domingo, 6 de junio de 2021

Terror electoral



Por Luis R. Carrera


Nos encontramos en medio de la campaña electoral más polarizada de los últimos tiempos y son 2 opciones las que tenemos para elegir este domingo 6 de junio: una que trae consigo el recuerdo de lo acontecido en la década de los 90 en el Perú y otra que busca ser la voz de los sectores excluidos del país. Ambas propuestas han representado posiciones políticas diametralmente opuestas que generaron no solo revuelo entre las preferencias de la ciudadanía sino, además, una situación conflictiva de alcance nacional que ha involucrado a electores, entidades públicas y organismos privados.



Es justamente ese revuelo causado por los votantes de Perú Libre y Fuerza Popular lo que generó una serie de actitudes que no van precisamente acorde al juego limpio en esta contienda pero que han terminado siendo parte de la estrategia de muchos partidos cada vez que un nuevo proceso electoral comienza. En este momento, y contrariamente a lo que dictan la ONPE y el Jurado Nacional de Elecciones, es la desinformación y la incertidumbre lo que impera entre la ciudadanía producto de este juego sucio que ciertas fuerzas políticas suelen poner en práctica.

Estas jugadas a espaldas de las entidades electorales reguladoras no pasarían de ser simples publicidades o mensajes aislados totalmente prescindibles de no ser porque en determinados momentos de cada elección, sectores que en teoría no deben formar parte de ninguna candidatura hacen su aparición en la contienda. Es así como sin que nos demos cuenta, empresas considerablemente posicionadas, personajes mediáticos y hasta medios de comunicación terminan inmersos en la campaña en favor de un determinado candidato o candidata que coincide con sus intereses particulares. Comienza entonces un intento por demoler candidaturas que se oponen a la que el grupo empresarial o medio de comunicación apoya en el cual la información de dudosa procedencia termina imponiéndose en perjuicio del elector que, por lo general, cree en la noticia condicionada que el medio le transmitió o en el anuncio con mensaje distorsionado que la empresa le envió a través del medio masivo que el votante consumió. Un juego en pared digno de los “3 Gatitos” del Muni. 



Este 2021 le tocó a Pedro Castillo ser el candidato bombardeado con cuanta noticia adulterada y propaganda malintencionada se haya podido crear en tiempo récord. En poco más de un mes, el candidato de Perú Libre ha sido calificado de comunista, terrorista y adepto al chavismo más recalcitrante. Todo esto con apoyo de la prensa de alcance nacional que cada vez fue menos discreta en su intento de hacerle ganar popularidad a Keiko Fujimori, valiéndose para esto de todo el aparato editorial que se tenga a la mano y su llegada inmediata a la población.

Pero esta situación no es algo nuevo. El desprestigio de un determinado candidato es algo ya inherente a toda campaña electoral, con una constante que fácilmente se puede notar: Ya sea la élite o las grandes empresas, son siempre el sector mejor posicionado en la sociedad peruana el más interesado en que no despegue ningún candidato que signifique un cambio en la estructura social nacional, si importar qué ideología traiga consigo. Fue así cómo personalidades como Haya de la Torre, Fernando Belaúnde o Mario Vargas Llosa fueron víctimas de campañas desleales que los tildaron de distintas formas con tal de generar miedo rechazo en la población. En esta ocasión, se hará una comparación del juego sucio en elecciones a lo largo del siglo XXI por medio de 3 representantes que fueron víctimas de lo que ahora conocemos como “terruqueo” en distintos momentos de las últimas 2 décadas.


Alejandro Toledo (Elecciones del 2000)



Corría el verano del año 2000. Todo estaba listo para la re-reelección de Alberto Fujimori, quien ya por ese entonces era bombardeado por cuestionamientos por sus últimos años de gestión y por su decisión de quedarse 5 años más en el poder. Esto, por supuesto, levantó muchas críticas por parte de políticos opositores al régimen fujimorista como Gustavo Mohme y Alberto Andrade, quienes sospechaban de las intenciones del mandatario y realizaban los primeros esbozos de denuncia pública respecto a las presuntas irregularidades que lograban percibir, reclamos que hacían cada vez que declaraban a la prensa o cuando el diario La República, uno de los principales medios críticos con el gobierno de ese entonces, publicaba notas cuestionando al régimen.

