte, se mostraba como distante de esta verticalización del poder planteando, por el contrario, una visión más abierta de la militancia que no ponía como punto primordial el tomar las armas o la creación de un comité central. Estas ideas resultaron chocantes para quienes veían los puntos rechazados como los pilares de la lucha social.
Con este alejamiento de lo común, la nueva izquierda desencadenó una crítica hacia las viejas prácticas las cuales no venían logrando la aceptación esperada, lo que dio motivo a que la nueva izquierda refuerce su posición, del mismo modo en que los teóricos de la posmodernidad mostraron su rechazo a seguir desarrollando metodologías convencionales que consideraban estancadas y enfocadas en lo general.
Este abrupto cambio de pensamiento dentro de la izquierda hizo que los espacios afines a la tradición progresista terminen por catapultar a la nueva izquierda como “izquierda caviar”, término que terminó perdurando. Aun así, esta nueva izquierda pudo lograr lo que el radicalismo no pudo hacer, que fue tomar espacios de poder. Esto indica que el nuevo discurso logró generar entre la población una confianza mayor que la que el ala radical tenía para con el pueblo al que defendía y diversos resultados electorales parecían darle la razón a la nueva izquierda. Así, el triunfo de electoral de la Izquierda Unida de Alfonso Barrantes en 1983 parecía fortalecer a esta nueva forma de consciencia social y a la izquierda peruana en general. Lamentablemente, la aparición de Sendero Luminoso y todo lo que se desencadenó por esto, terminó siendo un determinante en el grado de representatividad de las agrupaciones de izquierda, tanto de las tradicionales como de las que venían consolidándose tras el triunfo de "Frejolito".

Situación post-conflicto

Para la década de 1990, la caída de Sendero originó que la izquierda tenga cada vez menos cabida en el ámbito político nacional pues se encasilló a todos los grupos como si fuesen lo mismo. Es en esta época que las organizaciones no gubernamentales (ONG’s) fueron consolidándose en el país por intermedio de sus programas de ayuda social brindada a muchas regiones del país. Estas organizaciones fueron llenando sus filas de sujetos afines a la postura de la nueva izquierda, quienes al no ver en la política espacios adecuados para desarrollar sus proyectos, vieron la vía de las ONG’s como la adecuada, reforzando los principios de estas con la forma de ayuda social que practicaba la nueva izquierda ya disuelta, orgánicamente hablando. Otros, por su parte, no se alejaron de la política en los años de crisis y en esta década siguieron defendiendo sus ideas dentro del Parlamento, como lo hiciera Javier Diez Canseco. Aun así, el discurso de izquierda, hablando en líneas generales, se veía como desgastado debido a la caída del régimen soviético, la captura del líder senderista y publicaciones como las de Francis Fukuyama, por lo que su inminente desaprobación se vería reflejada en las elecciones de 1990 y 1995 en las cuales prácticamente la izquierda no figuró. Esto devino en la desaparición de agrupaciones y personalidades vinculadas a estos espacios.
Es recién a inicios del nuevo milenio que una parte de estos espacios desaparecidos vuelve a aparecer en la escena política debido a proyectos encargados de retomar lo acontecido en las últimas décadas. La creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en el 2003 permitió que la nueva izquierda, en ese momento alejada de lo público, retome sus fueros y ayude a avalar la labor desarrollada por los intelectuales encargados del informe que la Comisión había elaborado.
Para este momento, ya no eran los mismos rostros de la década de 1980 los que encabezaban acciones como como la difusión del Informe de la CVR, pero lo que sí se notaba es que el discurso que la otrora nueva izquierda planteaba recobraba vigencia debido a la reflexión que el informe nos traía y el amparo que la izquierda de los 2000 encontró en la ya mencionada Comisión.
Este es solo un hecho aislado de aquellos años pues aún quienes querían retomar el discurso moderado de años atrás aún no tenían la suficiente fuerza política para renacer, pero hubo un hecho que permitió que un discurso que ya se creía abandonado, al menos en el Perú, recobre validez para ciertos sujetos inmersos en el acontecer político nacional. La elección de Susana Villarán como alcaldesa de Lima en 2010 permitió que el mensaje de la nueva izquierda de los 80 vuelva a posicionarse en la discusión sobre nuestro porvenir pues resultó que aquellos que aún mantenían con vida las ideas de la nueva izquierda (una mirada más horizontal al momento de ejercer el poder, mayor inclusión social, tolerancia política, un cambio social sin caer en radicalismos, etc.) para la década pasada no encontraban un apoyo que les ayude a tener cierta estabilidad. Es con la elección de Villarán que las agrupaciones, especialmente colectivos, que trataban de difundir lo desarrollado por aquella izquierda encuentran un medio para volver a consolidarse, al ser Susana Villarán parte de aquella época en que esa nueva izquierda se hallaba aún incipiente.

El retorno de los ¿'caviares'?

