miércoles, 15 de noviembre de 2017

Reflexiones de rojo y blanco






Por Luis R. Carrera

Si hay algo que la vida me ha enseñado, en especial desde que entablé lazos con el "Deporte rey" hace unos 15 años, es que es más que un riesgo adelantarse a los hechos, más aún si se toma en cuenta el espacio y contexto futbolero a 2 colores en el que nos ha tocado desenvolvernos. Aún tengo presentes las fallas y vacilaciones pasado el minuto 85, las primero sorprendentes y luego ya habituales eliminaciones coperas, los frustrantes (en su mayoría) Sudamericanos juveniles, las generaciones perdidas, los últimos Clásicos del Pacífico, el gol de Palermo al minuto 94 (todavía lo recuerdo, con todo y la bruma de aquella jugada), el teatro de Luis Suárez en el 2013, entre otros hechos que nos enrostraban que el camino a la máxima cita futbolística estaba más lejos en cada proceso. Hoy la situación es distinta más allá de los cambios, los fallos y la confianza en el equipo y se tiene la chance de hacer que el recuerdo más reciente de Perú en un mundial no sea nunca más el de La Rosa batiendo, sin celebrar, la valla polaca pero para eso aún quedan 90 minutos de espera. 90 minutos ante un rival que desde hace varios años viene aplicando un Catenaccio maorí que combina los estilos del Luis Fernando Suárez y "Petróleo" García para evitar las goleadas de antaño, razón por la cual aun prendo las alarmas mientras las calles anuncian resultados tipo eliminatoria oceánica. Pero está bien, la afición tiene derecho a ilusionarse una vez más porque la situación de algún modo lo amerita pues al igual que quien escribe, los únicos mundiales con camisetas blanquirrojas alrededor que han visto han sido aquellos Sub-17 donde fuimos anfitriones, en un primer momento, para luego pasar a tener figuras mediatizadas en la segunda oportunidad, por lo que es más que comprensible el deseo de ver a la de Mayores en las lides mundialistas. Mas pese a todo esto, la vida, vuelvo a decirlo, me ha enseñado a controlar mis emociones en este aspecto. Es difícil pero entendible si vuelvo a enumerar los magros resultados de años anteriores que por ahora dejaré de mencionar. Hoy la situación es más alentadora incluso más que en el 97, y a pesar de ellos no exclamaré arenga ni sentimiento enraizado alguno pues sé que a pasar de toda esta reflexión que intento articular, algo de fe sigue rondando en mi subconsciente futbolero que me hará abandonar mi resguardo para sintonizar estos últimos 90 minutos que pueden definir o no, a una generación entera. Depende ya de lo muchachos del "Tigre". Vamo' Perú.