Esta situación hubiese provocado inestabilidad y dudas en cualquier autoridad que se viera avasallada por cuestionamientos de voces autorizadas, pero no si el mandatario tiene a casi toda la prensa de su lado. Desde el inicio de su segundo mandato, Alberto Fujimori compró cuanto medio de comunicación pudo por intermedio de las negociaciones de su aliado Vladimiro Montesinos, quien se encargó de apaciguar todo intento de crítica en la famosa salita del SIN. Fue por ello que ya en la campaña del 2000 no hubo apuro cuando la oposición comenzaba a pronunciarse, ya que de inmediato, todas las editoriales sumisas al poder de Alberto sacaron un arsenal de noticias falsas y titulares tendenciosos que manchaban la imagen de todo aquel que ose criticar al partido Perú 2000, la segunda rebautizada de Cambio 90 Nueva Mayoría. Así fue como la honra de Mohme, Andrade, el por ese entonces desconocido Luis Castañeda Lossio, el Defensor del Pueblo Jorge Santistevan y hasta el arzobispo Vargas Alzamora eran vilipendiados cada día gracias a un efectivo método informativo que Fuji ideó desde su primer periodo de gobierno: Los diarios “chicha”, una serie de periódicos de S/.0.50 que desde aproximadamente 1994 venían publicando titulares indignarían hasta a la “Tía Poco Floro”. Era a través de estos diarios que los personajes mencionados eran calumniados con una libertad ya vergonzosa, Mientras tanto, Albertito se hallaba feliz bailando su “Ritmo del Chino” en cada mitin que lideraba.



Así transcurrían los días para el fujimorismo en ese inicio del siglo XXI hasta que un buen día, surgió un hecho inesperado. Un economista oriundo de Cabana se encontraba también en campaña al mando de su partido Perú Posible, partido que ya había intentado legar a Palacio en las elecciones de 1995 sin éxito. Este economista respondía al nombre de Alejandro Toledo, quien hasta las primeras semanas de ese año 2000 o estaba en el mapa político del fujimorismo pues era considerado un candidato más. Pero con lo que no contaban los perudosmilistas era que la mayor preparación política de Alejandro más el cada vez mayor descontento popular con el gobierno que pensaba postularse una vez más resultó ser una fórmula efectiva para la acelerada subida de Toledo en las encuestas. Esto se debió a que no solo el equipo fujimorista contaba con estrategias para captar público. El líder de Perú Posible, sabiéndose un provinciano que superó barreras, explotó su historia de vida en calles y plazas donde se presentaba y, oyendo los consejos de su esposa, la antropóloga Eliane Karp, tomó como suya la cosmovisión prehispánica, hecho que le trajo inmediatos resultados pues había conectado de forma precisa con el Perú fuera de Lima, ese Perú históricamente postergado por el centralismo limeño que solo era atendido por los políticos cada 5 años. Ese Perú postergado fue el que decidió apoyar a este candidato en el que se sentían representados.


Los medios, entre comprados y no comprados, dirigieron su atención a un Toledo que se presentaba casi como una reencarnación de Pachacutec, una puesta en escena que llegó rápidamente a la vista del fujimorismo, que no perdió el tiempo y dirigió los dardos de los diarios de S/.0.50 a este sujeto que les estaba quemando la película. De pronto, las portadas de los “diarios chicha” ya no iban contra Andrade o Castañeda, sino hacia este nuevo personaje convertido ya en la mayor amenaza del Fujimorismo. Pero, como sabemos, Fujimori no contaba con la prensa escrita. Desde 1997 se había hecho de la señal de casa televisoras como Frecuencia Latina y América Televisión, las cuales estaban prestas a presentar cualquier noticia que deje bien parado a su presidente. Fue así como noticieros como “90 Segundos” tergiversaban declaraciones de Toledo, el canal del Estado, siempre fiel al gobierno de turno, contaba con un Carlo Álvarez vendido al régimen y desde su programa “Los Álvarez” tiraba barro a todo aquel que se criticase la campaña de Perú 2000. Pero ninguno de estos medios tendría tanta repercusión como América, el canal 4 que aquella vez dio una muestra de que le sería fiel al fujimorismo pase lo que pase. Tenía para ello una aliada estratégica aliada para la misión de destrucción asignada: Laura Bozzo. El hecho ocurrió un día de semana en que la conductora presentaba su programa “Laura en América” a una niña que decía ser hija de Alejandro Toledo, respaldada por su madre. Esa niña respondía al nombre de Zaraí y su historia fue el material que la prensa vendida necesitaba para tumbarse al opositor. 