En los años siguientes a la elección del 2010, cobran cierta fuerza partidos como Tierra y Libertad y la propia agrupación de Susana Villarán, Fuerza Social. En este periodo de supuesta consolidación de la izquierda en el Perú se dan 2 situaciones que rememoran las críticas que los radicales de antaño propinaban.
La primera es que se repetía la situación por la cual la izquierda tradicional mostró su rechazo a la nueva izquierda: Jóvenes ajenos a los sectores populares de Lima eran quienes se apoderaban del liderazgo de estas agrupaciones, al menos en lo que respecta a las juventudes de tales partidos. Esto produjo que ya no solo desde los rezagos del radicalismo sino también desde la derecha peruana se ponga en la palestra un término que ya se creía dejado de lado: la “izquierda caviar”. Aproximadamente a mediados del año 2011 es que la crítica a estas nuevas agrupaciones viene cargada de este término, ya despectivo para aquel momento, que logró de alguna forma generar en la población un vínculo entre el término y los individuos en quienes recaía el calificativo, situación que no pudo ser mejorada por estos nuevos militantes pues su falta de preparación en situaciones pragmáticas fue mostrada en muchas oportunidades lo que en cierta medida permitió dar la razón a los críticos.
La otra situación fue algo más compleja. Hubo un momento dentro del resurgimiento de esta nueva izquierda en estos años en que el discurso y las prácticas que la corriente resurgida dictaba ya no solo era tomado por herederos directos de los forjadores de la izquierda moderada setentera ni por jóvenes medianamente posicionados, sino que poco a poco este discurso, ahora con la idea de inclusión social y tolerancia puestas como temas primordiales, fue calando en sectores populares de la ciudad. Esta inmersión del discurso en espacios populosos no solo era tomado como parte del programa que la resurgida izquierda moderna difundía en sus antiguos comités vecinales o locales partidarios, sino que la propia juventud de estos lugares se atrevía a formar parte de esta nueva forma de izquierda que intentaba estar más cerca de los nuevos tiempos.
Esta entrada de jóvenes nacidos en distritos pertenecientes a los sectores C y D dentro de nuestra pintoresca estratificación social dio un toque novedoso en este intento de renacer de la izquierda peruana, pues ahora ya no solo individuos de estratos acomodados formaban parte de partidos y colectivos vinculados al discurso progresista, sino que también sujetos ajenos por completo a los estratos de apellido compuesto eran ahora agentes de aquellos movimientos. Tamaño cambio de procedencias se vio con mayor claridad en la dinámica política de espacios universitarios, en donde las agrupaciones de inicios de la década (Tierra y Libertad, Partido Socialista, además de organismos estudiantiles afines) están teniendo cabida por encima de otras posturas también consideradas progresistas o hasta combativas.
Es por esta razón que cuando los integrantes de estos frentes, partidos o colectivos se muestran reacios a aceptarse como ‘caviares’, tienen parte de razón pues los que ahora se llama caviar ya no es lo mismo que lo que se criticaba en otros tiempos, pues ahora estos espacios han ampliado sus horizontes y reciben a sujetos ya no solo de un determinado espacio sino de muchos, lo que nos hace ver que el discurso alguna vez expuesto actualmente ha ampliado sus fronteras y ha transgredido la condición socio económica, y es desde esta nueva configuración que en conjunto tratan de proponer una nueva visión que renueve viejas prácticas de lucha social y para ellos intervienen en espacios como la etnicidad, las luchas de género, todo esto acompañado de la búsqueda de un reposicionamiento propio y de los sectores a los que intentan defender. Lamentablemente, la coyuntura actual parece indicar que todo esto no quita que aún les falta mucho para salir del término casi eterno  en el que han sido encasillados.



Lima, 14 de julio del 2014


miércoles, 20 de junio de 2018

Entre esos 36



Por Luis R. Carrera

Cuando Guillermo La Rosa batía a Jozef Mlynarczyk en arco Norte de Riazor, la hinchada nacional ya sufría la decepción más grande que la fanaticada había padecido desde las eliminatorias del 61 pues hasta minutos antes de encajar los 5 goles polacos, todo el Perú vivía entusiasmado con la fuerza de sus ríos, la fe de sus montañas y los goles de Cubillas. Muchos fueron los cuestionamientos, ya que todos querían ver a esa Blanquirroja que conquistó el Parque de los Príncipes, pero quedaba la confianza en que seguíamos estando entre los mejores de Sudamérica y todo volvería a la normalidad clasificando al siguiente mundial.




Más tarde vendría el gol de Gareca sobre la hora, los errores de Acazuzo y principalmente, el fin de la generación que más lauros diera al fútbol peruano para dar paso a décadas de sinsabores que cada vez nos quitaban con más fuerza la ilusión de volver a teñir de rojo y blanco los terrenos mundialistas. Han sido en total 36 años los que esta sufrida hinchada ha tenido que esperar para volver a ver a su selección en una Copa del Mundo y dada la cantidad de años de ausencia en estas lides, es necesario registrar los motivos por los cuales el Perú fue relegado de la órbita mundial del Deporte rey pues, así como recordaremos por siempre estos momentos de alegría, es igual de importante tener en cuenta qué errores se cometieron en los años de debacle.




La época posmundial

A la par del fracaso en tierras españolas, por estos lares se venía gestando una nueva forma de llevar a cabo el torneo local, la que se empezaría a probar ese mismo año 82 y que para 1984 se convertiría en el sistema definitivo para los campeonatos bajo el discurso de descentralizar el fútbol peruano dando mayores oportunidades a los clubes del ascenso. Este sistema no sería otro que los Regionales, la nueva modalidad que se impuso en el balompié nacional ideada por el inefable Ricardo Miranda Tarrillo (“Rimita” para los amigos). Este torneo consistía en dividir el campeonato en regiones (Norte, Centro, Metropolitana, Sur y posteriormente Oriente) albergando mayor cantidad de equipos que en los años anteriores, donde no se mantenía un promedio entre 16 y 20 cuadros. Gracias a este esquema, cada temporada el número de equipos aumentaba sin que los entes encargados de regular las competiciones pudieran hacer algo al respecto, situación que era aprovechada por quienes manejaban los clubes beneficiados por este sistema. Finalmente tendríamos torneos con 44 equipos participantes que volverían la situación más caótica cada temporada pues el problema se trasladó a las divisiones de ascenso, donde incluso se llegó a inventar nuevas categorías (como la División Intermedia) para tratar de mantener un formato que a la larga daría al fútbol peruano la misma validez que el Falso Paquisha.




