martes, 25 de septiembre de 2018

Cuando el discurso transgrede límites pre-establecidos. El caso de la izquierda peruana.


Por Luis R. Carrera

En julio del 2014 me propuse continuar con las reflexiones acerca de esos curiosos seres que a inicios de la década se decían de izquierda y pretendían liderar toda lucha emprendida principalmente en la capital, único espacio en el que se sintieron realmente ubicados y hasta comprendidos. En esta ocasión intenté elucubrar un esbozo de análisis del discurso que arengaban (ya que pocas veces proponían algo en serio) pero sobre todas las cosas, comprobar si la etiqueta de 'caviar' de la que hasta el día de hoy no han podido despegarse es válida para definir el desenvolvimiento de estos extraños y apacibles especímenes políticos. Para ellos realicé una retrospección, y posterior comparación, hacia personajes que antaño enarbolaron banderas de lucha similares, con más criterio y consecuencia, y que recibieron el bendito calificativo. De esa manera intenté encontrar posibles vínculos que enlacen a aquellos izquierdistas de antaño que por cuestiones sociales y económicas fueron carimbeados* como 'caviares', con los activistas  'progres' (otra palabrita producto del devenir politiquero) de los años 2010. Aquí la exposición de la cuestión planteada 4 años atrás.

*El término carimbear no existe en ningún diccionario, tan solo salió como un novel juego de palabras basándome en el concepto de carimba, aquella marca que se hacía a esclavos africanos en nuestros años de oscurantismo (1532-1824), para aplicarla a la idea de etiquetar o calificar a terceros.

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Desde la aparición de los primeros partidos denominados de izquierda en nuestro país, se ha tratado de forjar un pensamiento que busque el beneficio de los sectores menos favorecidos de nuestra sociedad y por ende, diversas agrupaciones han tratado de tender puentes entre el partido y los sectores populares de la ciudad, al mismo tiempo que con el espacio rural. Con el paso del tiempo eran ya representantes de estos sectores quienes ya activaban dentro de agrupaciones que mantenían la tradición desarrollada y el discurso de los partidos de izquierda iba de la mano con sectores populares y grupos marginales de nuestra sociedad. 
Entre las décadas de 1960 y 1970, dentro de agrupaciones políticas como Vanguardia Revolucionaria y desde agrupaciones estudiantiles de izquierda comenzaron a surgir personajes que compartían los postulados referentes a la lucha por el bienestar de los sectores marginados pero que acarrearían consigo características que de alguna forma los marcarían a ellos y a quienes reprodujeran sus experiencias en el futuro.

Cuando la posición social fue un determinante en la política

Por los años 70 aparecieron nuevas figuras en el ámbito político dentro de la izquierda entre los que se destacaron nombres como Javier Diez Canseco, Henry Pease, Alfonso Barrantes e incluso Susana Villarán. Algunos de estos personajes ya venían activando desde años anteriores pero es en estos años en los que empiezan a destacar individualmente. Desde sus respectivas agrupaciones iniciaron un trabajo que iba dirigido hacia los sectores históricamente marginados, primeramente en Lima para después aventurarse al interior del país (esto último se planteaba como proyecto a futuro). Muchos de ellos por su juventud, se mostraban como las nuevas caras de la izquierda y su accionar generaba la aprobación de aquellos que se veían beneficiados con la colaboración brindada, pues de alguna forma se le buscaba solución a la crisis de representatividad que por aquel entonces los partidos afines ya tenían.
Sin embargo, pese al surgimiento de estas nuevas figuras que, debido a un trabajo en conjunto con distintos frentes, lograron forjar acciones partidarias concretas que ayudarían a dar mayor estabilidad a la izquierda nacional, para la década de 1980 las personalidades mencionada y sus respectivos allegados empezaron a recibir críticas y calificativos que buscaban minimizar los avances logrados, como la formación de la Izquierda Unida y su triunfo electoral. Las críticas que este sector recibía se dirigían a un aspecto específico que caracterizaba a muchos militantes o personas cercanas a estos nuevos grupos: su posición social y económica. Para entender mejor esta situación es necesario recordar los orígenes de algunas de las personalidades criticadas: Diez Canseco fue hijo de Luis Diez Canseco Maguil, gerente del Banco Popular y descendiente directo del general Manuel Diez Canseco y Corbacho. Su infancia y adolescencia las vivió entre Miraflores y San Isidro en colegios como Santa María Marianistas. Es ya en los espacios universitarios en que decide dejar de lado las comodidades para aprender más de la desigualdad que mostraba la sociedad peruana. Henry Pease, por su parte, estudió en el colegio La Inmaculada y fue hijo de un almirante. Susana Villarán hizo lo propio en el Colegio Franco-Peruano de Miraflores y tuvo la oportunidad de estudiar en la Universidad de Chile.
Todos estos aspectos hicieron que debido a la posición social de personajes como los mencionados, entre otros, genere un sentimiento de rechazo por parte de aquellos que se consideraban verdaderos representantes de las clases populares. Incluso se llega a plantear que aquellos militantes no debían ser parte de los procesos de cambio social por acarrear a sus espaldas el peso de sus respectivas historias familiares y su propia posición dentro de nuestros estratos sociales, lo que generó una división dentro del espacio de izquierda (una de las tantas) y que posteriormente decaería en calificativos empleados por aquellas posiciones progresistas opuestas a este tipo de militancia y los sectores antagónicos.

