lunes, 31 de agosto de 2020

Culpables en Lima Norte




Por Luis R. Carrera

La imprudencia, el alarmismo, la falta de preparación y la inoperancia de la autoridad han vuelto a ser una combinación fatal en estos tiempos de amenaza del COVID-19 y en esta ocasión, la suma de estos factores ha costado la vida de 13 personas que terminaron siendo las víctimas del episodio más triste de la pandemia en la capital peruana. El país entero está de luto por estas pérdidas y debería estar lamentando tamaña desgracia acontecida el sábado 22 de agosto. Digo que debería porque si pasamos revista de las publicaciones hechas sobre este hecho, nos toparemos con una realidad que difiere mucho de lo que comúnmente se suele hacer en situaciones trágicas. Así, veremos cómo las reacciones de la gente al enterarse de lo sucedido en Thomas Resto Bar se convierten en una clara y reciente evidencia de la percepción vida por parte de muchos usuarios de las distintas plataformas virtuales, además de comprobar lo poco que vale, para algunos, la vida del resto cuando se antepone la oportunidad de hacerse de dinero evadiendo burocracias municipales. Pero antes de esto, va un breve recuento.

Nos encontramos en el pujante distrito de Los Olivos, espacio símbolo de Lima Norte. Corrían los últimos minutos de libre tránsito en la noche del 22 de agosto de este presente y tan complicado año y todo parecía transcurrir el curso normal establecido luego de la cuarentena. De repente, algo ocurre en la Av. El Zinc, calle enclavada entre las avenidas Rosa de América y Alfredo Mendiola, a un paso de la Panamericana Norte. Música, risas y alaridos retumbaban al interior de la discoteca Thomas Resto Bar y el escándalo que este recinto originaba había hartado a muchos vecinos de las calles colindantes con la avenida ya mencionada. Fue así que, ante las insistentes llamadas a la comisaría del lugar, la policía decide intervenir el sitio por medio de un operativo de emergencia, situación que devino en la intervención del local, la detención de los asistentes y la huida de un grupo de estos entre los cuales se encontraban las 13 víctimas que pagaron todas las consecuencias.

El resultado no podía ser otro: tragedia nacional y repercusiones del hecho tanto en la prensa local como internacional. El Perú volvía a ser a estar ante los ojos del mundo y una vez más por causa de una tragedia, como para no perder la costumbre. De esta manera, supimos todos que la cantidad de asistentes fue 10 veces más que la cantidad de efectivos policiales que intervinieron el restobar, que solo había un acceso al local habilitado para las más de 100 personas que se disponían a romper el toque de queda y que esa única salida estuvo cerrada al momento de la estampida de los fiesteros cuya desesperación por huir de la autoridad los hizo realizar una triste recreación de lo ocurrido en el Nacional en mayo del 64. Esta fue la forma en que se consumó una tragedia que pudo evitarse muy fácilmente pero que fue fluyendo directo hacia la desgracia por una serie de factores que se entre juntaros esa fatídica noche y que si se examinan por separado notaremos que para la prensa internacional puede ser algo sorpresivo e inusual pero dentro del millón de kilómetros que preservan a esta patria han sido y seguirán siendo una constante entre nosotros. A continuación, los principales factores.

Los concurrentes

Sea por rebeldía, ansiedad o ignorancia, siempre encontraremos o tendremos noticias de vecinos que deciden ir en contra de toda muestra de racionalidad y salen a donde el destino los lleve sin importar la situación que se viva o los límites que desde arriba y en este periodo de pandemia le hacen el amague a la ley para seguir con el destrabe al que estaban acostumbrados. Así fue como a través de reportes y noticias supimos que ciudadanos de a pie, deportistas y hasta autoridades locales fueron descubiertos en reuniones y eventos que hoy están prohibidos como medida de seguridad. Eso fue lo que hicieron los temerarios asistentes a la fiesta organizada por el restobar Thomas la noche de aquel sábado en el que simplemente dejaron todo de lado y corrieron a ampararse en esas cuatro paredes que aseguraban una noche diversión absoluta. De nada sirvieron los mensajes en radio, televisión, diarios, las campañas, los mensajes a la nación ni los “Aprendo en casa”. Solo importaba esa promesa de alcohol y reguetón a discreción que Thomas Resto Bar garantizaba.

