domingo, 9 de agosto de 2015

El puntero goleador


Por Luis R. Carrera

Era un muchachito de 14 años cuando ya se encontraba alejado de su natal Chincha y se buscaba la vida como recogebolas en el “Lolo” Fernández. Eran los últimos años de la década del 50 cuando aquel joven aprovechaba su estadía en el viejo estadio de madera para darse el gusto de ver en acción a Jacinto Villalba, Manuel Márquez, los hermanos Ruiz, René Gutiérrez y compañía. Por ese entonces ya se había convertido sin querer en el primer comensal de Margarita Arizaga, la recordada cocinera del club, y soñaba con lucir algún día la camiseta crema en el gramado de Odriozola, como lo hacían sus ídolos. No pasaría mucho tiempo para que pudiese cumplir ese sueño pues el Dr. Jorge Alva, luego de verlo jugar en un entrenamiento merengue, pidió que lo promuevan a la reserva pues se dio cuenta del potencial que el chiquillo tenía para el deporte rey. Aquel chiquillo que tuvo que comenzar realmente desde abajo no era otro que el recordado Víctor Lobatón, puntero izquierdo merengue de la década del sesenta.



No se equivocó el Dr. Alva al tomar esa decisión pues rápidamente “Kilo”, como se le conociera en el medio, dio muestra de la habilidad que no podía mostrar cuando recién llegó a Breña y al poco tiempo ya era titular indiscutible por la punta izquierda de la reserva merengue. Por tal motivo, en 1964 fue tomado en cuenta para el seleccionado juvenil que disputaría el Sudamericano en Lima clasificatorio a las Olimpiadas de Tokio y fue precisamente en ese torneo donde se dio la jugada que lo marcaría para siempre. En uno de los últimos encuentros, Argentina derrotaba al combinado peruano por 0 -1 y en un ataque nacional, “Kilo” logra vencer la valla de Cejas y empata el partido para alegría de las 50 mil personas que asistieron ese 24 de mayo de 1964. Lamentablemente, el uruguayo Ángel Eduardo Pazos anula la conquista y luego de ello ocurrieron los hechos conocidos por todos. Es a partir de esa jugada que Lobatón sería recordado como aquel a quien le anularon el gol en la tragedia del Nacional.


Paralelamente, ya había sido promovido al primer equipo crema dirigido por aquel entonces por Marcos Calderón. En ese plantel, peleó el puesto de puntero izquierdo con otro célebre jugador de la época: Enrique “Ronco" Rodríguez. Con él desarrolló una sana competencia por el titularato que no hizo más que mejorar la calidad de cada uno en beneficio del equipo, el cual contaba por ese entonces con una delantera de lujo en donde resaltaron los nombres de Ángel Uribe, Víctor Calatayud, Alejandro “Pelé” Guzmán, Luis Zavala, entre muchos otros que dieron un gran aporte para las gloriosas campañas de aquella década.


Lobatón logró hacer gala de su mejor juego durante el bicampeonato de 1966-1967 ya que Universitario no solo disputó el naciente Descentralizado sino que además, jugó las ediciones de la Copa Libertadores de esos años. Destaca sobre todo la del 67 en la cual demostró que más allá de su despliegue por la banda izquierda, en donde mostró un juego que combinaba picardía con velocidad, podía ser un extremo que pisaba el área. Llegó a marcar goles importantes en esa Copa entre los que destacan el que le marcó al Cruzeiro de Tostao y Dirceu Lopes y el que decretó el triunfo sobre Colo Colo en el propio Santiago. Estas campañas lo permitieron además ser convocado a la selección nacional.


Pero no todo fue alegría en sus años con camiseta crema. Por su color de piel, fue una víctima constante del racismo proveniente de las tribunas en sus primeros años como jugador, despreciable actitud que por desgracia se mantiene vigente hasta nuestros días. Afortunadamente “Kilo” no se echó para atrás ante estos ataques y continuó haciendo lo suyo, convirtiéndose en pieza importante del esquema del “Chueco” en la “U” de aquella década, equipo en el que jugó hasta 1968, año en que volvió a destacar en la Libertadores anotándole a Estudiantes de La Plata, equipo que a la postre sería el campeón, sumando un total de 6 goles en dicho certamen internacional; cifra por demás considerable para un wing izquierdo. 