Para ese entonces, la población ya tomaba consciencia de las irregularidades de Perú 2000 y dejaba de creer en los titulares de “El Chino” o el “Ajá”, por lo que la bomba de Zaraí no fue suficiente para evitar que haya una segunda vuelta entre Fuji y Toledo, quien no se cansaba de denunciar el fraude que cometieron con su porcentaje. Así se llegó a la segunda vuelta, con la prensa comprada enteramente enfocada en acabar con el hombre de Cabana, quien finalmente perdería la elección presidencial. Pero quedaba un poco más de bombardeo para él, porque cuando Fujimori asumió el mando el 28 de julio del año 2000, las calles de Lima fueron tomadas por miles de manifestantes que llevaban a cabo la Marcha de los 4 Suyos, movilización que protestaba contra la re-reelección y que era liderada por Alejandro Toledo. La marcha culminó con una brutal represión que desencadenó en el incendio del Banco de la Nación ubicado en la Av. La Colmena, siniestro que fue provocado por órdenes de Vladimiro Montesinos y que costó la vida de inocentes que laboraban al interior del lugar. Es aquí que se da el último ataque certero contra Toledo, pues los “diarios chicha” adjudicaron las muertes a Alejandro, a quien acusaban de reclutar terroristas en la movilización.


Se hacía presente una conducta que se volvería costumbre tiempo después: el terruqueo, la acción de calificar de terrorista o tener vínculos con el terrorismo a gente contraria a nuestras ideas con la finalidad de generar desconfianza entre la gente. Este hecho ya se había practicado décadas atrás con Fernando Belaúnde antes de que asuma el poder en 1963 pero en esta ocasión el terruqueo tuvo mayor llegada pues el recuerdo de Sendero Luminoso era algo muy cercano aún y el fujimorismo lo sabía. Afortunadamente, los vladivideos no tardarían en aparecer y el gobierno de Alberto Fujimori se caería a pedazos pero queda para el recuerdo toda la campaña de desprestigio de la que se valió para intentar convertirse no en presidente, sino en emperador del Perú.  


Ollanta Humala


Su aparición en la esfera política (Elecciones del 2006)



Eran los comienzos del año 2006. Vivíamos los últimos meses del gobierno de Alejandro Toledo, cuya imagen para ese momento distaba mucho del abanderado de la lucha contra la corrupción que  muchos idolatraban allá por el 2000- Sus promesas incumplidas y su vida libertina a expensas de su cargo presidencial derrumbaron la estampa de ídolo popular que el economista de Harvard había logrado construir. A la par de esta decepción prolongada, se llevaban a cabo los preparativos para un nuevo proceso electoral, una elección plagado de  caras distintas  y nuevas alianzas políticas alianzas políticas (como la que armaron Alberto Andrade con el ex presidente Valentín Paniagua), a excepción de un personaje que buscaba una segunda oportunidad. Alan García, recordado por ser el líder de uno de los peores gobiernos de la historia nuestra entre 1985 y 1990, aspiraba a volver a ser gobierno una vez más al mando de un Partido Aprista que había venido saliendo del hoyo en que se habían metido luego de que acabase el desastroso gobierno que encabezaron, al punto de haber estado a muy poco de llevarse las elecciones del 2001 (con cantadita con el Zambo Cavero de por medio) y ahora era un firme candidato a ganar los comicios. Cosas que solo pueden ocurrir en el Perú, país de las eternas oportunidades.



