miércoles, 20 de junio de 2018

Entre esos 36



Por Luis R. Carrera

Cuando Guillermo La Rosa batía a Jozef Mlynarczyk en arco Norte de Riazor, la hinchada nacional ya sufría la decepción más grande que la fanaticada había padecido desde las eliminatorias del 61 pues hasta minutos antes de encajar los 5 goles polacos, todo el Perú vivía entusiasmado con la fuerza de sus ríos, la fe de sus montañas y los goles de Cubillas. Muchos fueron los cuestionamientos, ya que todos querían ver a esa Blanquirroja que conquistó el Parque de los Príncipes, pero quedaba la confianza en que seguíamos estando entre los mejores de Sudamérica y todo volvería a la normalidad clasificando al siguiente mundial.




Más tarde vendría el gol de Gareca sobre la hora, los errores de Acazuzo y principalmente, el fin de la generación que más lauros diera al fútbol peruano para dar paso a décadas de sinsabores que cada vez nos quitaban con más fuerza la ilusión de volver a teñir de rojo y blanco los terrenos mundialistas. Han sido en total 36 años los que esta sufrida hinchada ha tenido que esperar para volver a ver a su selección en una Copa del Mundo y dada la cantidad de años de ausencia en estas lides, es necesario registrar los motivos por los cuales el Perú fue relegado de la órbita mundial del Deporte rey pues, así como recordaremos por siempre estos momentos de alegría, es igual de importante tener en cuenta qué errores se cometieron en los años de debacle.




La época posmundial

A la par del fracaso en tierras españolas, por estos lares se venía gestando una nueva forma de llevar a cabo el torneo local, la que se empezaría a probar ese mismo año 82 y que para 1984 se convertiría en el sistema definitivo para los campeonatos bajo el discurso de descentralizar el fútbol peruano dando mayores oportunidades a los clubes del ascenso. Este sistema no sería otro que los Regionales, la nueva modalidad que se impuso en el balompié nacional ideada por el inefable Ricardo Miranda Tarrillo (“Rimita” para los amigos). Este torneo consistía en dividir el campeonato en regiones (Norte, Centro, Metropolitana, Sur y posteriormente Oriente) albergando mayor cantidad de equipos que en los años anteriores, donde no se mantenía un promedio entre 16 y 20 cuadros. Gracias a este esquema, cada temporada el número de equipos aumentaba sin que los entes encargados de regular las competiciones pudieran hacer algo al respecto, situación que era aprovechada por quienes manejaban los clubes beneficiados por este sistema. Finalmente tendríamos torneos con 44 equipos participantes que volverían la situación más caótica cada temporada pues el problema se trasladó a las divisiones de ascenso, donde incluso se llegó a inventar nuevas categorías (como la División Intermedia) para tratar de mantener un formato que a la larga daría al fútbol peruano la misma validez que el Falso Paquisha.




Esta forma de conducir el torneo nacional se desarrolló sin tomar en cuenta un factor fundamental que nadie reparaba en analizar: Lima seguía siendo el centro de todo en territorio nuestro. Toda la atención se centraba en el devenir de los grandes de la capital y el primer puerto, siendo esa desproporción lo que haría que la poca o nula cobertura al fútbol de las otras provincias generara escándalos deportivos en los años posteriores. Mientras tanto, el Vaso de Leche de Alfonso Barrantes alimentaba a los niños de las zonas marginadas de Lima y Sendero Luminoso ya planeaba expandirse más allá de tierras ayacuchanas.




El impulso de esta nueva forma de torneo fue una de las causales de la aceleración de nuestra crisis futbolística pues ampliaba de manera desmesurada el número de equipos participantes, lo que hacía difícil que la Federación Peruana de Fútbol (FPF) no fuera capaz de controlar su propia liga profesional pues incluso no se llegaba a saber con exactitud cómo se venía jugando el torneo. Y en tanto el campeonato se desarrollaba con este sistema, ya no inspirábamos respeto en la Copa América, habíamos perdido un equipo completo en un accidente y la selección hacía 0 puntos en su camino a Italia 90, proceso en el que José Macía “Pepe” nos alertaba del peligro de aquellos Regionales para el fútbol peruano mas al ser considerado el gestor de la catástrofe eliminatoria, no fue escuchado. Hacia finales de la década, los triunfos de nuestros llamados grandes sobre argentinos y brasileños en Copa Libertadores nos hacían olvidar por un momento que el Inti no valdría lo mismo al día siguiente y que un “coche bomba” perturbaría nuestra tranquilidad en cualquier momento.