El origen del término 'caviar'

Como ya se mencionó, estas nuevas agrupaciones, como Izquierda Unida, no fueron vistas con agrado por todos los sectores denominados progresistas o hasta socialistas. La crítica hacia estos nuevos grupos señalaba que sus integrantes no tenían un vínculo directo con el pueblo por haber nacido en ambientes ajenos a los sectores populares y por tal motivo no encajaban en las luchas populares. Algunos críticos más acérrimos plantearon que aquellos frentes eran más bien parte del ala izquierda de la burguesía, pues el origen acomodado de quienes activaban en aquellos grupos era innegable. Esta desunión dentro de los espacios llamados de izquierda fue bien aprovechado por sectores opuestos a la dinámica de la izquierda y fue así como ya entrada la década se inserta el término de “izquierda caviar” para las nuevas agrupaciones.
Tal término tuvo su origen en la política francesa cuando sindicalistas y comunistas franceses empezaron a ver con sospecha y desconfianza que jóvenes intelectuales de origen burgués llegaran a considerarse de izquierda. Por tal motivo, se les acusó de atribuirse a sí mismo una consciencia política que para la visión de aquellos sindicalistas no les pertenecía y sospechaban que a pesar de la responsabilidad social que se adjudicaban aún sigan tratando con desdén al proletariado. Es en estos términos que se les empieza a calificar en base al entorno de estos intelectuales y las costumbres que tenían en su esfera social y por tal motivo, al estar sus reuniones envueltas de elementos como el champagne y el caviar (productos considerados como exclusivos de los sectores acomodados), es que se escoge lo último para definir a esta nueva izquierda. Así es como nace el término Gauche Caviar que se empleó para denominar a estos sujetos. La idea fue reproduciéndose por muchos países hasta llegar a nuestro continente y es así como es que llega a nuestro país y termina siendo empleada para nuestra izquierda con orígenes también burgueses.