Había, sin embargo, un duro escollo que superar para el partido de la estrella. De lo más profundo del interior del país asomaba el apoyo a un candidato que, al igual que en las votaciones anteriores, no se tenía del todo registrado. Ollanta Humala, comandante en retiro del Ejército Peruano que en octubre del año 2000 se levantó, junto a su hermano Antauro, en la localidad de Locumba (Tacna) contra el gobierno de Alberto Fujimori, detenido en Chile desde el año 2005, y que tiempo después sería agregado militar en Seúl desde donde dirigió el levantamiento que Antauro llevara a cabo en Andahuaylas en el año nuevo del 2005. Serían estos los primeros recuerdos que la prensa llevaría a la opinión pública cuando aún habían interrogantes acerca del comandante, credenciales con las que buscaban pintarlo como un subversivo propenso a las insurgencias. Para fortuna de los sectores interesados en hacer un lado todo espíritu de protesta, el discurso que Ollanta Humala traía consigo iba perfecto con las intenciones de ocultarlo, ya que exponía un planteamiento político radical que iba contra la forma de gobierno en favor del libre mercado que se venía poniendo en práctica, prometiendo ser el gobierno de “La gran transformación”, algo que le hizo ganarse el aprecio y el apoyo de figuras internacionales como Evo Morales y Hugo Chávez, personajes casi satánicos para muchos en la región. 


La prensa nacional, siempre afín a la voluntad de las grandes familias que controlan el Perú, se valió de esta satanización de Chávez y Evo para incluir a Ollanta en este triunvirato del horror que nos iba a llevar al atraso, según su visión. Una manipulación de la imagen que si se pone en práctica en un país que no supera la violencia de años anteriores funciona a la perfección pero que, al mismo tiempo, desplaza a un segundo plano a los votantes que elegían la opción de Humala: los integrantes del Perú marginado, víctima del centralismo limeño y la concentración de poderes que excluía a campesinos, comunidades nativas y pobres extremos de las urbes. Esos peruanos que cansados de promesas sin sustento, vieron en Ollanta Humala una esperanza de por fin ser escuchados. Por desgracia, el país no estaba preparado para un discurso radical tan pronto y por eso bastó que en cada entrevista que Ollanta brindaba, se le saque en cara sus vínculos con Hugo Chávez para quitar legitimidad a lo que fuera a decir. La prensa nacional le hizo el trabajo al contingente aprista, que solo tuvo que reforzar el terruqueo al comandante y poner a todo volumen el “Reguetón de la estrella” para llevarse estos comicios en la segunda vuelta, para tranquilidad de nuestro sector A-B.

El Comandante vs La Mafia (Elecciones del 2011)



Era el año 2011. Como era de esperarse, el triunfo de Alan 5 años atrás no significó ningún cambio estructural ni mucho menos una garantía de un buen gobierno. La corrupción en Petro Perú 2008 y la masacre en Bagua en 2009 fueron la prueba de que el APRA no había cambiado pues ahora se habían atrevido a atentar contra la vida de la gente. Esto ayudó a que la figura de Ollanta Humala recobre la fuerza necesaria para afrontar una nueva elección presidencial. Y mientras la élite empresarial, amparada ahora en la CONFIEP, volvía a ser invadida por el terror, surgía de las cenizas el fujimorismo, fuerza política que se creía derrotada tras ser desenmascarada y expulsada del poder al empezar el presente siglo. Pero lo que nadie sospechaba era que en estos años de ostracismo y sentencias en contra el patriarca Alberto, sus huestes habían estado recorriendo distintas zonas del país en los que Fuji alguna vez puso una autopista o un colegio para revivir la memoria del gobierno de los 90, lo que sumado a las incontables dádivas que ofrecían a la población más necesitada a cambio del apoyo al fujimorismo, ahora convertido en el partido Fuerza 2011, les significó volver a los primeros lugares de las preferencias de la gente. La fuerza naranja se negaba a morir.


Ollanta Humala, por su parte, se mostraba como un candidato más fortalecido que en el 2006. Contaba con el apoyo de la mayor parte izquierda peruana, salvo el pequeño bastión de “Chicote” Noriega, y seguía recogiendo los reclamos del Perú excluido que apoyara 5 años antes. Pero algunas cosas habían cambiado. Había empezado a deslindarse del régimen chavista y su discurso no traía el ímpetu de querer cambiarlo todo como en su primera experiencia electoral. El asesoramiento de personalidades que años atrás destacaran en el debate de “Zorros vs Libios” y el apoyo del movimiento “Ciudadanos por el cambio” creado por Carlos Tapia le había dado otros aires a la candidatura del Partido Nacionalista Peruano, una moderación que si bien no cayó muy bien en los verdaderos votantes de Ollanta, parecía darle una mejor imagen ante la élite y el voto indeciso. Pero ni el simbolismo de cambiar su indumentaria roja por un polo blanco en sus presentaciones lo salvó de lo que vendría para él una vez que se supo que pasaba a segunda vuelta con Keiko Fujimori, la hija del dictador que asumió la misión de llevar de vuelta al fujimorismo al Poder Ejecutivo.