Esta forma de conducir el torneo nacional se desarrolló sin tomar en cuenta un factor fundamental que nadie reparaba en analizar: Lima seguía siendo el centro de todo en territorio nuestro. Toda la atención se centraba en el devenir de los grandes de la capital y el primer puerto, siendo esa desproporción lo que haría que la poca o nula cobertura al fútbol de las otras provincias generara escándalos deportivos en los años posteriores. Mientras tanto, el Vaso de Leche de Alfonso Barrantes alimentaba a los niños de las zonas marginadas de Lima y Sendero Luminoso ya planeaba expandirse más allá de tierras ayacuchanas.




El impulso de esta nueva forma de torneo fue una de las causales de la aceleración de nuestra crisis futbolística pues ampliaba de manera desmesurada el número de equipos participantes, lo que hacía difícil que la Federación Peruana de Fútbol (FPF) no fuera capaz de controlar su propia liga profesional pues incluso no se llegaba a saber con exactitud cómo se venía jugando el torneo. Y en tanto el campeonato se desarrollaba con este sistema, ya no inspirábamos respeto en la Copa América, habíamos perdido un equipo completo en un accidente y la selección hacía 0 puntos en su camino a Italia 90, proceso en el que José Macía “Pepe” nos alertaba del peligro de aquellos Regionales para el fútbol peruano mas al ser considerado el gestor de la catástrofe eliminatoria, no fue escuchado. Hacia finales de la década, los triunfos de nuestros llamados grandes sobre argentinos y brasileños en Copa Libertadores nos hacían olvidar por un momento que el Inti no valdría lo mismo al día siguiente y que un “coche bomba” perturbaría nuestra tranquilidad en cualquier momento.




Debacle y aparente resurgimiento

Los años 90 comenzaron con una hiperinflación en su máxima expresión (gracias por tanto, APRA) Sendero Luminoso inmerso en ciudades y comunidades campesinas, alerta de shock económico y los primeros esbozos a gran escala de guerra sucia electoral, elementos que se movían al ritmo de los “tonos” de la Carpa Grau. Es en este acogedor paraje que el fútbol peruano empezaba la década dando los mismos tumbos que al culminar los 80, pues seguíamos con los Regionales a cuestas y esta ve más destructivos que nunca, pues el centralismo deportivo ya mencionado tendría su detonante en los llamados “Partidos fantasmas”, encuentros que se arreglaban previamente entre dirigencias las cuales pactaban el resultado de muchos partidos sin jugarlos. Esto ocurrió principalmente en el centro del país, donde la cobertura del fútbol en esta parte del Perú era casi nula y fue precisamente el descubrimiento de estos arreglos lo que llevaron a la Federación a suprimir este sistema de torneos para 1991. Justamente en estos primeros años de la década es que empezamos a sufrir las consecuencias de ese nefasto sistema pues el pobre nivel de muchos de los equipos promovidos por los Regionales hizo descender el nivel del fútbol peruano en general ya que este intento de descentralizar el campeonato no hizo otra cosa que acrecentar la brecha entre los cuadros capitalinos, siempre candidatos al título, y los del resto del país, sumidos en la mediocridad.





Por ese entonces la selección era un fiel reflejo de lo que ocurría al interior del campeonato local y en lo referente a instancias superiores entraba a la Federación Peruana de Fútbol el recordado Nicolás Delfino, quien ingresaba al máximo ente de nuestro balompié como el abanderado de la renovación al defender la eliminación de los Regionales para dar paso al retorno del Descentralizado y que además traía consigo a un subalterno con ansias de poder mayores a las de Don Nicolás quien respondía al nombre de Manuel Burga.




Es en esta época que surgen los primeros diarios deportivos y con ellos la consolidación de la humareda informativa que tímidamente se había asomado en años anteriores. Serían estos nuevos medios de prensa los que continuarían una costumbre que no se pudo erradicar en estos ámbitos junto con los Regionales: el seguir teniendo Lima como el principal foco de atención. Universitario, Alianza y Cristal coparían cada vez las portadas en desmedro del resto de equipos que serían mostrados como meras comparsas de los “3 grandes” por más que no siempre den la talla en torneos internacionales. Mientras el humo se instalaba y muchos seguían aplaudiendo el Autogolpe del 92 mientras lamentaban la absurda muerte de Ramón Anchisi, Abimael Guzmán ya vociferaba tras una reja en la Base Naval, Fujimori implantaba los mandatos del Consenso de Washington y el cólera empezaba a dejar de ser una amenaza para la salud pública.





A lo largo de los 90 sufrimos también las consecuencias de la dejadez en el trabajo en divisiones menores, espacio en el que ya sonaba con fuerza el término “argolla” en muchas ocasiones mientras que en otras el trabajo simplemente era nulo, como ocurría en los equipos fuera de Lima, lo que reducía nuestro universo de jugadores a lo que podían sacar los llamados grandes. El resultado: Pésimos resultados tanto a nivel de Sub-17 como en Sub-20 y Sub-23, categorías en las que, si bien se podían obtener buenas individualidades para el Descentralizado, estas no funcionaban en los Sudamericanos por el escaso roce internacional que tenían las selecciones juveniles. Y mientras padecíamos a nivel de canteras, ya habíamos sido eliminados vergonzosamente de EE.UU. 94, una salmonelosis nos perjudicaba en plena Copa América y el reelecto Alberto Fujimori privatizaba el país como si no hubiera mañana.