No sería sino hasta 1972 que volvería a las primeras planas. Por aquel tiempo había fichado por el Atlético Chalaco dirigido por “Toto” Terry que ese año se hallaba en la Segunda División. Una vez más su aporte fue fundamental ya que se convirtió en uno de los baluartes del León Porteño que alcanzaría el título de la Segunda y por ende, su retorno a Primera luego de 11 años. En aquel cuadro del primer puerto compartió camerinos con viejos conocidos como Nicolás Fuentes y Enrique Casaretto, además del gran Julio Meléndez. Se mantuvo en el equipo y pese a que se vio forzado a hacer un alto a mediados de la temporada 1973 por una lesión al cráneo, continuó siendo figura del Chalaco aunque con algunas secuelas de aquel accidente . Dejaría el fútbol a mediados de los setenta aproximadamente.


En la década siguiente volvería a destacar, pero ahora desde el banco. En 1985 se convirtió en el técnico del Octavio Espinoza de Ica que había vuelto a Primera gracias a los controversiales Regionales de esos años. El flamante técnico forjó desde su llegada al equipo iqueño que en 1988 realizaría su mejor campaña en el torneo peruano.
Lamentablemente, a mediados de aquel 1988 tuvo que dejar el club por problemas de salud que lo venían aquejando. El ex jugador merengue y ahora entrenador del Solitario del Sur nunca se recuperó de esos males y falleció el 9 de agosto de 1990.
Al cumplirse hoy un año más de su partida, que estas líneas sirvan para recordar a un jugador que empezó de la nada y a base de esfuerzo pudo hacerse de un nombre en la historia de hasta 3 clubes de tradición en el fútbol peruano. Hasta siempre “Kilo” Lobatón.


sábado, 8 de agosto de 2015

El cumpleaños más difícil


Por Luis R. Carrera

La tarde del 5 de noviembre del 2003 me encontraba una vez más frente a mi vieja radio Panasonic sintonizando la fenecida Radio Gol para seguir las incidencias del encuentro entre Universitario de Deportes, el equipo de mis amores, frente al Bolognesi de Tacna. ¿El resultado? Una nueva derrota que nos mandaba al penúltimo lugar de la tabla de posiciones. A mis cortos 13 años sufría la crisis que la “U” estaba pasando, producto de 2 nefastas gestiones que dejaron el club casi a la deriva. Hasta hoy recuerdo la imagen del “Cuto” Guadalupe elevando las manos al cielo implorando que el mal momento termine de una vez, lo cual fue sucediendo de manera paulatina en los años siguientes, en los cuales decía para mí mismo que era imposible que el equipo pudiese volver a caer tan bajo como en aquel 2003.
Hoy, luego de algunas alegrías y títulos alcanzados, el destino se ha encargado de restregarme en el rostro que sí era posible caer más bajo que a inicios del nuevo siglo pues el equipo actual se halla en lo más hondo de la tabla de posiciones para tristeza mía y de todos los hinchas de este club tan querido por la mitad más uno del país. Pese a ello, tal destino no fue solamente un mal augurio que caprichosamente se posicionó sobre el futuro de la “U”; muy por el contrario, el pésimo desempeño del plantel merengue y su posición en la tabla no es otra cosa que el resultado de una serie de errores sin fin surgidos durante el tiempo de aparente resurgimiento del cuadro merengue (ubicado principalmente luego de la consecución del título del 2009) que trataron de ser tapados con los logros obtenidos en los últimos, nunca atendidos de manera adecuada y que finalmente salieron a la luz generando así una de las peores crisis, si es que no es la peor, que el Club Universitario de Deportes ha tenido que pasar en estos 91 años de existencia.