Es que la hija del dictador, siendo la lideresa de un partido que no planeaba cambiar nada de lo establecido por el sistema, se ganó rápidamente el afecto de los grandes grupos empresariales, siempre adheridos a la opción que no afecte sus privilegios, y empezó un juego en pared entre empresarios y fujimorismo que perduraría en el tiempo. Y cuando una propuesta conservadora se mimetiza con los que controlan al país, surgen los medios de comunicación masiva como el elemento para canalizar toda petición del conglomerado pro sistema. Así es como se avanzaba al siguiente paso: bajarse a la opción que trastoque el bienestar (para ellos), que en esta ocasión era Ollanta, quien ni porque cambió el polo rojo por uno blanco pudo librarse del bombardeo de informaciones calumniadoras que lo relacionaban con Hugo Chávez a pesar de que el propio Ollanta se había distanciado del mandatario venezolano. Sumemosle a esto las insinuaciones por parte de los medios acerca de un posible “salto al vacío” que podíamos dar si elegíamos votar por los nacionalistas.



Hay un elemento que emerge repentinamente cuando de soltar el terruqueo se trata. Una elemento proveniente del espectro informativo que suele tomar parte cada vez que hay que se quiere reducir al mínimo una opción de cambio que vaya en contra de los planes de los “dueños del Perú”. Ya había tenido protagonismo en las elecciones del 2006 y en esta ocasión volvía para repetir el plato. El Grupo Editorial El Comercio se adjudicó la labor de armar el camino para que la hija del dictador avance a paso firme a costa del desprestigio y la desinformación que había preparado para el comandante. Contaba para ello con todo un conglomerado de medios a su disposición que le facilitarán la tarea, ya que en los años previos a esta campaña había estado concentrando un considerable número de publicaciones y plataformas que engrandecieron aún más el poder que El Comercio ya tenía cuando solo contaba con el periódico que da nombre al grupo. Ahora tenía un sinfín de diarios de distintos precios y rubros, canales de televisión y plataformas de Internet para llegar a toda una población lista para ser manipulada. Fue así como desde la primera vuelta diarios como El Comercio, El Trome y Correo empezaban a lanzar los primeros dardos periodísticos que insinuaban intromisiones del gobierno venezolano en la candidatura de Ollanta Humala. Seguidamente continuaban con el vínculo entre el Partido Nacionalista y el MOVADEF, ese remanente senderista que sirvió de ayuda para el Grupo El Comercio en esta tarea de terruquear con esta agrupación como lo había hecho 1 año antes en la candidatura de Susana Villarán. Esta misión sobró mayor intensidad por parte de los Miró Quesada luego de que Humala planteara dividir la propiedad de conglomerados mediáticos, lo cual implicaba controlar la concentración de medios, en el caso de la prensa. Qué atrevimiento. 



En estos momento la suerte parecía sonreírle al contingente pro sistema cuando se descubrió la participación de Humala en los años de lucha contra el terrorismo cuando lideró la Unidad Antisubversiva “Madre Mía” bajo el seudónimo de “Capitán Carlos”, siendo responsable de muertes y desapariciones forzadas. El aparato editorial de El Comercio aprovechó al máximo este hallazgo y lo difundió con un ímpetu nunca antes visto por estos medios cuando Ollanta pasó a segunda vuelta con la hija del dictador. Mención aparte para las amenazas del incremento del dólar y la caída de la Bolsa de Valores por culpa de Ollanta. Hubo quienes notaron la intención de generar desconcierto por parte de la prensa interesada pero hubo un importante número de votantes que creyó realmente que el comandante tenía algo que ver con Sendero y que la economía se iba a desplomar apenas Ollanta pise Palacio de Gobierno. Bueno hubiera sido que también esta prensa informe al detalle sobre las formas casi mágicas en que Fuerza 2011 conseguía la financiación para su multitudinaria campaña, sabiendo que la propia candidata no tenía un trabajo conocido por el que pueda sustentar las entradas de dinero que pudo hacer ingresar a las arcas de su partido. Faltaba mucho para que el mundo sepa de la participación del Grupo Romero.


