jueves, 12 de mayo de 2016

Más que una cuatricentenaria



Por Luis R. Carrera

Burro, gusano, pizarra, taller, cierrapuertas. Para nosotros, palabras como estas hace un buen tiempo que tomaron un significado distinto al que estábamos acostumbrados de entender. Y es que el paso por la universidad más antigua del continente, por más breve que sea, deja en quien transcurre parte de su vida en sus ambientes una visión distinta del espacio que habita, de la situación de este, de quienes lo rodean y sobre todo, de sí mismo y por más resistencia que uno ponga, terminará tarde o temprano accediendo a un nivel de discernimiento superior al de tiempo atrás.
Es que el paso por la Decana de América es un privilegio que solo quienes se proponen seriamente a pasar ese obstáculo llamado Examen de Admisión pueden disfrutar. Quienes superan el escollo mencionado logran traspasar los umbrales de su ahora alma mater y es a partir de este momento su visión del mundo e incluso de su cotidianidad cambia. ¿Para bien? ¿Para mal? Ya de uno mismo depende esta instancia.
Durante el tiempo que toque departir con otros camaradas que al igual que tú decidieron adentrarse en esta épica jugada, cada quién notará que al igual que fuera de los límites sanmarquinos, dentro de fauna estudiantil que ahora nos rodea se va dividiendo en tribus similares a las que pululan en la urbanidad que nos sigue rondando. Se tendrá toda una gama de grupos humanos y hasta semi-humanos a los que uno podrá integrarse. Podemos comenzar intentando ser un academicista desde el primer día de clases, algo complicado de mantener conforme pasen los días con sus respectivas movidas, un compañero consciente y combativo asiduo a cuanta marcha, por más que no la entienda, y manifestación político-posero-cultural pueda, un fulero que traslada el barrio a su facultad o un individuo que se aísla de la dinámica en que se haya envuelto, solo para evitar la fatiga. En caso estas opciones no sean del agrado de nadie, unas sonoras y relucientes zampoñas nos esperan en el rincón menos esperado.
Pasado el tiempo de asimilación, toca ahora el de resignación momentánea. Toca afrontar el aspecto académico y ya con varios ciclos a cuestas, ya no afecta saber que la cosa no era como la pintaron en el prospecto. Así como se tuvo una amalgama de sujetos a tratar, del mismo modo tienes una selección docente, también dividida entre humana y semi-humana, de la cual uno puede realizar la selección que mejor le acomode y en esa agonía por hallar las opciones más decentes que se puedan, diversos convoyes consecuentes y no tan consecuentes han invadido nuestro espacio para invitarte a sus talleres, ya hemos realizado al menos una veintena de dobletes, aprendimos que el comercio de panchos es fuente primordial de ingresos más aún si no se es ni practicante, ya nos habrán tildado de terrucos otra veintena de veces y se ha postulado al tercio más por inercia que por convicción.




Asambleas van, asambleas vienen, y poco a poco nos adentramos en el San Marcos indómito. Descubrimos que los jardines del campus no son solo para la tertulia productiva y ya sabemos en los alrededores nos esperan espacios para departir en el momento que uno lo desee, y si estamos con suerte podemos toparnos con coordinaciones y arreglos que no precisamente van acorde con lo que se haya pactado en las reuniones de nuestro centro de estudiantes, nuestro gremio o incluso del propio rectorado. Ni los Fray Tomases, ni los Melchores de la Nava, ni los Toribio Rodriguez, ni los Luis Albertos ni mucho menos los Manuelitos Burga pudieron con esto.
Siguiendo con lo académico, razón por la cual decidimos aventurarnos en este mundo, más allá de las clases, en todo momento podremos ser partícipes de conferencias, conversatorios, debates y talleres de verdad, los cuales complementarán la formación que se tuvo tanto en las aulas como por iniciativa de cada quien. Cada carrera y especialidad cuenta con una semana especial en la que los estudiantes harán gala de su capacidad de variedad temática y convocatoria, a veces en desmedro de la organización, para hacer conocer al resto de estudiantes la importancia de su disciplina para con la sociedad. Gracias a estos espacios, quien escribe estas líneas tuvo la oportunidad, al igual que muchos otros, de abordar sus reivindicaciones ya no solo en los pasillos de su facultad, sino también en un auditorio por lo que ahora no queda más que seguir esta senda del bien.
Ya para nuestros últimos años habremos formado una excelente collera de la cual recibiremos su apoyo en el momento en que lo necesitemos y cargado sobre nuestras espaldas al menos una temporada de militancia, 2 bombos de sikuri y 3 o 4 sustitutorios. Pero pese a ello, nadie nos podrá quitar la dicha de haber sido parte de una casa de estudios que más que una cuatricentenaria, es el lugar del cual aprendimos lo que no nos enseñaron en todos nuestros años de formación anteriores a nuestro paso por los ambientes de la decana, tanto en la ciudad, la Casona y espacios afines. La Decana de América es, por qué no decirlo, un resumen del Perú anclado entre Lima y el Callao. Feliz aniversario San Marcos. 




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