Para la segunda mitad de la década la llegada de Juan Carlos Oblitas a la dirección técnica del Equipo de todo daba cierta tranquilidad al tener a alguien que conocía el medio pero que igual generaba incertidumbre sobre su accionar y aunque el inicio fue malo, con el paso del tiempo fue dándole mayor solvencia a la Bicolor en base a un esquema y un grupo humano que él conocía a la perfección y que cerca estuvo de lograr el ansiado retorno a los mundiales. Lamentablemente el proceso terminaría con una dolorosa eliminación a manos del rival de toda la vida en uno de los partidos cuyo recuerdo mayor pesar genera en el subconsciente de la fanaticada, encuentro en el que podemos encontrar otro elemento que había sido una constante en los últimos procesos y que el “Ciego” no pudo remediar: La falta de actitud antes situaciones adversas o de riesgo. El decaimiento psicológico frente a la presión había rondado en otros momentos del balompié peruano, pero sería en esta época crítica en que se haría más notorio. La pérdida de moral debido al agasajo chileno, sumado a los puntos perdidos al inicio de la eliminatoria fueron los factores que nos impidieron pisar Francia al siguiente año. Aquella eliminación causó una tristeza tan grande como el ver cómo Luchetti invadía los pantanos de Villa o ver que nadie le creía a Leonor La Rosa. Mención aparte, es importante resaltar la histórica campaña de Sporting Cristal en la Libertadores de ese 1997 (temporada que yo he denominado “El año del casi”), en donde fue finalista, y las semifinales alcanzadas por Universitario de Deportes en la Copa Conmebol.




En últimos años de la década del 90 la selección peruana mantuvo de cierta forma el nivel alcanzado en la reciente eliminatoria y todos aplaudían que Universitario se consagraba como el monarca del fútbol peruano al final del siglo y ya armaban los preparativos para la eliminatoria del año siguiente, pero al mismo tiempo se percibía que a nuestras espaldas los medios de comunicación ya habían sido comprados por el deplorable régimen fujimorista, el libre mercado nos traía propagandas con gente blanca como el modelo a seguir, los Talk Shows se adueñaban de la programación diaria, muchos ya hablaban de algo llamado Internet y esperábamos con más incertidumbre que ansias la llegada del año 2000.



El “matemáticamente”, el “Liquide Mendoza” y la juerga

Mientras Vladimiro Montesinos, con la venia de Alberto, arreglaba todos los detalles para un nuevo triunfo electoral, la afición se ilusionaba con un nuevo inicio de eliminatorias. Las aceptables campañas de Perú en las últimas eliminatorias y Copa América hacían presagiar que una clasificación ahora sí era posible más aún cuando el “Chorri” nos hacía ver a todos cuánto amaba al Perú. Por ese entonces Francisco Maturana instauraba el verso a nivel de dirección técnica y Claudio Pizarro era ofrecido como la nueva esperanza de la Blanquirroja, algo que hiciera que ya nos viéramos en el Mundial con tan solo 2 fechas jugadas. Ambos serían defenestrados a posteriori, uno más temprano que el otro. 




El camino a Corea-Japón iría empeorando con el pasar de las fechas, pero el fraude electoral haría que la coyuntura deportiva pase a un segundo plano, al punto que tamaño engaño a la población tuvo que ser combatida por los 4 Suyos. Surgía la figura de Alejandro Toledo como el abanderado de la lucha contra la corrupción mientras la prensa comprada por Fuji y Vladi se ensañaría con más fuerza que antes contra el hijo ilustre de Cabana y todo aquel que alzara la voz contra la re-reelección del ingeniero.






Las derrotas que se fueron dando en esa campaña serían tan decepcionantes como la re-reelección de Fujimori, con la diferencia de que el régimen de este último tuvo su fin al poco tiempo de haberse impuesto (gracias “Patriota”), mientras que la caída a pique de la Bicolor no tenía cuando acabar. Fue en ese momento que Julio César Uribe nos decía que matemáticamente aún había posibilidades de ir al mundial, frase que nos sirvió de entretenimiento mientras veíamos por televisión cómo Turquía y Senegal dejaban en alto sus nombres en la élite mundial, a diferencia nuestra. Pasada la efervescencia de Corea-Japón, Delfino culminaba su dominio en la Federación para dar paso Manuel Burga, su mano derecha en todos esos años quien por fin alcanzaba el poder que tanto había anhelado. Sería precisamente la gestión de Manuelito, la primera de las tantas que el hombre se dio el gusto de liderar, la que traería a Paulo Autuori, técnico de trayectoria internacional con quien se creía por fin volveríamos a la Copa del Mundo por el cartel que este nuevo DT traía consigo. En ese momento, Alejandro Toledo imponía la “Hora Cabana” en tanto que las universidades estatales se reorganizaban luego de años de injusta intervención. En paralelo, el SUTEP dirigía una huelga docente que me dio el tiempo necesario para apreciar el fútbol con mayor comodidad; así mismo, una huelga de jugadores le permitía al Cienciano enfocarse únicamente en la Copa Sudamericana, torneo que finalmente ganaría para sorpresa nuestra y sobre todo de Fox Sports. Freddy Ternero se convertía en ese momento en el peruano más ilustre del nuevo siglo.




