Por Luis R. Carrera
“¿Y tú que haces con esa camiseta?” “¿Qué
tú no eras de Alianza?” “¿Negro y de la U?” Por años he sido abordado con este
tipo de cuestionamientos cada vez que confieso mi hinchaje y aún en estos días
me encuentro con las mismas expresiones de sorpresa y, en algunos casos
desconcierto, de años atrás. Por lo visto, mi color y la camiseta que me pongo
no guardan relación para algunos.
Esta situación ha generado incomodidad en
muchas personas que como a mí, se les puso en tela de juicio su preferencia
futbolística por cuestiones fenotípicas, actitud por demás errónea y
prejuiciosa que, si bien posee un fundamento endeble, se puede llegar a
comprender. Por muchos años ha sido inculcado en el imaginario popular que solo
un equipo en el Perú es el difusor exclusivo de lo afroperuano en el Deporte
rey. Diarios, programas televisivos, chistes y hasta el entorno familiar nos
han bombardeado con una infinidad de frases y conductas que direccionaban a un
mismo mensaje: Eres negro, entonces tienes que ser de Alianza. Esto a raíz de
la cantidad de jugadores afro que el compadre empezó a congregar en los años
20, circunstancia que lo convirtió para la opinión pública en el abanderado de
una identidad con la cual (es necesario aclarar) no nació.
Sería a partir de aquel primer clásico de
1928 y la dicotomía que los medios crearon (Blanquitos: U – Negros: Alianza)
que estos pensamientos respecto al hinchaje y el color de piel se volvieron
ley. Mas si seguimos analizando la
historia de este enfrentamiento y el devenir de ambos clubes, podemos darnos
cuenta que la esta división socio-deportiva planteada hace más de 90 años
perdió rápidamente validez objetiva, pero a pesar de ello sigue rondando nuestras
subconscientes hasta el día de hoy, debido a la efectividad de los agentes de
difusión ideológica mencionadas líneas arriba.
Ante esta situación, es más que necesario
romper con la idea que las afirmaciones que hemos oído en la vida cotidiana han
sentenciado especto a la carga étnica en el fanatismo por un equipo pues, si
bien es cierto que el clásico rival posee mayoría de hinchas afroperuanos
respecto a otros equipos, estos también llevan entre sus fieles a fanáticos
negro, zambos, mulatos, etc. que acrecientan el nivel de afición de cada club y
enriquecen la multiculturalidad en cada barra, factores presentes en la “U”
pero que en algunas ocasiones han sido dejados de lado al momento de retratar
la historia del equipo más grande del Perú.
Para romper con los paradigmas raciales
que se nos han impuesto y que a la fecha continúan con cierta vigencia, solo
basta con repasar la historia del club. Era el año 1933 y la Federación
Universitaria de Fútbol se convertía en el Club Universitario de Deportes y se
desligaba de todo vínculo con San Marcos para ejercer como una institución
autónoma y de alcance nacional, algo que venían gestando desde antes del cambio
de nombre con la inclusión de los hermanos Fernández. Fue así que los sectores
populares pudieron tener acceso al equipo merengue, algo que le permitió a
Félix Sayers entrar a la U y convertirse de esta manera en el primer
afroperuano en vestirse de crema, en pleno auge del Rodillo blanquiazul. Por
ser el primer jugador negro en ponerse la casaquilla de Universitario antes que
la del rival de enfrente le valió muchas críticas por parte de la opinión
pública y ataques dentro de la cancha, pero eso en vez de amilanarlo, le dieron
mayor fortaleza para afianzarse como medio titular y salir campeón en 1934.
Félix Sayers abrió sin proponérselo, una
puerta para todos aquellos descendientes de la Diáspora Africana que quisieran
integrar las filas de Universitario. Fue así como le sucedieron jugadores de la
talla de Juan Honores, arquero ascopano campeón con la “U” y la selección
nacional, Pablo Pasache figura crema y de Colo Colo, Jacinto Villalba, el
internacional wing que paseara su fútbol por Argentina y Colombia,
Maximiliano Huapaya, aguerrido mediocampista baluarte del primer bicampeonato
crema, Walter Ormeño, otra figura internacional surgido de nuestro club y
Rufino Valdivieso, recio defensa venido de Cañete, quienes en la década de 1940
se consagraban con títulos en tienda merengue y al mismo tiempo hacían frente
al prejuicio étnico ya establecido en aquellos años.