A nadie le queda duda que esto fue un acto completamente imprudente e inoportuno en un momento tan difícil como el que nos está tocando vivir y que aquellos que asistieron a esa fiesta a espaldas de la autoridad dieron muestras de total ignorancia y nulo interés por el contexto actual. Pero justamente ese rechazo a lo ordenado por el Estado tiene una razón de ser. Se ha visto el poco interés de algunos por seguir reglamentos, algo que no refleja otra cosa que una escasa consciencia de la crisis global que nos aqueja y un nivel de educación muy por debajo del promedio, pero esa falencia se origina en la instrucción limitada de los padres y demás familiares de cada uno de los asistentes a la fiesta, lo que a su vez tiene origen en la crisis de un sistema educativo que no da muestras de un cambio verdadero y que a pesar de ello es impartido a Los Olivos y otras zonas de la urbe periférica limeña espacios que hoy gozan de un crecimiento a nivel comercial pero que siguen dando señales de que un desarrollo pleno en esta parte de Lima está muy lejos de concretarse. 


La población, por su parte, percibe el desinterés de sus autoridades por lograr un mejorar las cosas y así es que deciden manejarse bajo sus propias reglas. Como resultado final tenemos núcleos familiares que instruyen a sus hijos con nociones básicas para subsistir, en base a las experiencias que padres y abuelos padecieron, poniéndolas por encima de lo que vendría a ser una consciencia ciudadana, al no ser esto un elemento que garantice, desde su punto de vista, una superación económica. Todo este entramado fue dando forma a los desatinos e imprudencias que cada uno de cientos de jóvenes cometió cuando decidieron ir a esa fiesta que nunca debió darse. Aclaremos que el ir a esa reunión clandestina fue un completo acto de idiotez pero que como ya hemos visto, no se forjó de la nada.

 Los “bravos” de Thomas Resto Bar


Todo el problema ya conocido tuvo su origen en aquellos empresarios que abrieron las puertas de su recinto teniendo pleno conocimiento de lo decretado por Vizcarrita y aun así, mantuvieron el horario y los eventos de siempre sin importar que existe un toque de queda de por medio. Podríamos entender que como administradores de un local necesitan seguir generando ingresos, pero no es este el caso, más aún si nos detenemos a analizar el proceder de los dueños y administradores.

El local, ubicado en la cuadra 2 de la Av. El Zinc en plena Urbanización Industrial Infantas en el distrito de Los Olivos, es uno de los 3 establecimientos que posee la empresa Monditex S.R.L., dedicada al rubro textil, la cual tiene como representantes legales a los señores Leandro Montoya Callirgos y Nélida Díaz Serrano siendo esta última propietaria del local ubicado en la urbanización industrial, rodeado de calles con nombres de metales para que quede claro lo industrial que es la zona. Es la señora Díaz Serrano quien alquila el establecimiento a los arrendatarios Job Luque Ayala y Judith Ortega Godoy, quienes ya con la autorización de la propietaria se vieron en la libertad de manejar el local como mejor les parezca. Así fue como nació Thomas Resto Bar.

 


La administración del lugar y el manejo en general de la empresa Monditex acarreaba una serie de problemas que venían desde la dirección de la misma, la cual no parecía querer solucionar. Si nos buscamos información de la compañía en Sunat, veremos que sus datos se encuentran desactualizados al no presentar declaración jurada desde el mes de mayo (fecha en la que solo registraba 6 trabajadores). Además, no taremos que el señor Montoya Callirgos figura como persona natural sin negocio para la realización de actividades inmobiliarias. El apego a la informalidad por parte de estos empresarios venía desde mucho antes de la tragedia y quizá sea esa una de las razones por las que ni a Nélida Díaz Serrano ni a Leandro Montoya les importó saber que a Job Luque Ayala le habían clausurado la discoteca La Guitarra Vip que administraba en Boulevard El Retablo, en el combativo Comas, por infringir normas de seguridad, más bien le renovaron el contrato el pasado mes de julio para seguir llevándose alguito en este tiempo de pandemia. Y ya con el contrato renovado, Thomas Resto Bar se dedicó a organizar grandes fiestas y eventos sábado a sábado en su local de la Av. El Zinc promocionadas a través de sus plataformas virtuales en donde convocaba a la juventud de Los Olivos a divertirse como si no hubiese COVID hasta altas horas de la madrugada disfrutando los últimos éxitos de la música urbana y de todo el alcohol que puedan en su apacible y seguro segundo piso de capacidad limitada y con una sola puerta de salida. “¿Toque de queda? ¿Qué es eso?” parecía decir la pareja arrendataria.


