Por Luis R. Carrera
El Rimac, otrora barrio de Abajo el Puente, el primer asentamiento de la
ciudad fuera del Centro Histórico tras la fundación colonial de Lima, es sin
duda alguna un espacio tradicional por excelencia de la capital peruana.
Diversos personajes y acontecimientos claves en la historia peruana se han
tenido participación en este humilde reducto localizado en la margen derecha
del Río Hablador, tanto en épocas prehispánicas, coloniales, como republicanas.
Cuna del criollismo, la arquitectura virreinal, la negritud peruana y la lucha
obrera, el amado barrio bajopontino nunca dejará de ser un referente del
devenir capitalino pese a su complicado presente plagado de incertidumbre,
irregularidades y autoridades que malversan bonos y donaciones. Las historias
que el otrora Arrabal de San Lázaro nunca perderán el grado de epicidad
adquirido con el paso del tiempo, por lo que lo que aquí se va a narrar entra
perfectamente en este universo de relatos de antología.
Malambo, epicentro de la fulería
Menciono líneas arriba el carácter criollo, virreinal y afroperuano que da
forma al distrito del Rimac y son justamente estos componentes los que moldean
el relato que aquí se va a desarrollar, el mismo que tuvo su origen en un
espacio del territorio bajopontino determinante en muchos episodios de su
historia: Malambo. El espacio que en el siglo XVI fuera un depósito de esclavos
adornado con muchos ejemplares de un árbol medicinal que dio nombre al sitio,
fue cobrando considerable importancia con el paso del tiempo pese a su
condición de zona marginal en la 3 veces coronada villa pues al ser cobijo de
esclavos en tiempos coloniales, se consolidó como un bastión de identidad negra
en donde se forjaron desde expresiones artísticas que marcarían la pauta del
folklore limeño hasta las bases de la lucha obrera a inicios del siglo XX,
pasando por relatos fantasiosos que narran la estadía de legendarios bandoleros
en sus callejones y un fundamental aporte al fútbol peruano en sus albores pues
aquí nacieron el Sport Inca y el Sport Progreso, clubes obreros que pasaron a
la historia del deporte nacional al consagrarse en los tiempos del Escudo
Dewar. Son todos estos elementos lo que convirtieron al barrio de Malambo en un
área determinante en la historia de la capital, aunque nunca dejó de ser un
lugar excluido del desarrollo de la ciudad a pesar de hallarse a escasos metro
del Centro Histórico, pues sus orígenes marginales marcaron para siempre a este
rincón de Abajo el Puente. Por tal motivo, la pobreza, la propagación de
enfermedades como la tifoidea (en especial en los niños) y la delincuencia
fueron males que estuvieron presentes al momento del desarrollo de la historia
que da vida a este relato, ocurrida en la década de 1910.
Dificultades abajo el puente
La delincuencia era una constante en territorio rimense, tal y como lo es
ahora. Como todo territorio con áreas consideradas marginales, el descuido por
parte de las autoridades permite a quienes optan por actuar al margen de la ley
operar con toda tranquilidad y gobernar calles y barrios sin necesidad de haber
sido nombrado. Esta situación se daba en toda la periferia al Centro de Lima y
muchos de los espacios tomados por delincuentes de aquella época aún siguen
siendo zonas de alta peligrosidad en nuestros días. Y el barrio bajopontino,
con sus callejones y sus áreas excluidas del progreso del Centro Histórico, se
convertía en el lugar perfecto para desenvolverse fuera de la supervisión
policial o municipal, siendo los impulsores de este viraje en el accionar
aquellos que se hallaban excluidos de los patrones de ciudadanía que dictaba la
norma por esos tiempos, aquellos que no habían tenido acceso a una educación de
calidad o separados de cualquier trabajo formal por el lugar el que viven o su
color de piel, vetos sociales que poco a poco los fue direccionando en su
búsqueda de alguna forma de subsistir. De este grupo de marginados hubo quienes
buscaron ganarse la vida como artesanos, ambulantes, dueños de pulperías o como
obreros en las fábricas textiles del barrio; pero hubo otros que optaron por
tomar de alguna forma aquello que consideraban que les pertenecía sin necesidad
de vender producto alguno o pasar su vida en una fábrica, pasando a formar
parte del peligroso mundo del hampa. De esta manera, fue el propio abandono de
dirigentes o funcionarios lo que por esos años llevó a muchos habitantes de
barrios populosos a actuar en contra de lo establecido, por necesidad en
algunos casos y en otros, por “vocación”.