Las décadas del 50 y 60 no harían más que
seguir desestabilizando la idea que profesaba que un jugador negro no debía
vestirse de crema pues aparecerían jugadores cuya tez no impediría que se
convertirían en ídolos del club. Aquí tenemos al legendario Dimas Zegarra, el
histórico arquero que defendiera por 14 años el arco merengue y que a la fecha
es una leyenda viva del club, Segundo Guevara, goleador cusqueño que sucediera
a “Lolo”, Ismael Soria, lateral derecho que vendría de Colombia directamente a
jugar por la “U”, Joe Calderón y Germán Colunga, quienes eligieron reforzar al
equipo antes que otros clubes, Humberto Arguedas, volante rimense que sería uno
de los iniciadores de la época dorada del club, Alejandro “Pelé” Guzmán, ariete
chinchano surgido de nuestras canteras que deleitaría a la hinchada de antaño
con sus goles y aterrorizaría al compadre en los clásicos que disputó, Víctor
“Kilo” Lobatón, puntero izquierdo chinchano al igual que Guzmán y que se
convertiría en el amigo inseparable del gran “Pelé”, con quien aparte de dejar
en alto el nombre de Chincha y campeonar con la crema en el pecho, fue asiduo
visitante del barrio de Malambo en el Rimac, símbolo de la cultura afroperuana.
Otros distinguidos integrantes del plantel
de Universitario de este periodo que pasarían a los años 70 fueron Enrique
“Ronco” Rodríguez, recordado puntero que nos diera el triunfo en cancha de
River en esa Copa del 67, Pedro Gonzales, el lateral derecho mundialista, Félix
Salinas, corajudo defensor proveniente de Aucallama, otro bastión de la
negritud peruana, Fernando Alva, padre de un recordado jugador como lo es Piero
Alva, y cómo pasar por alto a uno de los símbolos de Universitario en toda su
historia: Héctor Chumpitaz, capitán, baluarte, ídolo y figura distinguida de la
“U”, quien defendiera con honores nuestra divisa y la camiseta de la selección
peruana alcanzando logros con ambas escuadras. Luego vendrían otros estacados
jugadores como David Zuluaga, “Pichicho” Benavides, Enrique Mendoza, Eduardo
Rey Muñoz, Leo Rojas, el recordado Samuel Eugenio, Andrés “Balán” Gonzales,
Jesús y Freddy Torrealva, Octavio Vidales, Ricardo Bravo, Eddy Carazas, Piero
Alva, Gregorio Bernales y muchos otros jugadores que a lo largo del tiempo nos
han demostrado que el color de piel no es un factor determinante al momento de
elegir un equipo.
Pero el aporte afroperuano a Universitario
no se limita únicamente al plantel de jugadores. Diversas áreas de la
institución se han nutrido del trabajo incansable de ilustres personajes
descendientes de congos, angolas y mandingas que al igual que los personajes ya
mencionados, priorizaron el amor por el club que los entredichos de la gente.
De esta manera, han defendido al club, desde sus respectivos espacios,
personajes ilustres como Don Guillermo Apesteguía, guardián del estadio “Lolo
Fernández”, Doña Margarita Arizaga, la cocinera oficial de la “U” por varias
décadas, quien pese a ser tía de Teófilo Cubillas, expresó con firmeza su
hinchaje por Universitario, Hermes Zolezzi, afamado utilero del club que ha
acompañado a distintas generaciones de jugadores, quienes están completamente
agradecidos con los servicios prestados al equipo del popular “Monito”. Y cómo
olvidar que desde la tribuna también se ha podido hallar herencia afroperuana
al servicio del club, pues es necesario sumar a esta amplia lista al “Negro Bam
Bam” célebre integrante de la Trinchera Norte que en la década del 90
contribuyó a que esta barra popular se convierta en la más grande del Perú.
Por todo lo expuesto, queda claro que en
estos días está de más ponerse a cuestionar el hinchaje de otros solo por sus
facciones o su color, mucho menos en un club como la “U” que desde sus primeros
años se encaminó a ser una institución que albergara a todas las sangres dentro
de su inmensa hinchada, cosa que logró tanto en la cancha como en la tribuna. Nuestra
historia así lo demuestra.