Debacle y aparente resurgimiento

Los años 90 comenzaron con una hiperinflación en su máxima expresión (gracias por tanto, APRA) Sendero Luminoso inmerso en ciudades y comunidades campesinas, alerta de shock económico y los primeros esbozos a gran escala de guerra sucia electoral, elementos que se movían al ritmo de los “tonos” de la Carpa Grau. Es en este acogedor paraje que el fútbol peruano empezaba la década dando los mismos tumbos que al culminar los 80, pues seguíamos con los Regionales a cuestas y esta ve más destructivos que nunca, pues el centralismo deportivo ya mencionado tendría su detonante en los llamados “Partidos fantasmas”, encuentros que se arreglaban previamente entre dirigencias las cuales pactaban el resultado de muchos partidos sin jugarlos. Esto ocurrió principalmente en el centro del país, donde la cobertura del fútbol en esta parte del Perú era casi nula y fue precisamente el descubrimiento de estos arreglos lo que llevaron a la Federación a suprimir este sistema de torneos para 1991. Justamente en estos primeros años de la década es que empezamos a sufrir las consecuencias de ese nefasto sistema pues el pobre nivel de muchos de los equipos promovidos por los Regionales hizo descender el nivel del fútbol peruano en general ya que este intento de descentralizar el campeonato no hizo otra cosa que acrecentar la brecha entre los cuadros capitalinos, siempre candidatos al título, y los del resto del país, sumidos en la mediocridad.





Por ese entonces la selección era un fiel reflejo de lo que ocurría al interior del campeonato local y en lo referente a instancias superiores entraba a la Federación Peruana de Fútbol el recordado Nicolás Delfino, quien ingresaba al máximo ente de nuestro balompié como el abanderado de la renovación al defender la eliminación de los Regionales para dar paso al retorno del Descentralizado y que además traía consigo a un subalterno con ansias de poder mayores a las de Don Nicolás quien respondía al nombre de Manuel Burga.




Es en esta época que surgen los primeros diarios deportivos y con ellos la consolidación de la humareda informativa que tímidamente se había asomado en años anteriores. Serían estos nuevos medios de prensa los que continuarían una costumbre que no se pudo erradicar en estos ámbitos junto con los Regionales: el seguir teniendo Lima como el principal foco de atención. Universitario, Alianza y Cristal coparían cada vez las portadas en desmedro del resto de equipos que serían mostrados como meras comparsas de los “3 grandes” por más que no siempre den la talla en torneos internacionales. Mientras el humo se instalaba y muchos seguían aplaudiendo el Autogolpe del 92 mientras lamentaban la absurda muerte de Ramón Anchisi, Abimael Guzmán ya vociferaba tras una reja en la Base Naval, Fujimori implantaba los mandatos del Consenso de Washington y el cólera empezaba a dejar de ser una amenaza para la salud pública.





A lo largo de los 90 sufrimos también las consecuencias de la dejadez en el trabajo en divisiones menores, espacio en el que ya sonaba con fuerza el término “argolla” en muchas ocasiones mientras que en otras el trabajo simplemente era nulo, como ocurría en los equipos fuera de Lima, lo que reducía nuestro universo de jugadores a lo que podían sacar los llamados grandes. El resultado: Pésimos resultados tanto a nivel de Sub-17 como en Sub-20 y Sub-23, categorías en las que, si bien se podían obtener buenas individualidades para el Descentralizado, estas no funcionaban en los Sudamericanos por el escaso roce internacional que tenían las selecciones juveniles. Y mientras padecíamos a nivel de canteras, ya habíamos sido eliminados vergonzosamente de EE.UU. 94, una salmonelosis nos perjudicaba en plena Copa América y el reelecto Alberto Fujimori privatizaba el país como si no hubiera mañana.



Para la segunda mitad de la década la llegada de Juan Carlos Oblitas a la dirección técnica del Equipo de todo daba cierta tranquilidad al tener a alguien que conocía el medio pero que igual generaba incertidumbre sobre su accionar y aunque el inicio fue malo, con el paso del tiempo fue dándole mayor solvencia a la Bicolor en base a un esquema y un grupo humano que él conocía a la perfección y que cerca estuvo de lograr el ansiado retorno a los mundiales. Lamentablemente el proceso terminaría con una dolorosa eliminación a manos del rival de toda la vida en uno de los partidos cuyo recuerdo mayor pesar genera en el subconsciente de la fanaticada, encuentro en el que podemos encontrar otro elemento que había sido una constante en los últimos procesos y que el “Ciego” no pudo remediar: La falta de actitud antes situaciones adversas o de riesgo. El decaimiento psicológico frente a la presión había rondado en otros momentos del balompié peruano, pero sería en esta época crítica en que se haría más notorio. La pérdida de moral debido al agasajo chileno, sumado a los puntos perdidos al inicio de la eliminatoria fueron los factores que nos impidieron pisar Francia al siguiente año. Aquella eliminación causó una tristeza tan grande como el ver cómo Luchetti invadía los pantanos de Villa o ver que nadie le creía a Leonor La Rosa. Mención aparte, es importante resaltar la histórica campaña de Sporting Cristal en la Libertadores de ese 1997 (temporada que yo he denominado “El año del casi”), en donde fue finalista, y las semifinales alcanzadas por Universitario de Deportes en la Copa Conmebol.