Lamentablemente, a nivel selección los resultados fueron casi los mismos que en la eliminatoria anterior, aunque con menos verso, mientras Pizarro empezaba a ganarse la antipatía de la hinchada y Andrés Mendoza se convertía en protagonista del blooper de mayor celebridad en la historia de nuestro ‘julbo’ (el nivel era tal que por estas tierras que el fútbol adoptaba este nombre), lo que originaría que al poco tiempo el ‘profe’ Autuori se fuera por la puerta falsa, la misma por la que entraría Freddy Ternero para tratar de apagar el incendio futbolero. 




Pero más allá de aquel gol fallado, por estos años también nos encolerizábamos por una un problema que ya se había hecho una costumbre en nuestros jugadores: La falta de profesionalismo. Desde mediados de la década pasada era de conocimiento público que muchos peloteros del medio no terminaban de asumir que lo suyo era un trabajo y adoptaban actitudes dignas de un parroquiano cualquiera. Como consecuencia de ello, aquellos que deberían destacar en medios deportivos terminaban siendo figuras no en la cancha sino en notas de espectáculos. Era ya algo normal ver cómo muchos que alguna vez fueron considerados promesas eran descubiertos por cámaras de televisión realizando una mortal combinación entre el culto a Baco y el pago a la tierra antes o después de los partidos. Fue así cómo el fútbol y la farándula se entrelazaron de una forma inesperada, al mismo tiempo que frustrante. Por si todo esto fuera poco, Manuelito Burga se confabulaba con Arturo Woodman para realizar mayor atentado al deporte de esos años: La instalación de canchas sintéticas, la cuales sirvieron para el Mundial Sub-17 que organizamos en 2005 y también para perjudicar la integridad de muchos jugadores, en el norte del país principalmente.




Y como toda costumbre termina por manifestarse en nuestro entorno, esta no fue la excepción. El año 2007 estaba por acabar y la opinión pública sentenciaba la recordada juerga del Hotel Golf Los Incas, la mayor muestra de indisciplina en nuestra historia futbolera impulsada por los consagrados de aquel entonces, quienes serían castigados y mermarían el rendimiento de una selección que jamás encontró el rumbo y se ganó a pulso el último lugar de la eliminatoria. Este bochornoso incidente que traía consigo todos los condimentos de la mala formación y la manera de pensar del jugador peruano de aquel momento nos hacían ver cuán lejos aún estábamos de la élite futbolera, por lo que toda nuestra esperanza recayó en aquellos “Jotitas” que, en su mayoría no recibieron el apoyo de sus clubes, sufriendo así lo que todo canterano de esos tiempos pasaba en el ‘julbo’ peruano.




Por esos días, Manuel Burga ya movía todas las influencias posibles para que su mandato en la FPF se prolongue hasta el infinito. ¿Cuál era la jugada? Sabía de la importancia de la Copa Perú, más que para el bien del fútbol peruano, para el interés de los presidentes de las ligas departamentales. Por ello, conversaba previo a cada elección con cada directivo a quienes prometía mantener sus beneficios (entre los que se encontraba la perennización de este peculiar torneo), a cambio de que le entregue su voto en los comicios. Esta negociación terminaba siempre con saldo positivo para Manuelito, quien repetía la operación las veces que fueran necesarias para encubrir sus desfalcos. Ni la inhabilitación que nos impusiera la FIFA en el 2008 pudo sacarlo del poder. Quien sí pudo salir de la impunidad fue el ahora detenido Alberto Fujinori, quien luego de volver torpemente al esta parte del mundo luego de su exilio en Japón (apelando a la frágil memoria peruana) fue extraditado de Chile hacia nuestro país en donde empezaría a afrontar los cargos en su contra por sus 10 años de cuestionable gobierno.







A finales del primer decenio del siglo XXI, Alan García nos enseñaba desde Palacio que el verso aún servía para que el pueblo olvide las barbaridades cometidas. Desgraciadamente para él, el ‘floro’ no le ayudaría a afrontar que Moquegua se paralizaba en defensa de su canon minero y mucho menos le fue de ayuda al momento de querer poner freno con prepotencia e ignorancia a la protesta del pueblo awajún en la Curva del Diablo (una vez más, gracias por tanto APRA). Previo a estas catástrofes gubernamentales, el argentino Ricardo Gareca iniciaba sin proponérselo, un vínculo con el fútbol peruano que terminaría prologándose con el tiempo, Phillip Butters se convertía en la voz de todos los peruanos al momento de criticar las deplorables y eternas gestiones de Burga al mando de la Federación (quien ya tenía todo arreglado para atornillarse una vez más en el poder) y a ras de campo, seguíamos dando tumbos en lo referente al trabajo en Menores.  Lo nuestro ya parecía una condena.





El decenio del renacer

1: “¡Ya estoy podrido de los rótulos!”




Comenzábamos los años 2010 con un sentimiento de animadversión hacia la Bicolor, las “argollas” estancaban el poco trabajo en categorías juveniles, la informalidad dirigencial encabezada por “Pepe” Mallqui y Juvenal Silva ponían el fútbol profesional fuera de Lima al mismo nivel de la Copa Perú (torneo que convertía aún más en ‘julbo’ a nuestro fútbol) mientras que Julio Pacheco y “Pocho” Alarcón llevarían a los más grandes del país a una era de corrupción que les generaría perjuicios de los que hasta ahora no se recuperan. Es en medio de esta situación que un viejo conocido volvería a nuestra tierra patria, esta vez para tomar el mando de la Blanquirroja. Serio Markarián asumía como DT de la selección y sus primeros triunfos harían revivir, una vez más, la ilusión del hincha.