Confrontación contra lo establecido

Esta nueva izquierda venía con propuestas para la época diferentes y que normalmente no eran vinculadas con la izquierda tradicional de aquel entonces. Esta nueva izquierda discrepaba con el radicalismo mostrado por agrupaciones que se hallaban más apegadas a viejas coyunturas como la guerra de guerrillas o la centralización de la organización dentro de la dirección del partido. Esta nueva izquierda, por su parte, se mostraba como distante de esta verticalización del poder planteando, por el contrario, una visión más abierta de la militancia que no ponía como punto primordial el tomar las armas o la creación de un comité central. Estas ideas resultaron chocantes para quienes veían los puntos rechazados como los pilares de la lucha social.
Con este alejamiento de lo común, la nueva izquierda desencadenó una crítica hacia las viejas prácticas las cuales no venían logrando la aceptación esperada, lo que dio motivo a que la nueva izquierda refuerce su posición, del mismo modo en que los teóricos de la posmodernidad mostraron su rechazo a seguir desarrollando metodologías convencionales que consideraban estancadas y enfocadas en lo general.
Este abrupto cambio de pensamiento dentro de la izquierda hizo que los espacios afines a la tradición progresista terminen por catapultar a la nueva izquierda como “izquierda caviar”, término que terminó perdurando. Aun así, esta nueva izquierda pudo lograr lo que el radicalismo no pudo hacer, que fue tomar espacios de poder. Esto indica que el nuevo discurso logró generar entre la población una confianza mayor que la que el ala radical tenía para con el pueblo al que defendía y diversos resultados electorales parecían darle la razón a la nueva izquierda. Así, el triunfo de electoral de la Izquierda Unida de Alfonso Barrantes en 1983 parecía fortalecer a esta nueva forma de consciencia social y a la izquierda peruana en general. Lamentablemente, la aparición de Sendero Luminoso y todo lo que se desencadenó por esto, terminó siendo un determinante en el grado de representatividad de las agrupaciones de izquierda, tanto de las tradicionales como de las que venían consolidándose tras el triunfo de "Frejolito".

Situación post-conflicto

Para la década de 1990, la caída de Sendero originó que la izquierda tenga cada vez menos cabida en el ámbito político nacional pues se encasilló a todos los grupos como si fuesen lo mismo. Es en esta época que las organizaciones no gubernamentales (ONG’s) fueron consolidándose en el país por intermedio de sus programas de ayuda social brindada a muchas regiones del país. Estas organizaciones fueron llenando sus filas de sujetos afines a la postura de la nueva izquierda, quienes al no ver en la política espacios adecuados para desarrollar sus proyectos, vieron la vía de las ONG’s como la adecuada, reforzando los principios de estas con la forma de ayuda social que practicaba la nueva izquierda ya disuelta, orgánicamente hablando. Otros, por su parte, no se alejaron de la política en los años de crisis y en esta década siguieron defendiendo sus ideas dentro del Parlamento, como lo hiciera Javier Diez Canseco. Aun así, el discurso de izquierda, hablando en líneas generales, se veía como desgastado debido a la caída del régimen soviético, la captura del líder senderista y publicaciones como las de Francis Fukuyama, por lo que su inminente desaprobación se vería reflejada en las elecciones de 1990 y 1995 en las cuales prácticamente la izquierda no figuró. Esto devino en la desaparición de agrupaciones y personalidades vinculadas a estos espacios.
Es recién a inicios del nuevo milenio que una parte de estos espacios desaparecidos vuelve a aparecer en la escena política debido a proyectos encargados de retomar lo acontecido en las últimas décadas. La creación de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) en el 2003 permitió que la nueva izquierda, en ese momento alejada de lo público, retome sus fueros y ayude a avalar la labor desarrollada por los intelectuales encargados del informe que la Comisión había elaborado.
Para este momento, ya no eran los mismos rostros de la década de 1980 los que encabezaban acciones como como la difusión del Informe de la CVR, pero lo que sí se notaba es que el discurso que la otrora nueva izquierda planteaba recobraba vigencia debido a la reflexión que el informe nos traía y el amparo que la izquierda de los 2000 encontró en la ya mencionada Comisión.
Este es solo un hecho aislado de aquellos años pues aún quienes querían retomar el discurso moderado de años atrás aún no tenían la suficiente fuerza política para renacer, pero hubo un hecho que permitió que un discurso que ya se creía abandonado, al menos en el Perú, recobre validez para ciertos sujetos inmersos en el acontecer político nacional. La elección de Susana Villarán como alcaldesa de Lima en 2010 permitió que el mensaje de la nueva izquierda de los 80 vuelva a posicionarse en la discusión sobre nuestro porvenir pues resultó que aquellos que aún mantenían con vida las ideas de la nueva izquierda (una mirada más horizontal al momento de ejercer el poder, mayor inclusión social, tolerancia política, un cambio social sin caer en radicalismos, etc.) para la década pasada no encontraban un apoyo que les ayude a tener cierta estabilidad. Es con la elección de Villarán que las agrupaciones, especialmente colectivos, que trataban de difundir lo desarrollado por aquella izquierda encuentran un medio para volver a consolidarse, al ser Susana Villarán parte de aquella época en que esa nueva izquierda se hallaba aún incipiente.