En últimos años de la década del 90 la selección peruana mantuvo de cierta forma el nivel alcanzado en la reciente eliminatoria y todos aplaudían que Universitario se consagraba como el monarca del fútbol peruano al final del siglo y ya armaban los preparativos para la eliminatoria del año siguiente, pero al mismo tiempo se percibía que a nuestras espaldas los medios de comunicación ya habían sido comprados por el deplorable régimen fujimorista, el libre mercado nos traía propagandas con gente blanca como el modelo a seguir, los Talk Shows se adueñaban de la programación diaria, muchos ya hablaban de algo llamado Internet y esperábamos con más incertidumbre que ansias la llegada del año 2000.



El “matemáticamente”, el “Liquide Mendoza” y la juerga

Mientras Vladimiro Montesinos, con la venia de Alberto, arreglaba todos los detalles para un nuevo triunfo electoral, la afición se ilusionaba con un nuevo inicio de eliminatorias. Las aceptables campañas de Perú en las últimas eliminatorias y Copa América hacían presagiar que una clasificación ahora sí era posible más aún cuando el “Chorri” nos hacía ver a todos cuánto amaba al Perú. Por ese entonces Francisco Maturana instauraba el verso a nivel de dirección técnica y Claudio Pizarro era ofrecido como la nueva esperanza de la Blanquirroja, algo que hiciera que ya nos viéramos en el Mundial con tan solo 2 fechas jugadas. Ambos serían defenestrados a posteriori, uno más temprano que el otro. 




El camino a Corea-Japón iría empeorando con el pasar de las fechas, pero el fraude electoral haría que la coyuntura deportiva pase a un segundo plano, al punto que tamaño engaño a la población tuvo que ser combatida por los 4 Suyos. Surgía la figura de Alejandro Toledo como el abanderado de la lucha contra la corrupción mientras la prensa comprada por Fuji y Vladi se ensañaría con más fuerza que antes contra el hijo ilustre de Cabana y todo aquel que alzara la voz contra la re-reelección del ingeniero.






Las derrotas que se fueron dando en esa campaña serían tan decepcionantes como la re-reelección de Fujimori, con la diferencia de que el régimen de este último tuvo su fin al poco tiempo de haberse impuesto (gracias “Patriota”), mientras que la caída a pique de la Bicolor no tenía cuando acabar. Fue en ese momento que Julio César Uribe nos decía que matemáticamente aún había posibilidades de ir al mundial, frase que nos sirvió de entretenimiento mientras veíamos por televisión cómo Turquía y Senegal dejaban en alto sus nombres en la élite mundial, a diferencia nuestra. Pasada la efervescencia de Corea-Japón, Delfino culminaba su dominio en la Federación para dar paso Manuel Burga, su mano derecha en todos esos años quien por fin alcanzaba el poder que tanto había anhelado. Sería precisamente la gestión de Manuelito, la primera de las tantas que el hombre se dio el gusto de liderar, la que traería a Paulo Autuori, técnico de trayectoria internacional con quien se creía por fin volveríamos a la Copa del Mundo por el cartel que este nuevo DT traía consigo. En ese momento, Alejandro Toledo imponía la “Hora Cabana” en tanto que las universidades estatales se reorganizaban luego de años de injusta intervención. En paralelo, el SUTEP dirigía una huelga docente que me dio el tiempo necesario para apreciar el fútbol con mayor comodidad; así mismo, una huelga de jugadores le permitía al Cienciano enfocarse únicamente en la Copa Sudamericana, torneo que finalmente ganaría para sorpresa nuestra y sobre todo de Fox Sports. Freddy Ternero se convertía en ese momento en el peruano más ilustre del nuevo siglo.