En esos primeros años, el otrora “Capitán Carlos” iba por su revancha electoral y aprovecharía que la mitad del Perú más 1 se movilizaba en contra del retorno del fujimorismo, ahora representado por la hija del dictador, para plegarse a esta parte del país, la cual le daría su apoyo para llegar a Palacio. Era la época de oro de la Izquierda ultra light, las robóticas marchas del Movadef, las movidas de la Concentración de Medios y los goles de Paolo en Argentina, que terminaron por avalar el “ratoneo” del Mago, método que el entrenador negaría frente a las cámaras pero que seguiría promoviendo fuera de ellas.






Mas como no todo puede ser felicidad en estas tierras, entraría nuevamente al ruedo uno de los principales enemigos del deporte peruano: la prensa escrita. A través de 3 de los 4 diarios deportivos que conocemos, el retorno de los suspendidos para la eliminatoria de Brasil les dio a nuestros escribas deportivos la idea de sellar una denominación para los más destacados del combinado patrio. Fue así que nació el nombre de Los 4 fantásticos, grupo que, pese a no tener una consistencia real, al mismo estilo de The Monkees, hizo que los denominados creyeran realmente que eran los 4 fantásticos y que crearan una élite interna en cada concentración que a quien pisara la VIDENA le daba la impresión de estar en el límite de Las Casuarinas con Pamplona Alta. El humo de la prensa deportiva había cumplido su cometido.



Obviamente un grupo en esas condiciones no iba a ser capaz de lograr algo positivo, más aún cuando el estratega prefería pelearse con los periodistas antes de encarar los ímpetus de grandeza del “Bombardero” y la indisciplina del “Loco”. El resultado de todo esto no sería otro que una nueva eliminación cargada de la sangre de Guerrero y el llanto de Farfán. Por ese entonces el comandante Humala ya gozaba de la antipatía popular por entregar Celendín a Newmont y permitir el engrandecimiento de la figura de la esposa en el Ejecutivo, la televisión peruana era invadida por programas de nulo valor en contenido, pero de mucha rentabilidad para Los Miró Quesada y familias cercanas. En el plano futbolístico, Joaquín Ramírez usaba al UTC de Cajamarca para promocionar a Fuerza Popular (quinta metamorfosis del fujimorismo ahora liderado por Keiko, la hija del dictador) y encubrir sus vínculos con el narcotráfico, al mismo tiempo que una nueva generación de jugadores que estuvieron cerca de clasificar a un Mundial Sub-20 se convertían en la enésima luz de esperanza para la siempre fiel al castigo hinchada peruana.





Parte 2: El retorno del “Tigre”


Una vez que el “Mago” se fue del país (aparentemente para siempre), Pablo Bengoechea se pusiera a experimentar con nuestra Bicolor, la prensa especulara con la muerte de Edita Guerrero y Brasil fuera humillado en su propio mundial, inesperados cambios recaerían sobre nuestro ‘julbo’. El Comité Electoral de la FPF inhabilitaba a Manuel Burga quien con toda la frescura de este mundo se postulaba a un cuarto mandato, dictamen que se convertía en motivo de fiesta nacional tomando en cuenta las pocas alegrías de las que gozábamos en ese momento, pues el detestable Luis Castañeda Lossio volvía a la alcaldía de Lima tras una gestión para el olvido de la “Tía Regia” (lo que marcaba el fin de la época gloriosa de la Izquierda ultra light) y perdíamos a 4 figuras de la música peruana en menos de 1 año.





El fujimorismo aprovechaba el debilitamiento y desprestigio del gobierno de Ollanta, en la izquierda se hablaba de un Frente Amplio como última esperanza de unidad, un rector universidad al norte del país amenazaba con ser presidente y antes que todos ellos, Edwin Oviedo era elegido como el nuevo presidente de la Federación, quien era respaldado por su labor al mando del Juan Aurich. El empresario tuvo como primera misión conseguir un entrenador para la vilipendiada selección peruana y sorprendentemente había 2 opciones de renombre posibles de concretizar: el colombiano Reynaldo Rueda y el argentino Ricardo Gareca, de recordado paso en Universitario y una eliminación peruana. Sería este último el elegido para asumir el buzo nacional cuando todo hacía indicar que sería el colombiano el elegido y el encargado de gestionar el retorno del “Tigre” al Perú sería un conocido por todos: Juan Carlos Oblitas, quien ahora asumía el cargo de director deportivo de la Federación, cargo a través del cual, de algún modo, buscaba una revancha con la selección.









Nos encontrábamos a mitad de la presente década y la juventud se manifestaba en contra de la Ley de régimen laboral juvenil del Perú (“Ley pulpín" para la gente), Pichanaki se movilizaba frente a Pluspetrol y los hombres más buscados del país eran Gerald Oropeza (sobrinísimo de la Casa del Pueblo) y Martín Belaúnde Lossio (la pesadilla de Ollanta y Nadine). Nuestro ‘julbo’ mientras tanto, seguía sufriendo las consecuencias de no haber puesto freno a la informalidad ni a la corrupción dirigencial ni haber trabajado en serio las divisiones menores. Prueba de ellos eran las malas campañas en Libertadores, Sudamericana y la continuación de la eterna Copa Perú, al mismo tiempo que Jean Deza y el hijo del “Churre” Hinostroza pasaban al selecto grupo de promesas perdidas del fútbol peruano, en donde brillaban para la posteridad los nombres de “Kukín” Flores, “Pachito” Guzmán, el “Pompo” Cordero, el “Choreador histórico” y el eterno “Jotita” Reimond Manco. Este era el panorama que el buen Gareca afrontaba ni bien se ponía el buzo blanquirrojo.