Y así, en medio de calumnias, psicosociales, llamadas anónimas, coberturas en exceso de la campaña de Keiko Fujimori y una marcha nacional en su contra, llegó el día de la votación. Aquel día, toda la contracampaña en contra de Humala quedó de lado cuando el voto de los sectores hallados al margen del desarrollo capitalino se manifestó en las urnas y le dio el triunfo al Partido Nacionalista a pesar de todo el cargamontón que la prensa convenida lanzó contra el triunfador de la contienda. Aunque no habría mucha felicidad de por medio. Keiko Fujimori empezó a guardar un resentimiento que estallaría unos años después y el consorcio periodístico de los Miró Quesada desquitó su bronca despidiendo a finales del 2011 a Laura Puertas, directora periodística del canal 4 que yendo en contra de los principios del Grupo El Comercio, humanizó durante las elecciones a la figura de Ollanta Humala en vez de venderlo como el monstruo rojete chavista que la línea editorial de este grupo quería construir. Tal atropello al profesionalismo de la comunicadora fue una prueba fehaciente de que esta vez no funcionó el terruqueo.




Pedro Castillo (Elecciones 2021)



El caso de este candidato es por demás conocido ya que es una candidatura presente en este 2021. El Perú Libre que en el verano luchaba por alcanzar un 2% en las encuestas se encontró con las taras y desvaríos de partidos que los “especialistas” ponían en 2da vuelta como Acción Popular, Renovación Nacional, Victoria Nacional, etc. que terminaron autoboicoteándose. Pero hubo un factor que fue clave para que en la semana de debates, la misma semana en la que los partidos mencionados se quiten a sí mismos de la contienda, Castillo se dispare en las preferencia: Un maestro de escuela, oriundo de la región andina, con la voluntad de hacer algo por ese Perú excluido por causa del centralismo limeño y el desarrollo para unos pocos que mantenía a campesinos, pueblos originarios y sectores populares de la urbe al margen del progreso registrado en las cifras macroeconómicas. Ese Perú que una década después de haber confiado su destino a Ollanta Humala, hoy lo despreciaban por haberse vendido a los grupos de poder económico (¿Han notado las veces que se ha hecho mención al Perú excluido por el centralismo y la acaparación de riqueza y las veces que se ha puesto énfasis en su decepción por el candidato que en algún momento vieron como la esperanza para su porvenir?).La nueva alternativa de cambio social decía presente en el escenario político de la patria.



Aquí es donde empezarían los problemas para el partido del lápiz, pues desde que el 11 de abril los flashes electorales resolvieron que esta agrupación tomaba la punta de las elecciones y pasaba a segunda vuelta con el partido de Keiko Fujimori, ahora llamado Fuerza Popular, los agentes del terror informativo ya sabían qué hacer. ES que como ya se ha dicho, no hay nada que genere más miedo en el Perú que una propuesta de cambio en el aparato político y económico, una alternativa decidida a poner fin a los beneficios particulares y los abusos del sector privado, una opción que realmente quiera trabajar por la población empobrecida que tendría que ser la primera en ser atendida y auxiliada, sobre todo en tiempos como los que estamos viviendo en que la pandemia del Covid-19 ha ampliado la brecha entre necesitados y privilegiados aún más de lo que ya estaba en tiempos de normalidad. Pero como lo venimos viviendo hoy en día, la élite no sabe de atenciones a los más necesitados ni mucho menos de cambios estructurales en favor de los que menos tienen. La lógica queda de lado cuando hay un modelo económico que mantener.