Lamentablemente, a nivel selección los resultados fueron casi los mismos que en la eliminatoria anterior, aunque con menos verso, mientras Pizarro empezaba a ganarse la antipatía de la hinchada y Andrés Mendoza se convertía en protagonista del blooper de mayor celebridad en la historia de nuestro ‘julbo’ (el nivel era tal que por estas tierras que el fútbol adoptaba este nombre), lo que originaría que al poco tiempo el ‘profe’ Autuori se fuera por la puerta falsa, la misma por la que entraría Freddy Ternero para tratar de apagar el incendio futbolero. 




Pero más allá de aquel gol fallado, por estos años también nos encolerizábamos por una un problema que ya se había hecho una costumbre en nuestros jugadores: La falta de profesionalismo. Desde mediados de la década pasada era de conocimiento público que muchos peloteros del medio no terminaban de asumir que lo suyo era un trabajo y adoptaban actitudes dignas de un parroquiano cualquiera. Como consecuencia de ello, aquellos que deberían destacar en medios deportivos terminaban siendo figuras no en la cancha sino en notas de espectáculos. Era ya algo normal ver cómo muchos que alguna vez fueron considerados promesas eran descubiertos por cámaras de televisión realizando una mortal combinación entre el culto a Baco y el pago a la tierra antes o después de los partidos. Fue así cómo el fútbol y la farándula se entrelazaron de una forma inesperada, al mismo tiempo que frustrante. Por si todo esto fuera poco, Manuelito Burga se confabulaba con Arturo Woodman para realizar mayor atentado al deporte de esos años: La instalación de canchas sintéticas, la cuales sirvieron para el Mundial Sub-17 que organizamos en 2005 y también para perjudicar la integridad de muchos jugadores, en el norte del país principalmente.




Y como toda costumbre termina por manifestarse en nuestro entorno, esta no fue la excepción. El año 2007 estaba por acabar y la opinión pública sentenciaba la recordada juerga del Hotel Golf Los Incas, la mayor muestra de indisciplina en nuestra historia futbolera impulsada por los consagrados de aquel entonces, quienes serían castigados y mermarían el rendimiento de una selección que jamás encontró el rumbo y se ganó a pulso el último lugar de la eliminatoria. Este bochornoso incidente que traía consigo todos los condimentos de la mala formación y la manera de pensar del jugador peruano de aquel momento nos hacían ver cuán lejos aún estábamos de la élite futbolera, por lo que toda nuestra esperanza recayó en aquellos “Jotitas” que, en su mayoría no recibieron el apoyo de sus clubes, sufriendo así lo que todo canterano de esos tiempos pasaba en el ‘julbo’ peruano.




Por esos días, Manuel Burga ya movía todas las influencias posibles para que su mandato en la FPF se prolongue hasta el infinito. ¿Cuál era la jugada? Sabía de la importancia de la Copa Perú, más que para el bien del fútbol peruano, para el interés de los presidentes de las ligas departamentales. Por ello, conversaba previo a cada elección con cada directivo a quienes prometía mantener sus beneficios (entre los que se encontraba la perennización de este peculiar torneo), a cambio de que le entregue su voto en los comicios. Esta negociación terminaba siempre con saldo positivo para Manuelito, quien repetía la operación las veces que fueran necesarias para encubrir sus desfalcos. Ni la inhabilitación que nos impusiera la FIFA en el 2008 pudo sacarlo del poder. Quien sí pudo salir de la impunidad fue el ahora detenido Alberto Fujinori, quien luego de volver torpemente al esta parte del mundo luego de su exilio en Japón (apelando a la frágil memoria peruana) fue extraditado de Chile hacia nuestro país en donde empezaría a afrontar los cargos en su contra por sus 10 años de cuestionable gobierno.







A finales del primer decenio del siglo XXI, Alan García nos enseñaba desde Palacio que el verso aún servía para que el pueblo olvide las barbaridades cometidas. Desgraciadamente para él, el ‘floro’ no le ayudaría a afrontar que Moquegua se paralizaba en defensa de su canon minero y mucho menos le fue de ayuda al momento de querer poner freno con prepotencia e ignorancia a la protesta del pueblo awajún en la Curva del Diablo (una vez más, gracias por tanto APRA). Previo a estas catástrofes gubernamentales, el argentino Ricardo Gareca iniciaba sin proponérselo, un vínculo con el fútbol peruano que terminaría prologándose con el tiempo, Phillip Butters se convertía en la voz de todos los peruanos al momento de criticar las deplorables y eternas gestiones de Burga al mando de la Federación (quien ya tenía todo arreglado para atornillarse una vez más en el poder) y a ras de campo, seguíamos dando tumbos en lo referente al trabajo en Menores.  Lo nuestro ya parecía una condena.