En medio de esta gloriosa remembranza, un hecho de trascendencia repercutía por estos lares en pleno 2015: La fiscal Loretta Lynch realizaba una investigación que movería los cimientos de la cúpula de la FIFA pues denunció sin mayores atenuantes los fraudes y lavado de activos que el mayor ente del futbol mundial había realizado por 25 años en complicidad con miembros de todas las confederaciones continentales. Este destape causaría una serie de arrestas e inhabilitaciones de la que no se salvaría ni el mismo Joseph Blatter. Este escándalo trajo consecuencias al país pues uno de los implicados en esta movida (muy bien encaletada, por cierto) no sería otro que Manuelito Burga, quien se hallaba descansando de su “ardua” labor como presidente de la FPF y que ahora sería extraditado para dar sus descargos. La vida te da sorpresas, nos diría el maestro Blades.






Y en medio de los festejos, el “Tigre” probaba, para empezar, con lo mejor que había en el medio, en teoría claro está, y con ellos disputó la Copa América de Chile. El tercer lugar obtenido le daba el optimismo para empezar de la mejor manera las nuevas eliminatorias (que algunos llamaban Clasificatorias con una intención más marketera que optimista) pero pronto se daría cuenta que de seguir con los nombres que marcaron nuestros últimos tiempos futboleros el resultado sería el acostumbrado. El estratega ya tenía marcado al grupo que en el proceso anterior se puso por encima de Markarián en cada convocatoria y veía como el “Bombardero” seguía creyendo ser el dueño de la Bicolor, pero aun así se les dio una última chance.



Llegaría entonces el llamado “Partido de quiebre” ante Venezuela de marzo del 2016 en el que aquellos considerados inamovibles serían sustituidos por 2 figuras del torneo local casi inexistentes para el campo visual de los todavía llamados “4 fantásticos” (que para ese entonces era solo 3 pues el “Loco” Vargas ya había sido depurado por su farandulero presente). Era así como Edison Flores y Raúl Ruidíaz terminaban de confirmarle al argentino que lo que primaba era el compromiso antes que la trayectoria y el palmarés. Por tal motivo, Gareca vio el torneo local con mayor interés que otros técnicos y presentaría una selección renovada para la Copa América Centenario, en donde una mano nos valió para vencer a un rival imbatible para nosotros por más de 30 años.





El optimismo volvía a nosotros pues al fin un técnico se atrevía a quitarle las ínfulas a quienes se pensaban intocables y creía en nuestro ‘julbo’ con todo y los descalabros ya mencionados, pero no todo era deporte por ese entonces. El dengue atacaba con fuerza distintas zonas del país, las agendas de Nadine ocupaban las primeras planas, el Callao ya había sido declarado en Estado de emergencia y la población se movilizaba una vez más contra Keiko mientras festejaba que “Popy” Olivera le diga a Alan García lo que todo el Perú quería gritarle. Finalmente, Pedro Pablo Kuczynski triunfaría sobre la hija del dictador, más por los porcentajes obtenidos de los votos morados (R.I.P. Julio Guzmán), de la “Raza distinta” (“No es plagio, es copia”), de la renovada (una vez más) izquierda y del sentimiento anti-Keiko en general que por méritos propios, pero de todos modos festejábamos la justa derrota naranja y volvíamos a enfocar nuestra mente en el “Equipo de todos”.







Hacia el final de la década, nuestra televisión se había vuelto más que insufrible para la buena parte de población peruana pues no contentos con mantener los realities (impuestos desde el 2011) y difundirlos en todas las plataformas posibles, los grupos de comunicación nacional llenaban la pantalla con emisiones que se nutrían de lo que acontecía en tan alturados programas que tanto hacían por la apertura cultural y la diversificación de contenidos (espero y se note el sarcasmo). Por otra parte, Whatsapp superaba en alcance y popularidad a Facebook y Twitter mientras que las sectas religiosas del país se entrelazaban a través de “Con mis hijos no te metas” en una absurda competencia con la campaña “Ni una menos” en donde las iglesias peleaban contra colectivos feministas y contra el propio raciocinio, en tanto que el país entero se movilizaba para ayudar a los afectados por el “Niño costero”. Retornando al plano central, volvíamos a las andadas en los Sudamericanos juveniles (ese perturbador lazo con la Primera fase de todos los torneos que al parecer no queríamos volver a abandonar). Aún había trabajo por hacer.



Tras una nueva decepción en Copa Libertadores, el triunfo ante Uruguay en Lima nos devolvía la esperanza en el último tramo de la eliminatoria más que por el resultado, por la forma en que se logró la victoria. Con un plantel renovado en donde solo Paolo Guerrero se mantenía como referente, Gareca llevaba a cabo una idea que tenía quizá desde su llegada a la VIDENA: Devolverle al Perú su estilo de juego. Luego de muchos años de intentar jugar al pelotazo o ganar las divididas sin éxito, la selección ponía la pelota al piso, como en los buenos tiempos, además de repotenciar jugadores casi sentenciados por la opinión pública. De esta manera, el ‘julbo’ peruano recuperaba esa esencia perdida por décadas que le daría en las siguientes fechas históricos triunfos que ni el más optimista hubiera tenido en mente. Por esos días, la palabra Odebrecht retumbaba en el subconsciente de todos los peruanos y ni el presidente quedaría exento de aquel término.