La Muni


A pesar de haber clausurado Thomas Resto Bar el año pasado en tiempos que su Gerencia de Seguridad Ciudadana era dirigida por el televisivo Daniel Urresti, la discoteca en cuestión reinició sus actividades el presente año sin restricción alguna por parte de la autoridad y se dio el tiempo de establecer vínculos con productoras como A&A Producciones que grababa y subía sus redes tanto las fiestas que organizó el local de Los Olivos como otras que se llevaron a cabo en otros puntos de la ciudad, también al margen de la ley  y con artistas invitados como lo fueron ‘Chacalito’, hermano menor de “Papá Chacalón”, Orquesta Chacapelón, Willy Coronación, Alexito Espinal (este en el propio Thomas Resto Bar) y el ‘Chacal’, el legendario iniciador de la tradición chacalonera.


El establecimiento que albergara las 13 muertes venía organizando eventos en sus instalaciones, amparados en la renovación de contrato con los dueños de Molditex, en los que estuvieron involucrados el ya mencionado Alexito Espinal y hasta una barra de Universitario de Deportes por supuesto en horas del toque de queda sin temor a que el municipio de Los Olivos tome acciones en este desacato a las leyes, situación que en un primer momento puede causar extrañeza pero si revisamos información que menciona que esta comuna de Lima Norte no emplea ni la mitad del presupuesto que el Estado le otorga y que del porcentaje destinado a la seguridad ciudadana ejecuta solo la mitad de lo que corresponde, nos daremos cuenta el porqué del  libre funcionamiento de un local que ya se encontraba vetado por el ente gubernamental del distrito.


Felipe Castillo Alfaro, burgomaestre que ha poseído el sillón municipal de Los Olivos desde 1996 y que muestra visos de establecer una dinastía al estilo europeo medieval, dice encontrarse extrañado del funcionamiento del restobar pues afirmó no haber recibido queja alguna de las fiestas clandestinas por todos conocidas. Esto obviamente en un intento por evitar cuestionamientos a la evasión de su responsabilidad de ejercer un mayor control en locales de este tipo ante los reclamos de los vecinos que ya no toleran los escándalos que locales como Thomas Resto Bar provocan todas las semanas aprovechando el "descuido" del municipio. Pero al igual que los representantes de Molditex y el señor Luque Ayala, el alcalde Castillo tiene también un pasado marcado por el rechazo a lo legal. En el 2015, tiempo en el que milagrosamente no era alcalde del distrito, fue denunciado penalmente por la construcción de un edificio destinado a ser una universidad particular de la que el propio Castillo sería el rector (¿eres tú Pepe Luna?). Finalmente, el Poder Judicial aceptó su apelación a la demanda en 2018 y ese mismo año, como premio a tan ejemplar accionar, fue nombrado una vez más alcalde de Los Olivos, comuna que parece estar condenada a ser el eterno feudo del clan Castillo Alfaro en el que la ley es algo opcional, al igual que las necesidades de los residentes.


El cuarto poder


Una mención especial merece la forma en cómo los medios fueron informando al público a cerca de la tragedia con el paso de los días. En un primer momento activó su modo alarmista para que la noticia genere mayores repercusiones que las que ya tenía pues ni bien se supo lo que había ocurrido en Thomas Resto Bar, tomaron el primer testimonio que tuvieron al alcance, el mismo que señalaba el uso de bombas lacrimógenas por parte de la Policía Nacional, y divulgaron información que provocó una momentánea confusión e incertidumbre entre los que estaban realmente interesados en conocer los detalles del hecho pero al mismo tiempo les generó vistas y compartidas a sus notas.

Ante ello hubo que aclarar ese punto y una vez hecho eso, pasaron a la etapa de estigmatización de las víctimas. En un nuevo intento de ampliar la difusión de sus publicaciones, distintos medios, tanto serios como sensacionalistas, comenzaron a indagar en las identidades de las víctimas de la intervención, que fueron 12 mujeres y un hombre en total, pero no de un modo reivindicativo sino más bien, señalando a los que tenían antecedentes policiales, información que no estaba tan alejada de la realidad pero que al ser uno de los primeros rasgos de los fenecidos a resaltar, el hecho fue un ejemplo más de cómo se relacionan espacios periféricos y/o marginados de la ciudad con la delincuencia en primera plana, sin mencionar el reforzamiento de aquella visión de la periferia limeña sumergida en la otredad. Es que no hay compra de periódicos ni retweets a las publicaciones si ese toque de morbo no está presente. Por suerte, con el transcurrir de los días el sensacionalismo fue bajando de a poco y las informaciones tomaron un rumbo menos farandulero, aunque hubo por ahí alguno que otro comentario guiado por lo primero que el comentarista percibía de los hechos.