El decenio del renacer

1: “¡Ya estoy podrido de los rótulos!”




Comenzábamos los años 2010 con un sentimiento de animadversión hacia la Bicolor, las “argollas” estancaban el poco trabajo en categorías juveniles, la informalidad dirigencial encabezada por “Pepe” Mallqui y Juvenal Silva ponían el fútbol profesional fuera de Lima al mismo nivel de la Copa Perú (torneo que convertía aún más en ‘julbo’ a nuestro fútbol) mientras que Julio Pacheco y “Pocho” Alarcón llevarían a los más grandes del país a una era de corrupción que les generaría perjuicios de los que hasta ahora no se recuperan. Es en medio de esta situación que un viejo conocido volvería a nuestra tierra patria, esta vez para tomar el mando de la Blanquirroja. Serio Markarián asumía como DT de la selección y sus primeros triunfos harían revivir, una vez más, la ilusión del hincha.




En esos primeros años, el otrora “Capitán Carlos” iba por su revancha electoral y aprovecharía que la mitad del Perú más 1 se movilizaba en contra del retorno del fujimorismo, ahora representado por la hija del dictador, para plegarse a esta parte del país, la cual le daría su apoyo para llegar a Palacio. Era la época de oro de la Izquierda ultra light, las robóticas marchas del Movadef, las movidas de la Concentración de Medios y los goles de Paolo en Argentina, que terminaron por avalar el “ratoneo” del Mago, método que el entrenador negaría frente a las cámaras pero que seguiría promoviendo fuera de ellas.






Mas como no todo puede ser felicidad en estas tierras, entraría nuevamente al ruedo uno de los principales enemigos del deporte peruano: la prensa escrita. A través de 3 de los 4 diarios deportivos que conocemos, el retorno de los suspendidos para la eliminatoria de Brasil les dio a nuestros escribas deportivos la idea de sellar una denominación para los más destacados del combinado patrio. Fue así que nació el nombre de Los 4 fantásticos, grupo que, pese a no tener una consistencia real, al mismo estilo de The Monkees, hizo que los denominados creyeran realmente que eran los 4 fantásticos y que crearan una élite interna en cada concentración que a quien pisara la VIDENA le daba la impresión de estar en el límite de Las Casuarinas con Pamplona Alta. El humo de la prensa deportiva había cumplido su cometido.



Obviamente un grupo en esas condiciones no iba a ser capaz de lograr algo positivo, más aún cuando el estratega prefería pelearse con los periodistas antes de encarar los ímpetus de grandeza del “Bombardero” y la indisciplina del “Loco”. El resultado de todo esto no sería otro que una nueva eliminación cargada de la sangre de Guerrero y el llanto de Farfán. Por ese entonces el comandante Humala ya gozaba de la antipatía popular por entregar Celendín a Newmont y permitir el engrandecimiento de la figura de la esposa en el Ejecutivo, la televisión peruana era invadida por programas de nulo valor en contenido, pero de mucha rentabilidad para Los Miró Quesada y familias cercanas. En el plano futbolístico, Joaquín Ramírez usaba al UTC de Cajamarca para promocionar a Fuerza Popular (quinta metamorfosis del fujimorismo ahora liderado por Keiko, la hija del dictador) y encubrir sus vínculos con el narcotráfico, al mismo tiempo que una nueva generación de jugadores que estuvieron cerca de clasificar a un Mundial Sub-20 se convertían en la enésima luz de esperanza para la siempre fiel al castigo hinchada peruana.





Parte 2: El retorno del “Tigre”


Una vez que el “Mago” se fue del país (aparentemente para siempre), Pablo Bengoechea se pusiera a experimentar con nuestra Bicolor, la prensa especulara con la muerte de Edita Guerrero y Brasil fuera humillado en su propio mundial, inesperados cambios recaerían sobre nuestro ‘julbo’. El Comité Electoral de la FPF inhabilitaba a Manuel Burga quien con toda la frescura de este mundo se postulaba a un cuarto mandato, dictamen que se convertía en motivo de fiesta nacional tomando en cuenta las pocas alegrías de las que gozábamos en ese momento, pues el detestable Luis Castañeda Lossio volvía a la alcaldía de Lima tras una gestión para el olvido de la “Tía Regia” (lo que marcaba el fin de la época gloriosa de la Izquierda ultra light) y perdíamos a 4 figuras de la música peruana en menos de 1 año.