El 2017 seguía su curso y el buen momento blanquirrojo tuvo una paralización forzada por el calendario FIFA, lo cual preocupó a la afición tanto como la paralización que los docentes de todo el país venían realizando en vista de que por enésima vez sus reclamos no eran escuchados y sus líderes formados en ese local en el Jirón Miró Quesada instrumentalizaban la lucha como de costumbre. Fue así que por 3 meses nuestros magistrados llevaron a cabo una huelga que fue apoyada por otros sectores también unidos a la lucha y a su vez menospreciada por los medios que ya buscaban todos los vínculos con remanentes de Sendero posible, para no perder la costumbre ante cualquier manifestación que tome las calles (Todo un clásico).



Luego de algunas negociaciones y acuerdos, la calma volvía a los colegios (con sacada de ministra de por medio) y volvían también los triunfos de la selección, la cual ya había formado un grupo en el que todos captaban a la perfección la idea del “Tigre” y en el que ya nadie se consideraba una estrella por sobre el resto de seleccionados, además de estar totalmente comprometidos con el objetivo mundialista que ahora sí era posible. Fue así que después de recibir unos puntos del TAS por parte de Chile (que de esa forma redimía sus culpas por la Guerra del Pacífico y la Confederación Peruano-Boliviana), la selección alcanzaba por primera vez un repechaje intercontinental y la afición vivía el momento con mayor intensidad que nunca. Días después, esa misma hinchada recibía la mala noticia de que Paolo sería separado del plantel por problemas de dopaje, pero al mismo tiempo viviría la más grande alegría después de tanta agonía: Perú vencía a Nueva Zelanda y clasificaba al mundial luego de 36 años de espera. El país era una fiesta y no era para menos, volvíamos a la élite futbolera y en menos de lo que se esperaba, el mundo entero hablaba de nosotros. Fue algo que a muchos le tomó su tiempo asimilar (como quien les escribe) pero que era ya una realidad: Estábamos de vuelta.




Se daba entonces el primer paso en este repunte del Deporte rey en el Perú y todo era felicidad para los ya 30 millones de personas que habitan este gran y estratégicamente posicionado país de América del Sur, pero no todo podía ser perfecto (“Si no sufrimos no vale”). PPK era acusado de vínculos con Marcelo Odebrecht y por negarse a responder ante el Congreso (invadido casi en su totalidad por la horda fujimorista), cayó en un proceso de vacancia del que saldría librado, pero también debilitado, razón por la cual tuvo que dejar el cargo en marzo del año siguiente. Pero antes de que esto último suceda, los bravos de Graña y Montero eran apresados por sus vínculos con Odebretch (algo que removió los cimientos del sector A-B) y el Ejecutivo cumplía su parte del trato por la librada en la vacancia: El reo Alberto Fujimori recibía su tan añorado indulto más que por justicia, por la exitosa negociación de nuestro posible futuro presidente Kenyi Fujimori. 90's never die. 




Durante esos avatares, Paolo Guerrero se jugaba todas sus cartas en los tribunales de la FIFA y el TAS para salir absuelto de la sanción impuesta por su positivo en antidoping en La Bombonera, PPK sucumbía ante todo convirtiéndose Martín Vizcarra era el nuevo presidente y los hinchas festejaban los triunfos de la selección previos al mundial pero lamentaban la muerte de última voz de la Blanquirroja (“Gloria a Peredo en las alturas”).




Finalmente, el “Depredador” obtendría el permiso para ir a Rusia, Eyvi Ágreda se convertía en la nueva mártir de la lucha contra la violencia a la mujer y la quema de un carro policial sería motivo suficiente para que nuestra prensa de toda la vida pase a un segundo plano la protesta contra un Congreso que cada día se esforzaba menos por enrostrarnos sus abusos y derroches. Este terminaría siendo el contexto en el que el Perú diría presente en un estadio mundialista luego de muchas décadas de espera.

Colofón blanquirrojo

La historia no termina aquí ni mucho menos. Aún se muestran sesgos gamonalistas en el manejo de muchos clubes (tanto en Primera como en el ascenso), dirigentes procesados por corrupción, un casi nulo trabajo serio en divisiones menores, potenciales estrellas hundidas en la indisciplina, Lima sigue predominando sobre el resto de regiones (tanto en el fútbol como en todos los aspectos de nuestra cotidianidad) y las pintorescas escenas de la Copa Perú, por lo que nos queda un largo camino que bregar si realmente queremos hablar de un cambio verdadero en el fútbol nacional pues basta con ver las paupérrimas actuaciones de equipos peruano en torneos internacionales o ver cómo la informalidad sigue imperando en nuestras ligas de ascenso para darnos cuenta de que nada se ha arreglado del todo con esta participación en Rusia 2018. 



Fueron 36 años de espera y por ser un tiempo tan prolongado era necesario hacer un recuento de hechos ocurrieron en ese lapso de tiempo en el Perú, tanto en lo futbolístico como en otros ámbitos, pues siempre es necesario tener presente lo acontecido en el pasado para tener presente qué hacer y qué no repetir de los tiempos pretéritos. Que este recuento ayude en algo a recordar cómo se dio la jugada en distintos aspectos de nuestro devenir, mientras seguimos disfrutando lo que queda de presencia peruana en la tierra de Vladimir Ilich Ulianov.




Sigamos al tanto de las incidencias mundialistas, sin dejar de lado nuestro propio acontecer, y arriba Perú.