La respuesta del público


Este fue un factor que llamó considerablemente la atención. En contextos de índole trágico como el sucedido en Thomas Resto Bar, normalmente se espera la comprensión o por lo menos las condolencias del caso a los deudos por haber perdido valiosos integrantes de sus respectivas familias, para luego aconsejar, si así lo desean, qué no se debe hacer para evitar desgracias similares. Pero, muy por el contrario, las reacciones de muchos al conocer la triste noticia fueron de rechazo absoluto de las acciones cometidas por los involucrados, desprecio por los negligentes que asistieron a esa fiesta y lo peor de todo, la aprobación y alegría porque una parte del conglomerado haya muerto. Algunos incluso, a través de las redes, se ofrecían a matar a futuros imprudentes (“Para ver si así aprenden”, dictaba el consenso general). No faltaron por supuesto, los calificativos de “delincuentes”, “indeseables”, “malvivientes”, “lacras humanas” y cuanto calificativo negativo puedan adjudicarles. 

Ya se ha dicho que aquellos que decidieron infringir el toque de queda cometieron el mayor acto de estupidez presenciado en los últimos tiempos, pero esta negligencia no es motivo suficiente para desear la muerte de jóvenes que al final de cuentas son ciudadanos como ustedes y como quien les escribe. Aquí es donde el distanciamiento social pasa a ser una jerarquización a priori donde el que recibe la información se siente con la autoridad para juzgar las malas acciones de terceros mientras se pone su mascarilla por debajo de la nariz y piensa en comer en la calle. Fuimos pues testigos de una falta total de empatía con 13 familias en duelo por parte de todos los sectores de la 3 veces coronada, desde el vecino de asentamiento que quiere subir a la combi sin protección hasta el poblador de Las Casuarinas que organiza encerronas en su barrio exclusivo asumiendo que por ser del sector A – B está libre de todo contagio (la irresponsabilidad no conoce de niveles socioeconómicos). Conductas como estas se plasmado desde las primeras detenciones a infractores de la cuarentena y que de ninguna manera van a cambiar, peor aún en estos días en que las pérdidas humanas se ven como simples cifras. Viva el Perú y sereno.


Esos de verde


Hasta hace muy pocos días, la opinión pública anduvo defendiendo a capa y espada la labor de los efectivos policiales librándolos de toda culpa. Una vez que se despejó la duda sobre el supuesto uso de bombas lacrimógenas, diversos medios (no todos), la población civil y desde luego el Ministerio del Interior, acapararon todo espacio posible para decirnos que la intervención al restobar de licencia trucha fue la adecuada y a muy poco estuvieron de pedir ascensos a todos los efectivos partícipes de tan magno operativo, según los defensores de los de verde, de quienes se resaltaba el que hayan interrumpido el jolgorio y hayan tratado de separar a hombres de mujeres para las detenciones del momento. Pero luego de tanto soportar cómo se les eximía de todo culpando únicamente a los asistentes y a los organizadores del evento, la prensa se dejó de estigmatizaciones, recobró energías y sacó a la luz nueva información. Según la PNP, amparada por el Ministerio ya citado, el tumulto que originó las muertes se debió a que el grupo que intentó huir de las fuerzas del orden (es decir, los 12 efectivos que mandaron para los 120 irresponsables) provocó en su estampida el cierre de la única salida del local, que se encontraba abierta. Esto difiere totalmente de lo que se pudo apreciar en el registro de las cámaras de vigilancia que muestran la puerta de acceso cerrada todo el tiempo y con un efectivo resguardando, algo que prácticamente aseguró la posterior pérdida de vidas.