El retorno de los ¿'caviares'?

En los años siguientes a la elección del 2010, cobran cierta fuerza partidos como Tierra y Libertad y la propia agrupación de Susana Villarán, Fuerza Social. En este periodo de supuesta consolidación de la izquierda en el Perú se dan 2 situaciones que rememoran las críticas que los radicales de antaño propinaban.
La primera es que se repetía la situación por la cual la izquierda tradicional mostró su rechazo a la nueva izquierda: Jóvenes ajenos a los sectores populares de Lima eran quienes se apoderaban del liderazgo de estas agrupaciones, al menos en lo que respecta a las juventudes de tales partidos. Esto produjo que ya no solo desde los rezagos del radicalismo sino también desde la derecha peruana se ponga en la palestra un término que ya se creía dejado de lado: la “izquierda caviar”. Aproximadamente a mediados del año 2011 es que la crítica a estas nuevas agrupaciones viene cargada de este término, ya despectivo para aquel momento, que logró de alguna forma generar en la población un vínculo entre el término y los individuos en quienes recaía el calificativo, situación que no pudo ser mejorada por estos nuevos militantes pues su falta de preparación en situaciones pragmáticas fue mostrada en muchas oportunidades lo que en cierta medida permitió dar la razón a los críticos.
La otra situación fue algo más compleja. Hubo un momento dentro del resurgimiento de esta nueva izquierda en estos años en que el discurso y las prácticas que la corriente resurgida dictaba ya no solo era tomado por herederos directos de los forjadores de la izquierda moderada setentera ni por jóvenes medianamente posicionados, sino que poco a poco este discurso, ahora con la idea de inclusión social y tolerancia puestas como temas primordiales, fue calando en sectores populares de la ciudad. Esta inmersión del discurso en espacios populosos no solo era tomado como parte del programa que la resurgida izquierda moderna difundía en sus antiguos comités vecinales o locales partidarios, sino que la propia juventud de estos lugares se atrevía a formar parte de esta nueva forma de izquierda que intentaba estar más cerca de los nuevos tiempos.
Esta entrada de jóvenes nacidos en distritos pertenecientes a los sectores C y D dentro de nuestra pintoresca estratificación social dio un toque novedoso en este intento de renacer de la izquierda peruana, pues ahora ya no solo individuos de estratos acomodados formaban parte de partidos y colectivos vinculados al discurso progresista, sino que también sujetos ajenos por completo a los estratos de apellido compuesto eran ahora agentes de aquellos movimientos. Tamaño cambio de procedencias se vio con mayor claridad en la dinámica política de espacios universitarios, en donde las agrupaciones de inicios de la década (Tierra y Libertad, Partido Socialista, además de organismos estudiantiles afines) están teniendo cabida por encima de otras posturas también consideradas progresistas o hasta combativas.
Es por esta razón que cuando los integrantes de estos frentes, partidos o colectivos se muestran reacios a aceptarse como ‘caviares’, tienen parte de razón pues los que ahora se llama caviar ya no es lo mismo que lo que se criticaba en otros tiempos, pues ahora estos espacios han ampliado sus horizontes y reciben a sujetos ya no solo de un determinado espacio sino de muchos, lo que nos hace ver que el discurso alguna vez expuesto actualmente ha ampliado sus fronteras y ha transgredido la condición socio económica, y es desde esta nueva configuración que en conjunto tratan de proponer una nueva visión que renueve viejas prácticas de lucha social y para ellos intervienen en espacios como la etnicidad, las luchas de género, todo esto acompañado de la búsqueda de un reposicionamiento propio y de los sectores a los que intentan defender. Lamentablemente, la coyuntura actual parece indicar que todo esto no quita que aún les falta mucho para salir del término casi eterno  en el que han sido encasillados.



Lima, 14 de julio del 2014