Es por esta esta razón que esta segunda vuelta que vivimos es una de las más intensas de los últimos tiempos debido a la completa oposición entre una propuesta política y otra, una que busca replantear muchos aspectos de la forma de organizar el país frente a otra que no pretende cambiar nada y dejar que los que se vienen beneficiando del sistema hasta hoy lo sigan haciendo mientras la mentada propuesta se apodera del país. Esta es la visión de país que tiene Fuerza Popular y que trata de ocultar a como dé lugar. Y es justamente ese el problema con el partido naranja. De más está recordar todas las veces que obstruyó a la justicia o se comprobaron sus vínculos con la corrupción y el narcotráfico. Todo individuo tiene acceso a los medios para informarse al respecto y conocer la verdad. Pero a pesar de ello, Keiko y sus secuaces gastan esfuerzos en actuar como si nada de esto hubiese pasado, como si más de 200 integrantes de Fuerza Popular no tuviesen sentencias judiciales o la propia lideresa no haya sido merecidamente encarcelada. Ellos siguen tratando de mantenernos en la burbuja de que son la opción de la democracia y la libertad, cosa que para mala suerte nuestra, no les ha sido difícil de cumplir teniendo un aliado editorial dispuesto a trabajar en favor del poderoso.



El Grupo El Comercio se hizo otra vez presente en esta cruzada a favor de su candidata predilecta, como lo hizo en 2011 y como también lo hizo en 2016 cuando intentó desprestigiar la campaña de Verónika Mendoza. Ahora tocaba destruir a este profesor que se atrevía a decir que el actual modelo económico no funcionaba (habrase visto) y que urgían cambios en el país (qué se habrá creído este). Aunque es importante mencionar que esta vez el grupo editorial que más medios concentra en sus entrañas no actuó solo. Al iniciar el mes de mayor, las principales avenidas de Lima se vieron plagadas de grandes paneles publicitarios que en vez de promocionar alguna marca, como es de costumbre, transmitían misteriosos mensajes que abogaban por mantener la democracia, la libertad y el modelo económico. Estos paneles, colocados en áreas transitadas por la clase media alta con ínfulas de élite, trataron de alertar a la ciudad contra una supuesta amenaza, porque otro de los mensajes presentes en los anuncios era un contundente “No al comunismo”que nunca se cansaba de aparecer. Y por coincidencias de la vida, Fuerza Popular comenzó a divulgar sus publicidades con frases sospechosamente parecidas a las de los paneles, que ya se habían extendido por ciudades como Arequipa, Cajamarca y el Cusco, razón por la que no había que ser colega de Modesto Montoya para darnos cuenta por dónde venía la cosa. Finalmente, la empresa Punto Visual tuvo que admitir que fueron ellos los encargados de colocar los costosos anuncios, aunque no quiso admitir qué fuerza política los incitó a tamaña propaganda.



Siguiendo con el ámbito comunicativo, estos tiempos nos ofrecen un abanico de posibilidades para hacer llegar un mensaje. Plataformas como Youtube o la ya consolidada Tik Tok fueron un valioso bastión para la campaña de miedo que todos los interesados en no cambiar nada en este país han dado vida en estas semanas. Tuvimos, por un lado, ciudadanos cualquiera y figuras afamadas que recayeron en la etiqueta de influencers que emplearon la plataforma de los bailecitos para difundir videos en los que supuestamente nos informaban acerca de las ventajas de mantener el modelo económico, sumado con frases plagiadas que hacían mención al esfuerzo individual y a la familia, teniendo muchos de estos videos una carga de odio que dejaba muy claro que era una iniciativa en favor de Kiko. Mientras tanto, Youtube se cargó de anuncios que ya no publicitaban productos, sino que lanzaban mensajes llenos de tensión sobre un escenario futuro en el que el Perú acabaría como Venezuela si elegíamos votar por el comunismo. Nuevamente los fantasmas del chavismo eran recogidos por la gente menos indicada, mientras el Whatsapp se convertía en la mejor herramienta para enviar audios falsos e imágenes adulteradas de Pedro Castillo entonando himnos senderistas que asustaron a más de un adulto mayor ajeno a las redes virtuales.