Seguido de esto y cuando se pensaba que esta contradicción era suficiente para cuestionar este operativo hecho a lo que salga y sin calcular de antemano una probable cantidad de individuos evadiendo las medidas sanitarias, llega a nuestras pantallas el informe Cuarto Poder, programa que cuando no tiene a Sol Carreño bailando con ex presidentes corruptos es un muy buen informativo, que ponía en nuestro conocimiento la existencia de un sospechoso personaje aprovecharon lo agitado de la intervención para acercarse al área de cámaras del local para manipular todo registro que evidencie que la versión de la Policía Nacional no era la verídica. El reportaje señala además que el misterioso sujeto extrae unos dispositivos de las cámaras de seguridad, los cuales sirven para almacenar todo registro que llegue a grabarse e incluso muestran la posible identidad del sujeto: nada menos que el suboficial Aarón salcedo, integrante del Grupo Terna. Queda demostrado entonces que aparte de que el operativo les quedó más grande que la camiseta del Barza a Semedo, los herederos de Alipio Ponce intentaron cambiar el curso de las investigaciones manipulando evidencias. Santa Rosita desde el cielo vuelve a defraudarse de sus engreídos.


Resumiendo así nomás

La tragedia ocurrida en Thomas Restobar es el hecho lamentable de esta pandemia con más repercusiones en lo que va del año y no es para menos. Es la mayor desgracia que todas las intervenciones a infractores de las nuevas leyes hemos tenido hasta ahora y se espera que con estas pérdidas prematuras se entienda de una vez por todas que no es tiempo de hacer lo que nos venga en gana y que evadir cualquier aspecto de las medidas sanitarias es la peor decisión que podamos tomar. Y así como se pretende hacernos entender esta premisa, también se espera que vayamos un poco más allá de solo criticar a los negligentes que salieron a vacilarse arriesgando sus vidas o afirmar que la procedencia de quienes acuden a recintos como este restobar es el único determinante para el brote de la idiotez y la irresponsabilidad. Es bueno que nos desprendamos de ese pensamiento guía, sobre todo si hacemos un poco de memoria y recordamos que no solo en la Lima de los conos se comenten actos de estupidez.

Que los juergueros son claros responsables en este caos, lo son, pero no dejemos de lado a los demás responsables. Tenemos a la administración en general de Molditex y por defecto a Thomas Resto Bar, quienes ya han sido detenidos por haber incurrido en delitos como homicidio culposo, lesiones culposas y violación de medidas sanitarias. Pero como era de esperarse, cada uno de ellos viene quitándose responsabilidades cual niño que rompió un vidrio y acusa a su compañero. Nélida Díaz Serrano ha declarado que ella no alquiló el ocal para eventos y que la culpa es de Job Luque Ayala y Judith Ortega Godoy. Luque Alfaro por su parte, jura que el establecimiento sí tiene licencia pero que la tiene guardada su madre (recuerdo haberle oído al Chavo mejores excusas) y en un giro inesperado de la trama, menciona al cantante Juancho Peña como el responsable pues, afirma Luque, el artista alquiló el local ese sábado fatal y que las entradas fueron cobradas por la esposa del intérprete. Una pasada de pelota que ni la de Chumpi a “Perico” León.


Está por supuesto la siniestra figura de Felipe Castillo Alfaro, señor feudal del condado de Los Olivos que apenas en su primera declaración ha dicho desconocer el proceder de los establecimientos de su propio dominio, teniendo equipo y presupuesto para ejercer una fiscalización pertinente pero como ya se ha dicho, en lo que va de su enésima gestión no ha empleado ni el 40 % del dinero otorgado por el Estado siendo la consecuencia directa de este absoluto desinterés por su distrito penosas limitaciones en sectores importantes de esta comuna de Lima Norte como la seguridad ciudadana. Son finalmente 3 elementos (los fiesteros, el emperador de Los Olivos y la Policía Nacional), entremezclados cada uno con sus propias deficiencias, los que dieron las condiciones para que el estado crítico en que nos encontramos se agrave aún más sumando 13 muertos adicionales al total de compatriotas fenecidos como los caídos por el COVID-19 o los asesinados de la comunidad kukama.

Quedarán en el recuerdo de los suyos jóvenes como Liz Melosevich, Allison Montañez, Sandra Peña Osco y Cinthya Salazar Cántaro, algunas de las 13 víctimas que aquel 22 de agosto del 2020 tomaron la peor decisión de su existencia y ahora son para el común de la gente un grupo más que se suma a la lista de muertos en este año tan atípico y complicado. Tomemos realmente consciencia de lo que pasó, del total de responsables y principalmente prioricemos el factor humano de este lamentable hecho antes que el ámbito estadístico pues por más de que las comparen con los caídos en Utopía, a ellas nadie les va a hacer una película.



Referencias: