Por Luis R. Carrera
Tradicional
armonía que surgiera
de
adaptar el folklore europeo
que
al juntarse con nuestra tierra
se
prestó pa’l jaraneo.
En
tiempos del tranvía y el estanco
brotaron
notas sagradas
siendo
estas tan admiradas
que
se pintaron de rojo y blanco.
Ritmo
de cuna limeña
forjado
en barrios populares
se
le consideró de órbita pequeña
más
llegó a muchos lares.
En
Cocharcas y Malambo
se
dieron los primeros pregones
sinceras
creaciones
de
negro, mestizo y zambo.
Música
que guarda el sentir
de
barriadas y callejones
cuyas
angustias y emociones
tienen
mucho que decir.
Para
crearla no hay mejor cosa
que
la guitarra y el cajón
precisos
pa’ una resbalosa,
una
polka o un bordón.
Tradición
que despegó cual rayo de luz
por
Montes, Manrique, Pinglo y Porfirio,
por
los Azcuez, Bartola y Jesús,
a
quienes admiramos con delirio.
Vendrían
luego Avilés, el “Carreta” y los Embajadores,
Lucha,
el “Zambo”, Chabuca y Luis Abanto,
entre
otros grandes señores
a
quienes agradecemos por tanto.
Aquellos
acordes y versos
de
origen obrero y popular
expandieron
tanto su universo
que
hoy se oyen en todo lugar.
La
música criolla nos seguirá representando
ya
seas faite, cantor o palangana
por
eso estas líneas voy declamando
pa’
que siga la jarana.