Esta forma de actuar no era algo reciente. Durante el virreinato, los
cimarrones (esclavos fugitivos) se vieron en la necesidad de levantar aldeas
clandestinas a las afueras de la Ciudad de los Reyes y asaltar a todo hispano o
criollo que vean por su refugio, pues de no hacerlo, serían descubiertos y
llevados de vuelta a la ciudad que los consideraba menos que animales y los
excluía de toda forma de progreso (motivaciones similares las que se tienen en
ambos casos). Con los años, esos cimarrones pasaron a ser bandoleros a caballo
y para el comienzo del siglo XX ya eran integrantes de pandillas comandadas por
un líder al que llamaban “faite” (vocablo producto de una mala pronunciación
del término inglés fighter) que
comandaba al grupo, dominaba un determinado barrio y llegaba a ganarse el
respeto los vecinos, por ir en contra de aquellos que lo tenían todo. Era la
población negra de Lima la que por lo general lideraba este barullo, la misma
población que siglos atrás fue cimarrona y posteriormente bandolera, lo que es
una clara evidencia de que a pesar de que la esclavitud fue abolida en 1854, el
siglo XX iniciaba con el mismo nivel de racismo y exclusión que en el tiempo en
que se usaba la carimba. De igual forma se les unía población andina y mestiza
que también se veía con imposiciones limitantes para progresar. En respuesta, tanto
los pudientes del otro lado del río Rimac como los hacendados de Muñoz,
Palomares o Piedra Liza, amenazados por la presencia de estos “faites” y sus
aliados, señalaban a estos individuos como “gente de los bajos fondos” mientras
las autoridades seguían sin hacer algo por cambiar realmente esta situación.
Malambo, por supuesto, era el escenario por excelencia de esta dinámica.
Los bravos del barrio
De todo este conglomerado marginal, quedaron en el recuerdo las figuras de
2 de estos llamados “faites” que en el año 1915 protagonizaron un hecho
particular en la Lima aislada. La historia tiene inicio en el barrio de Malambo
(sí, otra vez Malambo), en donde alcanzaron fama 2 personajes de antaño. Por un
lado tenemos a Emilio Willman, mulato bajopontino conocido como “Carita de
cielo”, apodo que se ganó durante su niñez en Malambo que el propio Willman cambió
a "Carita” cuando creció. En Malambo tenía fama de ser un tipo elegante,
de buen verso y aptitudes para el baile, aunque también era un delincuente que
buscaba hacerse de un nombre en el mundo del hampa. Por otro lado, estaba
Cipriano Moreno, negro también de Malambo conocido con el sobrenombre de
“Tirifilo”, afamado delincuente de inicios de siglo XX que era respetado y al
mismo tiempo temido por la gente de este barrio. Se trataba de un hampón que,
si bien era de los más rankeados en la Lima marginal, era también soplón de la
Guardia Civil, lo que lo volvió en un personaje odiado por otros hampones de
ese entonces. Contaba además con el apoyo de la guardia de seguridad del primer
gobierno de Augusto B. Leguía, quienes le permitían ejercer un rol de verdugo y
torturador porque la autoridad no podrá poner freno al avance de la delincuencia,
pero sí es capaz de tranzar con los cabecillas. Fue así como “Tirifilo” pudo
deshacerse de muchos contrincantes que pudieron significarle una seria
competencia en el mundo delincuencial.
“Tirifilo” sabía de la existencia de “Carita” y sus pretenciones de ser
“faite” y lo despreciaba por considerarlo alguien inferior a él, al punto de
referirse a “Carita” como un “esmirriado don nadie” de quien no esperaba nada.
Cada quien seguía delinquiendo por su cuenta hasta que un día se inició el
conflicto. “Carita” empezó pretender a Teresa, alias “La Pantera”, famosa
meretriz de Abajo El Puente que tenía un vínculo muy fuerte con Cipriano, quien
al saber del asedio de Willman y que Teresa lo estaba prefiriendo a este, se
valió de sus contactos en la Policía para meter preso al contendor. Al poco
tiempo, “Carita” fue liberado y al descubrir la causa de su encierro fue
directamente contra “Tirifilo”, a quien retó a duelo. Testigos de aquel momento
vieron con asombro el atrevimiento del aspirante a “faite” pero de todos modos
vaticinaron un triunfo seguro del experimentado hampón.
El duelo fue una práctica de épocas antiguas con la que se buscaba reparar
el honor mancillado y era una costumbre exclusiva de caballeros o miembros de
la élite. Por esta razón es que el enfrentamiento entre “Carita” y “Tirifilo”
se trató de un lance fuera de serie, al ser la primera vez que individuos
integrantes de los estratos bajos de la sociedad limeña iban a llevar a cabo un
enfrentamiento de tamaña categoría. Fue así como el 2 de mayo de 1915, en la
margen derecha del río Rimac sobre una zona que conocida
como Tajamar, muy cerca de Malambo en la que años después se erigiría el Barrio Obrero N° 2 (ubicado en el actual cruce del Jr. Virú con el Puente Santa Rosa), ambos contrincantes se batieron a duelo, con puñales como el
arma escogida. No hubo padrinos como se solía hacer, pero sí muchos curiosos e
hinchas improvisados. Durante la pelea, se notó en todo momento la sobradez de
“Tirifilo”, experto en el manejo del arma blanca, quien llegó a marcar el
rostro de “Carita”. Este se repuso y siguió la pelea hasta que, en un momento,
esquivó un nuevo ataque del “faite”, quien por la fuerza con la que se lanzó
tropezó y cayó sobre las piedras, hecho aprovechado por el retador para
fulminar al experimentado de una puñalada certera. “Tirifilo” había caído a
manos de quien siempre menospreció en una épica batalla que tuvo al añejo río
como testigo de un nuevo hecho que quedaría para la historia.
Legado para la posteridadFue tan divulgado este duelo entre marginales que personajes célebres de
nuestra historia cubrieron las incidencias del hecho. José Carlos Mariátegui (en
el mismo año 1915) y luego Ciro Alegría (en 1953), instituciones de las letras
en el Perú que dedicaron parte de su trabajo a la difusión y reivindicación de
este acontecimiento, llegando el gran José Carlos a entrevistar al triunfador del
duelo mientras era atendido en un hospital para luego publicar el relato en la célebre
revista Variedades. “Carita” sería apresado al recuperarse, pero ya para
ese entonces su gesta se había convertido en leyenda, la misma que fue
inmortalizada en el cuento “Duelo de caballeros” de Alegría, estrenado en 1953,
en donde nos narra la historia del reto de "Carita" hacia Tirifilo por una ofensa
de este hacia su madre, inmortalizando de esta manera una bronca de “faites”
malambinos en la literatura peruana.
Pero no solo en libros y revistas fue plasmada esta pelea. La música
criolla, símbolo de la cultura capitalina, también puso de su parte en la transición de ambos personajes de "faites" a leyendas, protagonistas de una contienda que según lo que marcaban las
pautas de la estratificación limeña de aquel entonces, debía quedar en el
olvido. Así, la composición de valses como “Sangre criolla” y “La muerte de
Tirifilo” nos harán recordar por siempre aquel suceso centenario, más
centenario que la creación política del distrito en el que los duelistas se
formaron. Y si alguna duda aún existía en nuestros tiempos sobre el recuerdo de
la épica batalla, en el año 2014 el director Luis Sandoval levantó la obra
teatral “Duelo en Malambo”, puesta en escena ideada por el gran Rafael Santa
Cruz quien lamentablemente no pudo apreciar el resultado final de su proyecto,
pero todos le reconocemos el haber tenido la iniciativa de trasladar aquel
hecho de antaño a los nuevos tiempos. Y qué mejor forma de homenajear al Rafael
que llevando su obra al Festival de Artes Escénicas de Lima como se hizo en
aquel 2014, al mismo tiempo que fue escenificada en la Plazuela de Presa en el Rimac
para deleite del público que hoy reside en lo que alguna vez fuera el mítico Malambo, hoy convertido en la Av. Francisco Pizarro.
Nuevamente el barrio bajopontino sumaba un acontecimiento de antología en la
historia de la ciudad.
Referencias
- Luis
Tejada, “Malambo”, en Mundos interiores: Lima 1850 - 1950, pag. 145-165, Centro
de Investigación de la Universidad del Pacífico, 2004.
- Darío
Mejía, “Carita y Tirifilo: Duelo de faites y un vals criollo, en portal Contacto
Perú, 2005. Disponible en: https://contactoperu.pe/carita-y-tirifilo-duelo-de-faites-y-un-vals-criollo/
- Rincón
de historia peruana, “Carita y Tirifilo”, 2016. Disponible en: https://www.facebook.com/rincondehistoriaperuana/photos/a.267894349917779/1124946150879257/?type=3&theater
- Alonso
Almenara, “"Duelo en Malambo": hacia un segundo renacimiento
afroperuano”, Portal LaMula.pe, 2014. Disponible en: https://redaccion.lamula.pe/2014/09/17/duelo-en-malambo-hacia-un-segundo-renacimiento-afroperuano/alonsoalmenara/
- Redacción
RPP Noticias, “Carita y Tirifilo se enfrentan en Malambo”, en Portal RPP
Noticias, sección Literatura, 2014. Disponible en: https://rpp.pe/cultura/literatura/carita-y-tirifilo-se-enfrentan-en-malambo-noticia-741676?ref=rpp