El fujimorismo aprovechaba el debilitamiento y desprestigio del gobierno de Ollanta, en la izquierda se hablaba de un Frente Amplio como última esperanza de unidad, un rector universidad al norte del país amenazaba con ser presidente y antes que todos ellos, Edwin Oviedo era elegido como el nuevo presidente de la Federación, quien era respaldado por su labor al mando del Juan Aurich. El empresario tuvo como primera misión conseguir un entrenador para la vilipendiada selección peruana y sorprendentemente había 2 opciones de renombre posibles de concretizar: el colombiano Reynaldo Rueda y el argentino Ricardo Gareca, de recordado paso en Universitario y una eliminación peruana. Sería este último el elegido para asumir el buzo nacional cuando todo hacía indicar que sería el colombiano el elegido y el encargado de gestionar el retorno del “Tigre” al Perú sería un conocido por todos: Juan Carlos Oblitas, quien ahora asumía el cargo de director deportivo de la Federación, cargo a través del cual, de algún modo, buscaba una revancha con la selección.









Nos encontrábamos a mitad de la presente década y la juventud se manifestaba en contra de la Ley de régimen laboral juvenil del Perú (“Ley pulpín" para la gente), Pichanaki se movilizaba frente a Pluspetrol y los hombres más buscados del país eran Gerald Oropeza (sobrinísimo de la Casa del Pueblo) y Martín Belaúnde Lossio (la pesadilla de Ollanta y Nadine). Nuestro ‘julbo’ mientras tanto, seguía sufriendo las consecuencias de no haber puesto freno a la informalidad ni a la corrupción dirigencial ni haber trabajado en serio las divisiones menores. Prueba de ellos eran las malas campañas en Libertadores, Sudamericana y la continuación de la eterna Copa Perú, al mismo tiempo que Jean Deza y el hijo del “Churre” Hinostroza pasaban al selecto grupo de promesas perdidas del fútbol peruano, en donde brillaban para la posteridad los nombres de “Kukín” Flores, “Pachito” Guzmán, el “Pompo” Cordero, el “Choreador histórico” y el eterno “Jotita” Reimond Manco. Este era el panorama que el buen Gareca afrontaba ni bien se ponía el buzo blanquirrojo.








En medio de esta gloriosa remembranza, un hecho de trascendencia repercutía por estos lares en pleno 2015: La fiscal Loretta Lynch realizaba una investigación que movería los cimientos de la cúpula de la FIFA pues denunció sin mayores atenuantes los fraudes y lavado de activos que el mayor ente del futbol mundial había realizado por 25 años en complicidad con miembros de todas las confederaciones continentales. Este destape causaría una serie de arrestas e inhabilitaciones de la que no se salvaría ni el mismo Joseph Blatter. Este escándalo trajo consecuencias al país pues uno de los implicados en esta movida (muy bien encaletada, por cierto) no sería otro que Manuelito Burga, quien se hallaba descansando de su “ardua” labor como presidente de la FPF y que ahora sería extraditado para dar sus descargos. La vida te da sorpresas, nos diría el maestro Blades.






Y en medio de los festejos, el “Tigre” probaba, para empezar, con lo mejor que había en el medio, en teoría claro está, y con ellos disputó la Copa América de Chile. El tercer lugar obtenido le daba el optimismo para empezar de la mejor manera las nuevas eliminatorias (que algunos llamaban Clasificatorias con una intención más marketera que optimista) pero pronto se daría cuenta que de seguir con los nombres que marcaron nuestros últimos tiempos futboleros el resultado sería el acostumbrado. El estratega ya tenía marcado al grupo que en el proceso anterior se puso por encima de Markarián en cada convocatoria y veía como el “Bombardero” seguía creyendo ser el dueño de la Bicolor, pero aun así se les dio una última chance.



Llegaría entonces el llamado “Partido de quiebre” ante Venezuela de marzo del 2016 en el que aquellos considerados inamovibles serían sustituidos por 2 figuras del torneo local casi inexistentes para el campo visual de los todavía llamados “4 fantásticos” (que para ese entonces era solo 3 pues el “Loco” Vargas ya había sido depurado por su farandulero presente). Era así como Edison Flores y Raúl Ruidíaz terminaban de confirmarle al argentino que lo que primaba era el compromiso antes que la trayectoria y el palmarés. Por tal motivo, Gareca vio el torneo local con mayor interés que otros técnicos y presentaría una selección renovada para la Copa América Centenario, en donde una mano nos valió para vencer a un rival imbatible para nosotros por más de 30 años.





El optimismo volvía a nosotros pues al fin un técnico se atrevía a quitarle las ínfulas a quienes se pensaban intocables y creía en nuestro ‘julbo’ con todo y los descalabros ya mencionados, pero no todo era deporte por ese entonces. El dengue atacaba con fuerza distintas zonas del país, las agendas de Nadine ocupaban las primeras planas, el Callao ya había sido declarado en Estado de emergencia y la población se movilizaba una vez más contra Keiko mientras festejaba que “Popy” Olivera le diga a Alan García lo que todo el Perú quería gritarle. Finalmente, Pedro Pablo Kuczynski triunfaría sobre la hija del dictador, más por los porcentajes obtenidos de los votos morados (R.I.P. Julio Guzmán), de la “Raza distinta” (“No es plagio, es copia”), de la renovada (una vez más) izquierda y del sentimiento anti-Keiko en general que por méritos propios, pero de todos modos festejábamos la justa derrota naranja y volvíamos a enfocar nuestra mente en el “Equipo de todos”.







Hacia el final de la década, nuestra televisión se había vuelto más que insufrible para la buena parte de población peruana pues no contentos con mantener los realities (impuestos desde el 2011) y difundirlos en todas las plataformas posibles, los grupos de comunicación nacional llenaban la pantalla con emisiones que se nutrían de lo que acontecía en tan alturados programas que tanto hacían por la apertura cultural y la diversificación de contenidos (espero y se note el sarcasmo). Por otra parte, Whatsapp superaba en alcance y popularidad a Facebook y Twitter mientras que las sectas religiosas del país se entrelazaban a través de “Con mis hijos no te metas” en una absurda competencia con la campaña “Ni una menos” en donde las iglesias peleaban contra colectivos feministas y contra el propio raciocinio, en tanto que el país entero se movilizaba para ayudar a los afectados por el “Niño costero”. Retornando al plano central, volvíamos a las andadas en los Sudamericanos juveniles (ese perturbador lazo con la Primera fase de todos los torneos que al parecer no queríamos volver a abandonar). Aún había trabajo por hacer.



Tras una nueva decepción en Copa Libertadores, el triunfo ante Uruguay en Lima nos devolvía la esperanza en el último tramo de la eliminatoria más que por el resultado, por la forma en que se logró la victoria. Con un plantel renovado en donde solo Paolo Guerrero se mantenía como referente, Gareca llevaba a cabo una idea que tenía quizá desde su llegada a la VIDENA: Devolverle al Perú su estilo de juego. Luego de muchos años de intentar jugar al pelotazo o ganar las divididas sin éxito, la selección ponía la pelota al piso, como en los buenos tiempos, además de repotenciar jugadores casi sentenciados por la opinión pública. De esta manera, el ‘julbo’ peruano recuperaba esa esencia perdida por décadas que le daría en las siguientes fechas históricos triunfos que ni el más optimista hubiera tenido en mente. Por esos días, la palabra Odebrecht retumbaba en el subconsciente de todos los peruanos y ni el presidente quedaría exento de aquel término.





El 2017 seguía su curso y el buen momento blanquirrojo tuvo una paralización forzada por el calendario FIFA, lo cual preocupó a la afición tanto como la paralización que los docentes de todo el país venían realizando en vista de que por enésima vez sus reclamos no eran escuchados y sus líderes formados en ese local en el Jirón Miró Quesada instrumentalizaban la lucha como de costumbre. Fue así que por 3 meses nuestros magistrados llevaron a cabo una huelga que fue apoyada por otros sectores también unidos a la lucha y a su vez menospreciada por los medios que ya buscaban todos los vínculos con remanentes de Sendero posible, para no perder la costumbre ante cualquier manifestación que tome las calles (Todo un clásico).



Luego de algunas negociaciones y acuerdos, la calma volvía a los colegios (con sacada de ministra de por medio) y volvían también los triunfos de la selección, la cual ya había formado un grupo en el que todos captaban a la perfección la idea del “Tigre” y en el que ya nadie se consideraba una estrella por sobre el resto de seleccionados, además de estar totalmente comprometidos con el objetivo mundialista que ahora sí era posible. Fue así que después de recibir unos puntos del TAS por parte de Chile (que de esa forma redimía sus culpas por la Guerra del Pacífico y la Confederación Peruano-Boliviana), la selección alcanzaba por primera vez un repechaje intercontinental y la afición vivía el momento con mayor intensidad que nunca. Días después, esa misma hinchada recibía la mala noticia de que Paolo sería separado del plantel por problemas de dopaje, pero al mismo tiempo viviría la más grande alegría después de tanta agonía: Perú vencía a Nueva Zelanda y clasificaba al mundial luego de 36 años de espera. El país era una fiesta y no era para menos, volvíamos a la élite futbolera y en menos de lo que se esperaba, el mundo entero hablaba de nosotros. Fue algo que a muchos le tomó su tiempo asimilar (como quien les escribe) pero que era ya una realidad: Estábamos de vuelta.