El primer error que viene a mi mente es una costumbre recurrente en la historia del balompié peruano y repetitivo hasta hoy, lamentablemente: El cortar procesos. La “U” no ha sido ajena a esta insana costumbre y en los años cercanos a este terrible momento hubo 2 casos a resaltar por haber venido desde las altas esferas del club, uno más grave que el otro pero igual de criticables.
Corría el año 2007 y el equipo principal se hallaba bajo el mando de Edgar Ospina, un técnico foráneo de amplio recorrido por el medio local, quien si bien no lograba hacer que los resultados nos lleven al primer lugar, venía haciendo las cosas de forma aceptable hasta el momento, salvo por una derrota en casa a manos de la Universidad San Martín. A mediados de ese año se dio el proceso electoral para el nuevo presidente del club que finalmente daría como ganador a Gino Pinasco. Éste, en un afán de ganarse a hinchas y socios desde un inicio había prometido traer de regreso a Jorge Amado Nunes, quien nos había dirigido el hasta el verano de ese año. Al llegar a la presidencia cumplió su promesa y Ospina tuvo que dar el paso al costado para la llegada del “Cenizo” quien trabajó con todas las ganas del mundo pero bajo su mando ni siquiera se igualó la posición en la que estaba la “U” con el DT colombiano. El otro caso, mucho más polémico que el del 2007, sucedió 3 años después. A fines del 2010, la era Juan Reynoso había perdido la mística de meses atrás y el profesor tuvo que salir del cargo. Fue entonces que llega a la dirección técnica el argentino Salvador Capitano, entrenador de cierto prestigio y con experiencia internacional quien rápidamente cambió la cara del equipo y le dio una idea de juego, la misma que se había perdido en los últimos días del “Cabezón”. Hasta hoy muchos recordamos aquel baile que se le propinó a Melgar en la misma Arequipa con un inapelable 4-0 que puso ser más. Todo indicaba que con esta renovación en el banco el bicampeonato era posible, hasta que nuevamente Gino Pinasco entró en acción y no tuvo mejor idea que sacar al profesor Capitano para preparar el retorno de José Del Solar, ya resistido por la afición en aquel entonces. Así, nuevamente se cortó un proceso, esta vez mucho más auspicioso que el de Ospina pero con las mismas consecuencias: Universitario se estancó luego de varias jornadas con resultados alentadores y un planteamiento interesante para probar con un nuevo técnico  faltando pocos meses para el final de la temporada y a mi parecer, fue en este momento cuando se empezó a “gestar” el camino a la situación por la que Universitario pasa actualmente.



Sostengo esta idea luego de analizar cómo fueron las temporadas previas al título del 2013, cargadas de un fatídico cambio de mando que significó pérdida de puntos en mesa por malos manejos dirigenciales y coqueteos con los últimos lugares de la tabla, además de decepcionantes y en algunos casos inexplicables fichajes (aún recuerdo al portero Cook). Por lo tanto, otros errores a resaltar de estos años son la repartija dirigencial que encabezó Pacheco y su Grupo Santo Domingo (que dicho sea de paso trastocó incluso nuestros colores clásicos), el continuar experimentando con técnicos casi debutantes en el medio como Solano, producto de la pérdida de ingresos que el nefasto presidente ya mencionado originó con sus ganancias a costa de la institución merengue, y principalmente el cierre de un ambiguo contrato con Gremco que no fue otra cosa que una recreación de aquellas concesiones a perpetuidad con que se favorecían a las ferroviarias inglesas en el siglo XIX. No era de extrañarse luego de todo esto, que el cuadro estudiantil disminuyera considerablemente su producción para inicios de la presente década.
Las administraciones temporales parecían ser un respiro ante el caos generado por las últimas gestiones y en efecto, en un primer momento cumplieron con los objetivos establecidos como lo demostró el último campeonato del 2013 pero una vez pasada esta alegría, la inestabilidad volvió a reinar en tienda crema. 



Para el año 2014, la Copa Libertadores nos demostraba que una vez más que no se reforzó al plantel como se debió para afrontar tal torneo, mientras que la AT caía en la demagogia con promesas imposibles de cumplir ya que las deudas volvían a ser un duro escollo para el devenir de la institución. Y como quien suelta el tiro de gracia, la administración que hoy nos maneja no hizo sino empeorar el ya difícil momento del año pasado pues se dejó casi todo en manos de Del Solar (quien aparentemente no sigue más) y que confió la dirección técnica a un entrenador que no sabe manejar un equipo en crisis.
Esta suma de cortoplacismo, endeudamiento, experimentos fallidos (como el de Ibáñez en el banquillo) y en general continuar con la línea trazada por Alfredo Gonzáles tiempo atrás, no podía terminar en otro resultado que el de una entidad al borde de la liquidación. Por todo lo mencionado, se demuestra por enésima vez que en el “julbo” peruano siempre hay que estar preparado para lo peor más allá de lo que uno desee. Pero al ser Universitario un equipo caracterizado por nunca rendirse frente a la adversidad, en este nuevo aniversario no queda otra cosa que mantener el empuje y la actitud inculcada por las viejas glorias del club y una vez más, confiar en la recuperación.