Y si todo esto fallaba en su intento de adoctrinar al pueblo, para eso la vieja confiable de los medios tradicionales. Un buen día, América Televisión, Panamericana (lo que queda de esta señal), Canal N, ATV, Latina y Willax lanzaban al unísono el mismo mensaje: No votes por la violencia, vota por la democracia, no seamos como Venezuela, luchemos por nuestra libertad. Y por lo visto tanta libertad los afectó, pues una de las primeras acciones fue ejecutada por el consorcio de los Miró Quesada al despedir a Clara Elvira Ospina de la dirección de Canal N y América Noticias por tratar de mantener una postura crítica tanto con Castillo como con Keiko (creo que esta historia ya se había vivido años atrás). El siguiente paso se desarrolló casi de forma automática: Mónica Delta, Federico Salazar, Verónica Linares, Mávila Huertas, Rossana Cueva, Cecilia Valenzuela, Augusto Thorndike, Beto Ortiz y Milagros Leiva se convirtieron en paneles parlantes que vociferaban las mismas consignas de las pantallas azules de las avenidas o los insufribles anuncios de Youtube. Seres de esta calaña renunciaban sin decirlo a su integridad profesional y perdían la poca dignidad que les quedaba, para beneplácito de Intercorp, El Grupo Romero y aquellos electores que siguen creyendo que Keiko Sofía velará por su bienestar.




Esta vez no pueden perder. Ese profe no puede interferir en nuestros planes. Qué se ha creído este cholo que ni hablar sabe. No sabe con quiénes se mete. Estas y otras frases cargadas de inclusión y solidaridad con el prójimo son las premisas que Fuerza Popular y los consorcios empresariales mencionados tienen en estos momentos como pensamiento guía. Los grupos editoriales lo saben y por eso esta vez no puede fallarle a sus aliados. El Comercio sigue acaparando titulares con información falsa y declaraciones tergiversadas de Castillo, quien dicho sea de paso no ha hecho mucho por hacer frente a este descarado terruqueo, al mismo tiempo que le da toda la cobertura posible a la hija del dictador transmitiendo la totalidad de sus mítines o invitándola a sus sets de televisión, cosa que también ha hecho el Grupo ATV. Es esta la explicación por la que esta semana hemos visto a la candidata de la corrupción en programas como el de Magaly TV o el nefasto Esto es Guerra, espacios en los que ha sido tratada de una forma que ya hubiese querido tener el Papa Francisco cuando pisó suelo peruano. Y si esto no es suficiente, figuras de la música y la televisión se han sumado también a la causa transmitiendo mensajes a favor de la libertad y contra un comunismo que hasta ahora nadie ha podido encontrar. Tal es la desesperación de la fuerza naranja por ganar como sea que se atrevió a tocar un elemento considerado sagrado para todos: La selección de fútbol. “Oreja” Flores, André Carrillo, Aldo Corzo, Luis Advíncula, Carlos Zambrazo, Raúl Ruidíaz entre otros, están deseando no haber grabado nunca esos deleznables videos en los que nadie, absolutamente nadie notó que leían un mensaje que otros escribieron, los cuales, curiosamente, contienen la misma idea de los paneles ya mencionados y de los periodistas sin dignidad que se siguen creyendo líderes de opinión. Y en medio de toda esta vorágine, la idea de que Castillo es terrorista ya empezó a calar en varias conciencias electoras.





Conclusiones


Como se ha podido apreciar, poco o nada han cambiado los métodos para hacer a un lado candidaturas incómodas para cierto sector del país en las 2 décadas escogidas como muestra para este escrito. Hay constantes que tristemente se repiten elección tras elección, tanto en el plano informativo, el empresarial y el ciudadano. Actores como el Grupo El Comercio han demostrado ser una prueba de constancia y disciplina al momento de cumplir su misión. Lástima que esa misión tenga que ver con desinformar y atemorizar a la población peruana, mientras que cada opción que escoge ese Perú excluido mencionado hasta el hartazgo terminan sucumbiendo a los intereses de la CONFIEP. y del modelo económico que parece no tener fin.


Nadie puede asegurar que Pedro Castillo vaya a ser la excepción a la regla o que con él llegue de todas maneras ese cambio anhelado, ya que ni siquiera ha deslindado de manera contundente de Vladimir Cerrón ni del impresentable de Guillermo Bermejo, pero lo que sí se tiene asegurado es que de las 2 opciones que tenemos, es la única con predisposición al diálogo y la concertación y es la única que realmente trata de ser la voz de los que no han sido escuchados. Estamos a muy poco de saber cómo se regirá el destino del Perú en los próximos 5 años y por ahora solo nos queda cumplir con nuestro deber cívico, esperar pacientemente los resultados y sobre todo, no creer en ningún terruqueo que los de arriba nos manden con fines pendencieros. Que sea lo que Wiracocha quiera. 




Referencias