Se daba entonces el primer paso en este repunte del Deporte rey en el Perú y todo era felicidad para los ya 30 millones de personas que habitan este gran y estratégicamente posicionado país de América del Sur, pero no todo podía ser perfecto (“Si no sufrimos no vale”). PPK era acusado de vínculos con Marcelo Odebrecht y por negarse a responder ante el Congreso (invadido casi en su totalidad por la horda fujimorista), cayó en un proceso de vacancia del que saldría librado, pero también debilitado, razón por la cual tuvo que dejar el cargo en marzo del año siguiente. Pero antes de que esto último suceda, los bravos de Graña y Montero eran apresados por sus vínculos con Odebretch (algo que removió los cimientos del sector A-B) y el Ejecutivo cumplía su parte del trato por la librada en la vacancia: El reo Alberto Fujimori recibía su tan añorado indulto más que por justicia, por la exitosa negociación de nuestro posible futuro presidente Kenyi Fujimori. 90's never die. 




Durante esos avatares, Paolo Guerrero se jugaba todas sus cartas en los tribunales de la FIFA y el TAS para salir absuelto de la sanción impuesta por su positivo en antidoping en La Bombonera, PPK sucumbía ante todo convirtiéndose Martín Vizcarra era el nuevo presidente y los hinchas festejaban los triunfos de la selección previos al mundial pero lamentaban la muerte de última voz de la Blanquirroja (“Gloria a Peredo en las alturas”).




Finalmente, el “Depredador” obtendría el permiso para ir a Rusia, Eyvi Ágreda se convertía en la nueva mártir de la lucha contra la violencia a la mujer y la quema de un carro policial sería motivo suficiente para que nuestra prensa de toda la vida pase a un segundo plano la protesta contra un Congreso que cada día se esforzaba menos por enrostrarnos sus abusos y derroches. Este terminaría siendo el contexto en el que el Perú diría presente en un estadio mundialista luego de muchas décadas de espera.

Colofón blanquirrojo

La historia no termina aquí ni mucho menos. Aún se muestran sesgos gamonalistas en el manejo de muchos clubes (tanto en Primera como en el ascenso), dirigentes procesados por corrupción, un casi nulo trabajo serio en divisiones menores, potenciales estrellas hundidas en la indisciplina, Lima sigue predominando sobre el resto de regiones (tanto en el fútbol como en todos los aspectos de nuestra cotidianidad) y las pintorescas escenas de la Copa Perú, por lo que nos queda un largo camino que bregar si realmente queremos hablar de un cambio verdadero en el fútbol nacional pues basta con ver las paupérrimas actuaciones de equipos peruano en torneos internacionales o ver cómo la informalidad sigue imperando en nuestras ligas de ascenso para darnos cuenta de que nada se ha arreglado del todo con esta participación en Rusia 2018. 



Fueron 36 años de espera y por ser un tiempo tan prolongado era necesario hacer un recuento de hechos ocurrieron en ese lapso de tiempo en el Perú, tanto en lo futbolístico como en otros ámbitos, pues siempre es necesario tener presente lo acontecido en el pasado para tener presente qué hacer y qué no repetir de los tiempos pretéritos. Que este recuento ayude en algo a recordar cómo se dio la jugada en distintos aspectos de nuestro devenir, mientras seguimos disfrutando lo que queda de presencia peruana en la tierra de Vladimir Ilich Ulianov.




Sigamos al tanto de las incidencias mundialistas, sin dejar de lado nuestro propio acontecer, y arriba Perú.






4 comentarios:

  1. buena compare, didáctico para alguien como yo que recién se sube al coche

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    1. Agradezco el que hayas leído mi crónica y qué bueno que te haya servido.

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  2. Concienzudo trabajo Luis. Haces paralelos temporales geniales con el fútbol, la política, la vida cotidiana y tus propias apreciaciones. Durante la lectura de tu texto hubo momentos en el que recordé el dicho: “sufre peruano sufre”. Pienso que en algunos párrafos de tu texto, se tendrá que recurrir a búsqueda para entender y/o recordar completamente la información que precisas, hecho que considero muy bueno para los que desean aprender y profundizar partiendo de la cercanía divertida del “julbol”.
    Tu erudición da orgullo, salúdame a tus padres.

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    1. Muchas gracias por sus palabras y sobre todo, gracias por leer mi escrito. Me disculpará pero tengo que preguntar sobre quién me está dejando esta grata respuesta, pues aquí no figura su nombre.

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